lunes, 4 de enero de 2021

2021: Un año de esperanza / por Antolín Castro

Nuestra obligación es seguir teniendo esperanza en este recién estrenado 2021, aunque nos la rompan a girones cada día. Pero a la esperanza habrá que echarle también ‘un par de cojones’ por quienes tienen mayor obligación de hacerlo. La esperanza contemplativa no puede llamarse esperanza.

2021: Un año de esperanza

España / 04 Enero 2021
Ya le hemos dado la vuelta a la última hoja del calendario, hemos dejado atrás el nefasto 2020 y ahora qué…

Ahora… nada. Nada ha cambiado por el simple hecho de cambiar de año, de pasar esas hojas que ya hemos pasado. Y así será hasta que, en un determinado momento, volvamos a escuchar las campanas que suenen a gloria. Para los toros sustituiremos las campanas por clarines y timbales.

Ni los clarines ni los timbales suenan todavía. Tampoco nadie nos anuncia festejo alguno. Raro era que no tuviéramos ya el anuncio de los carteles de Ajalvir y Valdemorillo. ¡Qué raro se nos hace todo!

Aún así, ha de ser un año para la esperanza, esa que nunca debe perderse. La vacuna contra el Covid19 avanza, pero lo hace a un paso muy lento. Si solo fuera por ese menester, sería en el Reino Unido donde se celebrarían las corridas de toros.

Pero sabemos que no va a ser allí donde suceda el milagro de ver toros, ni pidiéndolo el prestigioso Club Taurino de Londres se lograría. Debemos depositar nuestra esperanza en que sea en España, quizá Castellón y Valencia quienes den el primer paso en el sentido correcto.

Ojalá por aquello de que la esperanza es lo último que se pierde, pero vamos demasiado despacito y altamente contagiados todavía como para pensar que sean los toros la avanzadilla de la apertura en España. Ni se dan las condiciones óptimas, tampoco mínimas, como para que los gobernantes echen el resto. Si acaso en sentido contrario.

Nuestra obligación es seguir teniendo esperanza en este recién estrenado 2021, aunque nos la rompan a girones cada día. Pero a la esperanza habrá que echarle también ‘un par de cojones’ por quienes tienen mayor obligación de hacerlo. La esperanza contemplativa no puede llamarse esperanza.

Siempre dije que ‘el presente de indicativo del verbo querer es… YO HAGO’. Por tanto, aplíquense el cuento todos los que, de una manera u otra, tienen obligaciones profesionales para con la Tauromaquia. No podemos dejárselo confiado a los Reyes Magos.

Los aficionados, esperaremos a que nos digan cuando podemos volver a las plazas. Para que la esperanza sea lo último que se pierda, se necesita que nada esté perdido del todo.

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