Hemos llegado a un punto respecto a los toros que, aunque volviésemos a la normalidad, nada será como antes. Es como una infidelidad que, por mucho que se perdone siempre quedan secuelas incurables; en los toros sucede lo mismo. Tras todo lo que ha acontecido, aunque volvamos a la normalidad, el tratamiento hacia la fiesta será siempre muy distinto a lo que un día conocimos. Hay miles de toros en las dehesas que, como es notorio, comen todos los días, personas trabajado en las fincas, camiones parados, mayorales sin que puedan ver un horizonte nuevo o esperanzador; y no digamos de los toreros que, para ellos, la hecatombe no ha podido ser mayor.
Si hasta que llegó la pandemia el pastel de mundo de los toros, respecto a los toreros, se lo repartían entre cuatro, imaginemos ahora con la situación que estamos viviendo. Los cuatro ricos del escalafón seguirán viviendo opíparamente con lo que han ganado pero, el noventa por ciento de los toreros, aunque volvamos a la normalidad, el hambre la tienen asegurada; y no mentemos al mundo de los subalternos porque entonces lloramos a lágrima viva. Como digo, una maldición en toda regla hacia un sector que, en definitiva, lo único que hacían eran divertir a la gente, sacarla de su hábitat natural, evadirle de sus problemas y, en definitiva, aunque fuera por un par de horas, que tuvieran una tarde placentera viendo un espectáculo taurino pero, por momentos, como está sucediendo ahora, parece que las maldiciones caen siempre contra los que no las merecen. Esas blasfemias de las que hablo podían caer en las huestes de los comunistas que nos rigen el país, pero no, ellos están salvaguardados de todo para seguir viviendo como ricos.
Como diría un buen católico, son pruebas de Dios pero, hay que ver el precio tal alto que se pagan por dichas pruebas. No sé lo que sucederá en años venideros o en fechas más o menos próximas pero, como dato importantísimo vemos como la empresa de Leganés, implora que, en el peor de los casos, le permitan la entrada para mil quinientas personas, cosa muy lógica porque en Madrid se han celebrado otro tipo de espectáculos con más aforo del antes citado. Valor si tiene Alberto García por querer dar este festejo que, como el mundo adivina, quisiera ver el reparto general tras celebrar el espectáculo.
En el presente año, por mucho que se den toros, algo que deseo con todas las fuerzas de mi alma, todos los festejos estarán rociados por el hambre y la miseria. Si en épocas de esplendor, alguna que otra figura del toreo dejaba de pagar a sus subalternos aludiendo que el dinero lo necesitaba para hacerse trajes nuevos, imaginemos la triste y macabra realidad que vivimos en estos tiempos nefastos. Vamos que, no cobraba ni el sastre. Y si todo eso pasaba cuando el dinero corría a raudales, cerremos los ojos y contemplemos la realidad, es decir, démosle rienda suelta a nuestra imaginación y veremos la cruel realidad de la que hablo.
En el mundo de los toros lo hemos pagado todo muy caro; la pandemia y las circunstancias que la han rodeado y, lo que es peor, todo lo que se nos avecina. Si hasta la fecha el dinero que había se lo llevaban los cuatro elegidos, a partir de este instante, hasta esos preferidos tendrán que rebajar su caché de forma alarmante.
Y la pregunta, además de inevitable es siempre la misma: ¿Qué pasará con el enorme colectivo de toreros que nos son figuras y no pueden exigir nada? ¿Tendrán que pagar por torear como ocurre con los novilleros? Concienciémonos todos de la gravedad del problema; recemos para que todo vuelva a la normalidad y, en el peor de los casos, que nos quedemos como estábamos porque, de lo contrario, Cáritas tendrá que asistir a los toreros aunque sigan jugándose la vida porque, si tienen que hacerlo gratis, el que sepa resolver el crucigrama que me lo explique.
La maldición para el mundo de los toros ha sido tan grande que, muchísimos de los componentes del mundo taurino, en la actualidad han tenido que acudir a Cáritas como tabla de salvación.
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