miércoles, 3 de febrero de 2021

NIÑO DE LA CAPEA: “Para torear con temple, hay que tener mucho valor” / por Enrique Amat


El pasado 20 de enero de se cumplió el aniversario de la recordaba la faena  en 1974 de Pedro Moya Niño de la Capea al toro Alegrías, de la ganadería de Reyes Huerta en la plaza monumental de México. El torero salmantino, desde su finca, echa mano de la memoria.

NIÑO DE LA CAPEA:
 “Para torear con temple, hay que tener mucho valor”

Enrique Amat
Avance Taurino, 3 Enero 2021
“Fue una tarde muy bonita. Aquella corrida supuso mi entrada en la afición mexicana. Yo llevaba poco tiempo como matador de alternativa, y esa faena supuso un espaldarazo para que los mexicanos confiasen en mí como torero. Aunque luego pinché, a la faena pasó a los anales de la historia. Lo cierto es que sucedió una cosa muy curiosa. Y es que cuando estaba preparándome para entrar a matar, se desnudó una chica en el tendido y me tiró al ruedo el sujetador. Aquello me debió distrae, a mí y a todo el mundo y al final, entre unas cosas y otras, pinché al toro. Pero la faena fue importante e hizo que la gente me esperase y apostasen por mí en México.”

La tarde también tuvo su historia con la actuación de Manolo Martínez.

“Así es. La verdad es que nos tiraron un toro al corral a cada uno. Pero yo el desaguisado lo pude arreglar con la faena al toro Alegrías. Sin embargo, Manolo estuvo mal y se descaró con el juez de plaza y le multaron. Y cuando acabó la corrida y teníamos que abandonar el ruedo él, que era el más antiguo, me dijo: mano, sígueme. Y nos metimos en la enfermería y no salimos de ahí hasta las diez de la noche, porque la gente no estaba para bromas.”

Aquel Manolo Martínez era algo serio.

“Pues fue la gran figura de México durante muchos años. El torero es más importante que dio aquel país durante toda una época. Fue un mandón, pero además era muy respetuoso con la profesión y con los compañeros. Y eso sí, tenía un gesto muy característico. Y es que cuando salía un chaval del que decían que tenía maneras y que tenía condiciones, él pedía que lo acertelasen con él con una ganadería que él decía. Y si podía, le daba un repaso y le apartaba de circulación, pero toreando y en la plaza, no en los despachos como otros han hecho.”

Usted debutó en Valencia el día de San Vicente de 1972, un 10 de abril con Juan Luis Rodríguez y José Julio Granada con un encierro de Diego Romero. Y parece que aquel día comenzó un idilio con esta plaza.

“Sí, porque si bien no corté orejas, se produjo una conexión muy fuerte con el público. Aquel fue un día maravilloso. Siempre me han tenido como un torero muy suyo, tanto como matador y luego como ganadero, que siempre me dieron cancha en Valencia. Yo cuando debuté allí estaba muy poco hecho. Tenía todas las carencias de un torero nuevo. Pero tenía entrega y verdad, y quería hacer las cosas bien y aquello me dió un respeto con la afición y me tuvieron como suyo. En Valencia tuvo muchos triunfos y aquello me sirvió también muchos años para arrancar bien la temporada.”

Y hablando de sus comienzos, no se puede obviar la plaza de toros de Bilbao.

“Allí hice mis primeras armas como novillero sin caballos. En la peña La Cantera de Bilbao, de la que formaba parte el banderillero Joselito de la Cruz. Me dieron un día una txapela muy grande, que para lo chico que era yo, allí cabían tres capeas. Se me dió bien. Porque en Bilbao, ver a un chaval tan frágil como yo, frente a aquellos pedazo de novillos, la gente le dió mucha importancia. Tanto es así que prácticamente me apadrinaron e incluso tomé la alternativa allí un 19 de junio de 1972 con las cámaras de televisión en directo. Me lo dió Paco Camino en presencia de Paquirri, con toros de Lisardo Sánchez. La corrida tuvo mucha repercusión, porque fue transmitida por TVE. Pepe Alameda, un cronista que estaba exiliado en México y que fue un gran tratadista de toros, vino hacer la retransmisión y aquello fue un espectáculo. Le corté las dos orejas a un toro y fue una tarde importante. Paco Camino me dijo que esperaba mucho de mi carrera como torero. Pero que no debía dormirme. Que ese día empezaba todo, que tenía condiciones y que dependería de mí llegar a triunfar o no. Luego la confirmación fue en Madrid, con Palomo Linares y Paquirri, era una tarde en la que no podía fallar porque necesitaba abrirme paso. Le corté las tres orejas y abrí la puerta grande.”

Eso le puso en órbita.

“Sí, me abrió las puertas de las grandes ferias y me permitió torear mucho. Varias temporadas encabecé el escalafón, de 1975 a 1981. Y la verdad es que tuve una carrera importante. No me puedo quejar.”

Con todo lo que toreó, usted siempre ha hablado de la importancia del temple en el toro mexicano.

“Sí, en el de antes, el de mi época. Tenía una embestida templada y rítmica. Y había que tener mucho valor para poder acoplarse a aquella embestida tan pausada y tan lenta. Y es que se necsitaba tener un plus de valor, de seguridad y de temple. Porque para torear con temple hay que tener mucho valor. Yo siempre digo que existen dos miedos: al ímpetu del toro español y al temple del toro mexicano. Porque para pasarse la embestida más tiempo por delante y con más lentitud, hay que tener mucho aguante. Porque ese suspiro que dura una embestida hay que alargarlo cuando se templa. Luego, sin embargo, el famoso toro de Garfias de mi despedida en 1995. fue un toro fiero, subido de velocidad. Tuvo mucha emoción. Yo no me podía despedir sin un triunfo y le planté cara. Me ayudaron mucho las 45.000 personas que había en el tendido en una tarde fría,de lluvia y viento. Pero que acabarán gritándome lo de torero torero, eso me rompió el alma. Y en ese momento pensé que merecían la pena los más de veinte años de carrera que había tenido y cuando me llevaban en volandas, ver a la gente emocionada, que lloraba y todo, fue algo inolvidable. Incluso una mujer, cenando esa noche con Gabriel Aguirre, me dijo que había llorado. Que era la primera vez que iba a los toros y que yo le había transmitido muchos sentimientos desde el ruedo.”

Al final, el sentimiento y la entrega es lo que cuenta y lo que llena los tendidos

“Si uno se emociona con lo que está haciendo ahí abajo, eso transmite. Es lo bonito del toreo. El sentimiento, la pasión. A veces no hay que no ser tan técnico ni tan perfeccionista, sino tratar de expresar lo que uno lleva dentro.”

Usted ha sido torero de Bilbao, de Valencia, de Madrid, de México. En Salamanca siempre le costó más.

“Por las circunstancias, donde más me han apretado ha sido en mi tierra. Han sido muy duros, exigentes, incluso intransigentes. Pero eso lo tengo que agradecer, porque me motivaba para no dormirme los laureles, e intentar mejorar tarde la tarde. Por otro lado, América me ha maravillado. Lima, Bogotá, con esa alegría, ese color y esa entrega. Venezuela, y en Quito, esa emoción del cantar el himno antes de los festejos. Allí se sentía uno de orgulloso de ser torero y de representar a España. Y la entrega de la gente hacía que uno también se entregase en el ruedo. Lo llevaban a uno en volandas”.

En su época, finales de los 70 y la década de los 80, alternó muchas tardes con grandes figuras del toreo. Vamos a hacer un repaso por algunas de ellas. Por ejemplo, el torero que más le espoleó.

“José María Manzanares es el que más me ha presionado, incluso yo me agobiaba cuando toreaba con él. El siempre iba como algo tapado, a la sombra, pero yo tenía una competencia íntima con él y el conmigo, y eso me ayudó a tirar para adelante. Cuando toreábamos juntos, ambos hacíamos un esfuerzo. Nos picábamos, nos espoleábamos. Nos mirábamos con admiración y recelo, pero nos ayudamos a crecer los dos como toreros.”

Como salmantino, hay que hablar de El Viti y de Julio Robles

“El Viti fue maravilloso. Un ejemplo en la vida, tanto como torero como en lo personal. Por eso siento por él una gran admiración, cariño y respeto. Fue toda una figura del toreo y ha sido, es y será un señor. Con Robles viví dos épocas. En la primera etapa ,de novilleros y al principio de matadores de toros, nos enfrentó mucho la gente. Decían que yo era el rico y él era pobre y venía a buscar abrise camino y tampoco era así. Los entornos nos pusieron a uno en contra del otro. Pero fui su amigo y le descubrí cuando en el año 88 me retiré. A partir de ese momento, nos hicimos muy amigos. Tenía un fondo de persona extraordinario. Antes, con la competencia no lo supe ver, porque quienes nos rodeaban nos presionaron mucho, como digo. Y aquello no benefició a ninguno de los dos. Luego congeniamos, y tuvimos una gran amistad.”

Dámaso y el temple.

“La mano derecha de Dámaso González fue prodigiosa. Esa forma que tenía de embarcar a los toros, de someterlos, de templarlos, de aguantarlos. El era el temple, tenía una cualidad innata, pulseaba a los toros como nadie. Y con un sentido de la colocación impresionante. Un maestro.”

De Paquirri también hay mucho que decir.

“Paco tenía muchas agallas. Era un profesional como la copa de un pino. Se cuidaba y tenía una ambición y una afición sin límites. Y con esa muleta pequeña que utilizaba daba gusto ver como podía y sometía a los toros. Tenía amor propio, mucha ambición. Y luego, un sensacional estilo estoqueador. Cuando se perfilaba para entrar a matar, ya sabías que al toro lo iba a partir. Un colosal matador de toros”.

Y su padrino, Paco Camino.

“En la plaza era la inteligencia personificada. Conocía los toros como nadie, y tenía una intuición para adivinar su comportamiento nada más saltaban al ruedo. Como si los hubiera criado él mismo. Tenía un gran sentido de la colocación, una cabeza privilegiada, y sobre todo, una naturalidad en el manejo de las telas asombrosa.”

Hablando de Paquirri y su estilo estoqueador, a usted en su momento le llegaron a llamar pinchauvas.

“Bueno, es verdad. Yo dejé de cortar muchas orejas porque no mataba los toros. Pero luego al final acabé cogiendo un tranquillo y el sitio. Daba un pasito y metía la mano con mucha efectividad. Eso sí, los toros importantes los maté siempre recibiendo y por derecho. El de Manolo González, Cumbreño, en Madrid, el de Victorino de los seis toros, a Manchadito, al que le corté el rabo en México. Lo cierto es que a los que tuve que matar los maté recibiendo y como Dios manda.”

Luego se hizo ganadero. No corren buenos tiempos.

“La verdad es que el año 2020 ha sido muy duro para todos. Una ruina. Nosotros, gracias a Dios, toreamos mucho en casa. Mi hijo y mi yerno Perera, los cuñados. Siempre hay gente por casa y por lo menos se matan toros. Pero no es lo mismo, claro.”

Se ha especializado en festejos de rejones.

“La razón por la que estoy más presente en estas corridas de rejones es porque yo tuve una mala racha, en la que se me caían bastante los toros, les faltaba un poquito de fuerza. Y entonces llegó Pablo Hermoso de Mendoza, la gran figura de su escalafón, y me dijo que mis toros eran ideales para el rejoneo. Y entre el temor a no triunfar en la lidia de a pie por eso de las fuerzas, y estar anunciado en las corridas de las figuras de rejones, pues igual me acomodé. Pero yo sigo apostando por el toreo a pie. Al margen de que sirvan para el caballo.”

Para ser criador de reses bravas, eligió el encaste Murube

“A mí me apoderaban los Choperitas, que a su vez tenían como veedor en el campo a Julio Pérez Vito, quien a su vez tenía mucha relación con la casa Urquijo. Éste decidió vender todos los añojos y dos sementales y era una gran oportunidad. Me lo dijo José Antonio Chopera y tiramos para adelante. Entre eso, compré también una punta de El Pilar de Matías Bernardos y tuve las dos cosas juntas. Con el tiempo quité lo de Domecq y me centré en recuperar lo de Urquijo para luchar por la supervivencia de este encaste. Y estoy muy contento.”

Y con toros importantes en su ganadería, como Pesetero.

“Sí, es un toro con el que hice mi presentación como ganadero en Salamanca. Fíjate qué responsabilidad. Y Ortega Cano me lo indultó. Fue un astado muy importante y que luego padreó muy bien como semental.”

Y Romerito.

“Tiene gracia acordarse de Romerito, un toro que le dejé a Antoñete. Luego me lo devolvió. Aquí conmigo era un cabroncete, tenía muy mal manejo. Seguro que el maestro le puso hasta arriba de nicotina de tanto que fumaba, porque volvió muy resabiado. Son anécdotas del toreo.”

En su carrera también hubo cornadas graves, como la del toro de Cebada Gago en Sevilla entrando a matar.

“Una cornada muy dura. Incluso ahora mismo todavía sigo teniendo secuelas de la misma. Tanto es así, que el pie derecho se me queda frío muchas veces. Yo anduve cojo después de la cornada media temporada, pero eché mano de mi fuerza de voluntad y de mi amor propio. No me acobardé y terminé la temporada. Y luego me fui a México y aquello me ayudó mucho y fue un punto muy importante para seguir. Y pude inmortalizar toro Guitarrero de San Martín en la plaza de Guadalajara. Fue una de las faenas más importantes de las que hecho.”

Usted estuvo siempre muy bien acompañado por la gente de su cuadrilla.

“El Tito de San Bernardo, que en paz descanse, fue un maestro. Fue una gran figura de lo suyo. Llevaba larguísimos a los toros, prácticamente con un solo capotazo, de lo largo que lo daba, descubría el pitón de cada toro. Tenía mucha templanza y para mí fue un maestro. En cuanto a El Brujo, fue un banderillero extraordinario. Y además un gran aficionado. Y que siempre tuvo la gallardía de decirme las cosas de frente y por derecho. No me dió ninguna coba, me decía la verdad y me hablaba con franqueza porque me quería ayudar a corregir los defectos. Seguramente, sin la presencia de Juan no hubiera llegado a tanto. Me hablaba muy bien, de frente y por derecho, y me hizo evolucionar como torero.”

El año pasado estuvo a punto de torear un festival en Medina del Campo, pero la dichosa pandemia se lo llevó por delante.

“Así es, yo iba con mucha ilusión y estaba muy preparado. Me encontraba en un momento muy bueno. Estaba entrenando a tope y llegaba en mi momento y en mi punto. Además, en mi entorno, El Juli, Perera, Garrido no quieren que me descuide. Siempre me dicen que quieren compartir cartel con un torero del siglo XX como yo y aquí me tienen siempre caminando y entrenando. A ver si este año puede ser.”

1 comentario:

  1. Echo de menos a "Chabolita" y recuerdo la paliza que me dio una becerra Murube el año que estaba acabando el chalet.

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