jueves, 25 de febrero de 2021

Cabrones, no derribáis la estatua del «dictador» Franco, sino la del héroe legionario que salvó a mi abuela Francisca de una muerte segura


El resentimiento de unos y la cobardía de otros coinciden en la pasión común por borrar toda huella del régimen de Franco en el que la mayoría de ellos crecieron y prosperaron. Era lógico que la Constitución de 1978 naciera infectada de relativismo, reverberos laicistas, añoranzas de lo peor de la República y un apenas soterrado revisionismo.

Cabrones, no derribáis la estatua del «dictador» Franco, sino la del héroe legionario que salvó a mi abuela Francisca de una muerte segura

Después de la derrota de los protestantes en la batalla de Mühlberg durante la guerra de Esmalcalda (1546/47), el ejército imperial estaba a las puertas de Wittenberg, de modo que el príncipe elector se vio obligado a firmar la ‘Capitulación de Wittenberg’, en la que entregaba la ciudad y renunciaba a su dignidad electoral.  El 23 de mayo de 1547, el emperador entró cabalgando a la ciudad y concurrió también a la iglesia del castillo, a visitar la tumba de su gran adversario Lutero. Algunos acompañantes de Carlos V pidieron al emperador que, aunque muerto, entregase a la hoguera los restos mortales del hereje. El emperador respondió: «Ha encontrado a su juez. Yo hago la guerra contra los vivos, no conta los muertos».

Con esta cita histórica, queremos comparar la grandeza moral de nuestros héroes legendarios con el sectarismo guerracivilista de los dirigentes españoles. El goteo hace que el hombre masa no perciba peligro, es la táctica de la rana y el agua hirviendo. Pero ese goteo incesante se ha convertido en riada y la rana quiere sobrevivir. Es la hora de decir ‘basta’.

El resentimiento de unos y la cobardía de otros coinciden en la pasión común por borrar toda huella del régimen de Franco en el que la mayoría de ellos crecieron y prosperaron. Era lógico que la Constitución de 1978 naciera infectada de relativismo, reverberos laicistas, añoranzas de lo peor de la República y un apenas soterrado revisionismo. Ese oneroso vacío alcanza en la actualidad términos extremos. Aniquilados los últimos valores que, aunque debilitados, todavía subsistían, las perspectivas de futuro son dantescas para España, para el Estado y para una sociedad que, desguazada de valores, asiste impasible a su destrucción.

Ese odio infinito a Franco se debe sobre todo a que no han podido borrar la figura inspirativa y el modelo que sigue siendo para muchos españoles. Me atrevería a decir que para millones de españoles. 

Y ello pese a las megatoneladas de basura propagandística que se han vertido contra su memoria, sin parangón con ningún otro personaje de nuestra historia. Ese odio inmarcesible, imperecedero, sin la más mínima posibilidad de sosiego y apaciguamiento, se crece por la inmensa humillación de que a Franco sólo pudo la muerte, y se crece también por la seguridad de su creciente recuerdo en las gentes más sencillas cuando comparan su obra con la de este y otros gobiernos de la democracia.

La última felonía antifranquista de los representantes de la castuza política española es, con diferencia, la más abyecta de todas. Ya no se trata de demoler la imagen del «dictador», sino también la del héroe que embutido en el traje legionario, muchos años antes de su proclamación como jefe del Estado, salvó a miles de mujeres y ancianos españoles de una muerte segura, entre ellos muchos antecesores de los diputados autonómicos del PSOE, PP y Vox en Melilla.

La Asamblea de la ciudad norteafricana, presidida por Ciudadanos, ha dado este lunes luz verde a la retirada de la estatua del teniente coronel Francisco Franco de la vía pública, una propuesta del Gobierno regional apoyada por los tres partidos que lo conforman -Coalición por Melilla (CPM), PSOE y Ciudadanos (Cs)- y del diputado no adscrito y expresidente de Vox, Jesús Delgado Aboy.

El PP, grupo mayoritario en la Cámara regional con 10 de sus 25 diputados, se ha abstenido, y Vox, que solo tiene un escaño, ha votado en contra.

Los tres partidos del Gobierno regional han celebrado con aplausos la aprobación de esta propuesta, con la que, según el partido mayoritario del Ejecutivo, CPM, Melilla inicia «ese camino hacia una democracia plena», pues la estatua «lo único que hacía era mantener a la ciudad anquilosada en el pasado».

Tras la infame decisión, mi mente viaja a 1921, poco después de la aniquilación del ejército español en Annual, perdidas las posiciones que defendían nuestras plazas en África, con el traidor Abdelkrim poniendo cerco a la ciudad de Melilla, rebosante de niños, mujeres, ancianos y heridos de guerra. No había hombres para defenderla. Al fin, en la amanecida del 24 de julio llegan dos banderas legionarias al puerto de Melilla. Millán Astray está al frente. Saluda de este modo al pueblo aterrorizado: «¡Melillenses!: Os saludamos, es La Legión que viene a salvaros, no temáis, nuestras vidas os lo garantizan..!».

Desembarcan los legionarios desfilando con paso alegre, firme y rápido, entonando «La Madelón» y «Los Voluntarios» al son de cornetas y tambores, haciendo demostraciones de armas, arrancando de la población vivas y aplausos. Entre ellos ya despuntaba la figura de un joven comandante de origen ferrolano llamado Francisco Franco. Entre las que vitoreaban a los salvadores legionarios estaba mi abuela Francisca. Acababa de perder a sus dos hermanos en Annual, cuyos restos descansan hoy en el panteón de los héroes del cementerio melillense, el espacio geográfico español con más valientes por metro cuadrado. Aquellos legionarios la salvaron de una muerte segura y sabe Dios de cuántas afrentas más.

En recuerdo de aquella jornada, Melilla dedicó una estatua al comandante Franco, que aún hoy se conserva en la entrada del puerto, junto a las murallas de la imponente Acrópolis. Los diputados locales del PSOE, de Ciudadanos y del partido bereber de Mustafá Abercham, tanto monta, llevan años obstinados en que la estatua desaparezca. Parece que esta vez sí lo han conseguido. 

1 comentario:

  1. Bendita sea la memoria eterna de los héroes y salvadores legionarios al mando del Comandante Franco.

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