Lo mejor para los Ramos
Quiero decir que un tío normal, alguien al que España entera está crucificando por haber fallado un penalti, no tiene la osadía de marcarse un panenkazo en la siguiente ocasión que tiene de lanzar otro; Ramos sí, Sergio no es normal, Sergio Ramos es soberbio en el doble sentido del término, orgulloso y extraordinario. La mayoría de los genios lo son y, podrá caerte mejor o peor, pero Ramos es un genio de lo suyo. Así que yo no veo que Sergio diga ahora, de repente, que se queda porque, insisto, eso supondría la admisión pública de que Florentino tenía razón y él no. Y porque, además, en el caso de decir "sí, quiero" en este momento, siempre habría alguien dispuesto a recordar (por ejemplo, un servidor) que Ramos acepta porque no tiene otra oferta mejor que la del Real Madrid. Y, además, creo que Sergio quiere demostrar que sí las tiene, que tiene mejores ofertas y, como pasó por ejemplo con Cristiano, evidenciar que, sin él en el equipo, no habrá un mañana para un club con 84 años de existencia más que él. A Alfredo di Stéfano, que es de largo la leyenda más importante del Real Madrid, le pasó lo mismo. Pero, oh, la saeta, el cantar (como reza la canción de Serrat) se fue y ahí sigue el estadio Santiago Bernabéu, exactamente en el mismo sitio que lo dejó uno de los dos hombres que cambió la historia del madridismo.
Así que no creo que Ramos diga ahora que sí por todos esos motivos y porque, además, se ha demostrado que es una falacia decir que el Madrid no gana sin él. Sin él el Real Madrid ha ganado, ha perdido y ha empatado, lo mismo que con él en el campo.
Y sin un líder tan enérgico como él, un Real Madrid cogido entre algodones y con 60 lesiones, ha muerto con dignidad en la orilla de la Champions y aún está peleando por la Liga. Y porque, por si todo ello fuera poco y tal y como se enseña en mecánica, cuando un objeto se sumerge en un fluido, éste desplaza un volumen de líquido igual al volumen del objeto. O lo que es lo mismo: el espacio vacante que dejó Ramos fue ocupado por Nacho o por Militao, que han demostrado estar a la altura de las circunstancias.
Otro asunto es el biológico. Ramos, gracias a Dios, cumple años, y el lema ese de campaña de que no se lesiona pese a su edad y que puede jugar hasta los 40 se ha demostrado también falaz. Esta temporada Sergio se ha lesionado más que nunca a lo largo de toda su carrera y se ha perdido más partidos que en toda su vida profesional. Cuando no ha sido el bíceps femoral ha sido el menisco y cuando no, como en la última ocasión, una tendinosis. Esto no es en absoluto casual y está estrechamente relacionado con la oferta de un año que le trasladó el club, que tiene que velar por sus propios intereses y, como dijo Florentino en El Chiringuito, renovarse si no quiere morir. Sergio es un profesional tremendo, ama profundamente el fútbol, pero lleva 16 años jugando al máximo nivel, forzando la máquina muchas veces para estar con sus compañeros, castigándose. Esa entrega le va a pasar (le está pasando ya de hecho) una inevitable factura, pero gracias también a eso ha sido titularísimo en el mejor club deportivo de la historia y el futbolista mejor pagado del Real Madrid. Lo normal es deducir que esto que le ha pasado a Ramos este año pasará a ser habitual en el futuro inmediato, de ahí que el Madrid tenga esa norma de ir año a año cuando se trata de jugadores con una determinada edad.
Todo le ha salido mal a Sergio en su batalla particular, todo. Se ha lesionado más que nunca y el espacio que ha dejado vacante lo han ocupado otros compañeros que lo han hecho tan bien o mejor incluso que él. Hace meses que quedó meridianamente claro que el club estaba en lo cierto y él equivocado y, como decía, ya nadie espera un movimiento de fichas sorprendente. Si, al final, Sergio se queda, se quedará mal. Lo mejor para él, en mi opinión, es que le pegue un estacazo bueno si puede al jeque y juegue en el PSG hasta los 38 años o incluso más allá demostrando lo que, desafortunadamente para el Madrid, no ha podido demostrar aquí. Habrá que desearle suerte y habrá que agradecerle sus innumerables y, la mayoría de las veces, inmejorables servicios prestados. París es una buena ciudad. Es lo mejor para los Ramos.
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