sábado, 13 de marzo de 2021

Afrenta del ministro del Interior a la Guardia Civil / por Casimiro García Abadillo

El tremendo error que ha cometido ahora el ministro es que, con su veto, no sólo ha cometido la injusticia de impedir el ascenso a un servidor público que ha cumplido siempre con su deber, sino que ha desautorizado al alto mando del cuerpo, que tomó una decisión bajo un prisma estrictamente profesional.


Afrenta del ministro del Interior a la Guardia Civil.

Casimiro García Abadillo
«Nunca he visto una transformación tan radical como la del ministro del Interior». El comentario procede de una persona vinculada a la lucha contra ETA y, en otro tiempo, colaboradora del entonces juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska.

Mi interlocutor atribuye la mutación a «una mezcla de soberbia e inseguridad, que le lleva a actuar con tics abiertamente autoritarios».

Esta semana, el ministro ha modificado el estatus del Gabinete de Coordinación y Estudios del ministerio para transformarlo en un órgano netamente político, y así poder dar acomodo al comisario José Antonio Rodríguez (conocido en el cuerpo como Lenin por su orientación ideológica), persona clave para sostener que el equipo del anterior gobierno hizo un mal uso de los fondos reservados en la llamada Operación Kitchen.

Un día después de que el Consejo de Ministros diera luz verde al ascenso de Lenin, el BOE publicaba los ascensos a general en la Guardia Civil. Pues bien, a pesar de que el coronel Diego Pérez de los Cobos logró el primer puesto en la calificación del Consejo Superior de la Guardia Civil (cuyos miembros son todos los generales en activo de la Benemérita), el ministro del Interior le vetó, en una decisión que no tiene precedentes, adelantada por El Confidencial.

La decisión de Grande Marlaska ha sido interpretada por la cúpula de la Guardia Civil como una desautorización en toda regla. Nunca antes se había producido un situación similar.

El malestar no sólo se ha producido en el cuerpo armado, sino también en el Ministerio de Defensa, cuyo titular es el que, formalmente, propone los nombramientos de generales al Consejo de Ministro. Las tensiones entre Grande Marlaska y Margarita Robles han sido una constante casi desde el mismo momento en que ambos ocuparon sus puestos en el gobierno presidido por Pedro Sánchez.

El disgusto de Robles es evidente si observamos la literalidad del BOE sobre los nombramientos de los coroneles que optaban al generalato. Hasta esta semana, la fórmula utilizada era la siguiente: «A propuesta de la Ministra de Defensa, oído el Ministro del Interior…». Sin embargo, la literalidad del BOE del pasado miércoles 9 de marzo cambia sustancialmente: «A propuesta de la Ministra de Defensa, según la trasladada por el Ministro del Interior…». Que es como decir: cada palo que aguante su vela.

Es evidente que la ministra de Defensa no ha querido asumir la decisión del titular de Interior, que hay que enmarcar en un pique personal e irracional con el que fuera responsable de las fuerzas de seguridad en el operativo llevado a cabo con motivo del referéndum ilegal del 1-O.

El enfrentamiento con Pérez de los Cobos, que en esa época era el responsable del Gabinete de Coordinación del Ministerio del Interior, no tiene su origen en los acontecimientos del 1 de octubre de 2017.

El coronel había dejado la dirección del Gabinete Técnico en febrero de 2018, para hacerse cargo de la jefatura de la Comandancia de Madrid de la Guardia Civil.

A Pérez de los Cobos le sustituyó en el cargo el coronel de la Guardia Civil Juan Hernández Mosquera, que fue destituido por Grande Marlaska para colocar en su puesto a José Antonio Rodríguez (Lenin). Poco después, el 1 de agosto de 2018, el ministro cesó a otro guardia civil, el coronel Manuel Sánchez Corbí, como responsable de la UCO por «falta de confianza».

Como suele decirse, no hay dos sin tres. Y la tercera afrenta a la Guardia Civil ha sido seguramente la más sangrante. El 24 de mayo de 2020 el coronel Pérez de los Cobos fue cesado fulminantemente en lo que, en su primera versión, el ministro calificó como reestructuración interna. Luego se supo que el motivo que esgrimió la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, para su destitución fue que Pérez de los Cobos se había negado a informar a sus superiores de una investigación judicial en curso y que tenía que ver con la autorización en Madrid de las manifestaciones por el 8-M, cuando ya se tenía noticia de la expansión del Covid-19.

El coronel se defendió argumentando que la información sobre una investigación en curso y sometida a secreto hubiera comportado un flagrante delito. De hecho, el coronel recurrió su destitución en una causa que se sigue en la Audiencia Nacional y cuyo juicio oral comenzará en las próximas semanas.

Grandes Marlaska no le ha perdonado al coronel que, en lugar de achantarse, defendiera su actuación, provocando así duras sesiones en el Congreso de los Diputados, en las que el titular de Interior tuvo que soportar que la oposición le acusara de mentir.

Que el ministro tiene poco apego a la verdad es algo más que una sospecha. El pasado 3 de junio, en respuesta al portavoz de Ciudadanos, Edmundo Val, que le acusó precisamente de haber mentido en relación a la verdadera causa de la destitución del coronel, Grande Marlaska afirmó en una tensa sesión en el Congreso de los Diputados: «Yo no quiero decir más porque tengo respeto a la carrera profesional del señor Pérez de los Cobos. Ustedes están intentando indagar en más razones y perturbar esa carrera profesional y yo no estoy por la labor». El respeto del ministro hacia la carrera del coronel ha quedado ahora acreditado con su personal y arbitrario veto a su merecido ascenso a general.

El tremendo error que ha cometido ahora el ministro es que, con su veto, no sólo ha cometido la injusticia de impedir el ascenso a un servidor público que ha cumplido siempre con su deber, sino que ha desautorizado al alto mando del cuerpo, que tomó una decisión bajo un prisma estrictamente profesional.

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