domingo, 24 de enero de 2021

¿Hasta dónde vamos a llegar? / Por Paco Delgado

 

"...Pero que encima venga un gañán insultando a voces y gratuitamente, me parece sencillamente intolerable..."

Muchas eran las esperanzas depositadas en este año que acabamos de estrenar. Unas ilusiones que, de momento, se están viendo no sólo decepcionadas, sino que se teme ya que 2021 haga bueno al anterior. De momento, enero se abre con desastres.

¿Hasta dónde vamos a llegar?

Paco Delgado
Avance Taurino, 24 Enero 2021
Y  no es sólo por que la pandemia, lejos de amainar, amenaza con dar batalla larga y fiera; o por que Filomena haya paralizado buena parte del  país con un temporal como hacía medio siglo que no se padecía.

Por si todo esto fuese poco, resulta que, en estos momentos, sin duda los más difíciles en mucho tiempo, la gente de a pie se da cuenta de que no hay nadie para echarle una mano.

Las frases rimbombantes, los grandilocuentes eslóganes publicitarios con que se nos bombardea en épocas electorales y los fabulosos y fenomenales proyectos que se nos venden cada pocos años en pos de escaños y prebendas, se revelan huecos, vanos y, ay, tan falsos como un billete de tres euros.

Hemos llegado ya a un punto en el que es palmario un hecho que pone los pelos de punta: somos rehenes de los políticos, que han logrado dar la vuelta a la función para que se les llamó y a la que, se suponía, se deben: ahora es el ciudadano quien tiene que servir a los políticos y no al revés. 

No se entiende que, por ejemplo, el precio de la luz -que fue caballo de batalla de quien ahora nos gobierna cuando pugnaban por auparse al carro del poder-, suba hasta límites estratosféricos justamente cuando más falta hace, impulsado precisamente por quienes hace unos años se rasgaban las vestiduras pidiendo lo contrario, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza ni, muchísimo menos, haya dimisiones en cadena. El cinismo, la falacia y el chupar del bote es lo que se lleva.

Y cara dura y chupar del bote es que se haya montado un chiringuito que se llama Dirección General de Derechos de los Animales. Algo que, en primer lugar, es un insulto al sentido común y la inteligencia. ¿Derechos de los animales? Desde luego es algo asombroso.

Disparate ético

Francis Wolff, catedrático de filosofía en La Sorbona, que no es cualquier cosa, decía que equiparar a los animales con los humanos es un disparate ético. Y no es el único. Basta echar una ojeada a los clásicos para darse cuenta de que las declaraciones del máximo responsable del invento animalista, en las que deja ver tanta ignorancia como mala fe, inquina y odio hacia quienes no piensan como él, lo que, de manera automática, le debería invalidar no ya como alto cargo -cuya primera obligación es tender puentes y no dividir ni crear problemas donde no los hay- sino como simple político raso.

Que se monte una Dirección General para defender los derechos de seres que no son susceptibles de tenerlos -lo que no quiere decir que no haya que perseguir y condenar su maltrato- es como para echarse las manos a la cabeza y pensar dónde estamos. Pero que encima venga un gañán insultando a voces y gratuitamente, me parece sencillamente intolerable.

Como lo es el que se persiga por motivos ideológicos a los profesionales del toreo, a los que están dejando morir de hambre. O que, por lo mismo, se permita que los ganaderos se arruinen y tengan que llevar al matadero a unos animales creados para otro fin.

Yo no sé hasta donde vamos a llegar y qué es lo que se quiere hacer con España; lo que sí sé es que el camino que llevamos comienza a ser muy peligroso.

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