Hay quien critica que Isabel Díaz Ayuso haya organizado un festejo taurino en Las Ventas para el próximo 2 de mayo, arguyendo que se trata de una decisión electoralista del Partido Popular un par de días antes de las votaciones a la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Sea cual sea la razón, que se abra de nuevo un coso, especialmente en estos delicados momentos, ha de ser motivo de alegría porque puede servir para demostrar la seguridad de las plazas de toros en tiempos de coronavirus y suponer el inicio de una ansiada programación taurina.
Hay quien critica que VOX se muestre abiertamente favorable a la Tauromaquia e incluya en su ideario un apoyo incondicional con propuestas concretas para su protección, fomento y promoción. Sin embargo, se trata de una postura que no debería incomodar a los aficionados sino alegrarles, sobre todo ahora que hay formaciones políticas claramente posicionadas en el anti-taurinismo.
Hay quien critica que Unidas Podemos y Compromís entre otros, ataquen frontalmente al toreo y pretendan acabar con él. Se argumenta con razón que prohibir una actividad protegida por ley y por la Constitución sería un delito de prevaricación y una decisión arbitraria y dictatorial en contra de la manera de entender la vida, de la libertad y de los derechos de los ciudadanos.
Si no hubiese antis no harían falta pro. Así que bienvenidos todos cuantos quieran remar a favor de la causa taurómaca. Y más teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de profesionales del mundo de los toros son auténticos inmovilistas que ven pasar por delante el lobo que quiere devorarles sin mostrar la mínima preocupación y, lo que es peor, sin buscar remedios ni mucho menos acertar a encontrarlos.
Hay quien critica que Morante de la Puebla saliera a la palestra y arremetiese contra los políticos para reivindicar que en Sevilla se pudieran celebrar corridas en las mismas condiciones que en la actualidad se están llevando a cabo otras actividades lúdicas, deportivas y culturales. Y mientras, la práctica totalidad de compañeros guardaban un silencio que sólo rompieron demasiado tarde, cuando las instancias gubernamentales ya habían desestimado la posibilidad de permitir un aforo del 50% en La Maestranza.
El sector taurino parece estar aborregado. Cada vez se asemeja más a los sindicatos de hoy en día, subyugados a las directrices del Gobierno. No era de imaginar que, con la que le está cayendo al proletariado, con una crisis económica de dimensiones incalculables y lo que ello supone en cuanto a pérdida de poder adquisitivo y de derechos adquiridos, con más gente en la cola del paro de la que se pueda contabilizar, las asociaciones de trabajadores, no sólo no osen a movilizarse, sino que ni se atrevan a pronunciar la mínima crítica. Claro, que el Gobierno haya amentado en un 56% el presupuesto para subvencionarles, inyectándoles casi 14 millones de euros, igual lo explica todo. Pero la tauromaquia no es una agrupación sindical ni recibe un céntimo de estas prebendas amordazadoras.
Quizá por eso sorprende la posición que está tomando la Fundación del Toro de Lidia, ocupada en organizar espectáculos que, gracias a la bajada de caché de los actuantes, generen beneficios para programar novilladas, cuando su máxima obsesión debería ser conseguir la viabilidad económica de ese tipo de festejos y, sobre todo, defender la Tauromaquia a capa y espada, como los sindicatos de antes, no sumándose a la actitud cómplice de los de ahora.
Dejar de criticar a diestro y siniestro, aprovechar los apoyos y ponerse a trabajar de forma reivindicativa y eficaz es la única clave para que el toreo se perpetúe. Lo demás son paparruchas.
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