martes, 16 de marzo de 2021

Los toros sufren cáncer con metástasis / por José Luis Barrachina Susarte

 El mayor cáncer del toreo es hacer un toro que no moleste, porque el bravo exige, molesta y hace sudar. Estas rotundas palabras que pronunció Victorino Martín deberían estar cinceladas con oro y martillo en cada piedra de la cabaña brava española, y al tratar de analizar el fundamento que causó esta afirmación por parte del insigne ganadero, se debe empezar a buscar en la propia fuente. 

SUSARTE EN ESTADO PURO: 
Los toros sufren cáncer con metástasis

Toros de Lidia /16 marzo, 202
¿A quién le interesa que las corridas de toros sean como las reconstruidas este fin de semana en Ubrique? ¿Apetece ver esos zapatitos de Jandilla yendo y viniendo? ¿O los inválidos de Cuvillo cayendo moribundos? ¿Acaso la motivación la ponen esos comentaristas desgañitándose en vender gato por liebre? Cada cual es muy dueño de verlo del color con el que se mire, pero incluso el toro de tercera debe aportar su poquito de emoción para que el espectáculo apetezca.

El mayor cáncer del toreo es hacer un toro que no moleste, porque el bravo exige, molesta y hace sudar. Estas rotundas palabras que pronunció Victorino Martín deberían estar cinceladas con oro y martillo en cada piedra de la cabaña brava española, y al tratar de analizar el fundamento que causó esta afirmación por parte del insigne ganadero, se debe empezar a buscar en la propia fuente. La única vez en mi vida que tuve la oportunidad de hablar con él fue durante una breve tertulia en la que le pregunté con tanta diplomacia como reserva, que si a su juicio el problema al que aludía con mi primera frase podía deberse a cierta gente de dentro del toro. A lo que don Victorino me contestó categóricamente y sin reservas: No tenga usted la menor duda, de todas, todas.

Tirando del hilo que se quedó colgando en aquella conversación, uno se pregunta si sería posible averiguar -con nombres y apellidos- a los enemigos que tenemos dentro. Porque, ¿a quién beneficia la proliferación de ese toro que no molesta? ¿A quiénes tienen que ponerse delante? ¿Sólo a ellos o también a sus promotores, antes llamados apoderados? ¿Tendría algo que ver con que estos últimos también son los gestores de las plazas? ¿Se debe incluir en esta responsabilidad a los ganaderos o ellos se limitan a adaptarse a este medio de vida para poder subsistir? ¿Y los periodistas que hacen gordo todo este caldo sin el menor espíritu de crítica y a sabiendas de lo que saben?

Todos los arriba mencionados saben perfectamente que la bravura se mide en el caballo, y también saben que si en el tentadero una res es brava con el picador, posiblemente tendrá la ocasión de demostrarlo durante el resto de la lidia -o tal vez no-, pero que lo contrario es un imposible, porque cuando se baja la mano en la exigencia del tercio de varas, a lo mejor veremos un carrusel con la muleta -tampoco está garantizado- pero se está yendo en contra de la esencia y base de una corrida de toros. Todos ellos lo saben, pero cada cual va a lo suyo, y no digo yo que esto sea por maldad, porque comer es fundamental, pero estas son lentejas sin futuro para los que viven de ellas y es obvio que los platos cada vez son más exiguos y alcanzan a menos beneficiarios.

Ahora la pandemia, tan malvada para la mayoría de nosotros, la están pintando calva los que quieren acabar con Madrid como plaza de temporada. Este fin de semana en la Villa y Corte habrá tantos conciertos a los que asistirá todo tipo de público, y en la Gran Vía no paran de anunciar espectáculos nuevos, lo cual es algo estupendo. Entonces, ¿dónde está aquí la falta de idoneidad para dar toros? ¿Cuáles son las verdaderas razones? ¿Es más rentable que las Ventas únicamente sea plaza para dar determinados ciclos? 

Métansela doblada a su tía quienes han decidido esperar a Otoño, yendo todos de la manita, a lo suyo, confiados en que posiblemente les valga para aguantar hasta sus cercanas jubilaciones, pero si Madrid no se reafirma como plaza de temporada, ese final que nos resistimos a aceptar como algo posible, llegará como en Barcelona y seguro que peor, porque su efecto se hará extensivo sin posibilidad de paliativos.

Si la tauromaquia está destinada a morir, quisiera verla morir con honor y como se merece, cuando los taurófilos dejemos de ir a las plazas, y no cuando alguien ajeno me lo quiera imponer. Me juego un pincho de tortilla y una caña a que cuando Gabriel García Márquez lo pensó, no podía imaginarse que los taurófilos dejaríamos de ir a las plazas porque nos lo impusieran desde dentro.

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