Se han lidiado toros de tres ganaderías, Jandilla, Garcigrande y Núñez del Cuvillo. Salvo el segundo de Roca Rey, ejemplar de Garcigrande, lo demás ha sido todo para olvidar. Queremos que todos los toros sean como nosotros deseamos pero, si fallamos los seres humanos, ¿qué podemos esperar de seres irracionales como son los toros?
Roca Rey ha batallado contra su primer enemigo en el que ha estado valiente, un toro sin convicción alguna que pasaba y volvía, pero sin emoción alguna. Un animal más tonto que Ada Colau que ya es decir. Lo cierto y verdad es que este diestro no regatea esfuerzo, algo digno de encomio. Es valiente, atrevido, diverso en su quehacer y no aburre a nadie; o quizás aburra a todos, depende del toro que tenga delante porque, en su primero y tercero, su labor ha sido insulsa como pocas. En su segundo, esa alma de la caridad que suele salir por toriles, Roca Rey ha toreado a placer en todo su ingente repertorio. Incontables los pases que le ha dado a este animalito, siempre, eso sí, con esa disposición que hace gala. Nada ha dejado por hacer y como ha matado de una gran estocada, al igual que sus otros enemigos, le han dado las dos orejas. No es menos cierto que, tras lo visto, en la plaza se palpaba la sensación de que al que esperaban era a Pablo Aguado, con todos los respetos para el diestro peruano que, insisto, en el momento en que actúa es un torero muy efectivo, de enorme calado, el problema es cuando acaba el festejo que nadie se acuerda de nada.
Pablo Aguado era el esperado pero, no ha tenido el toro que él necesita. En su primero, un manso aquerenciado que solo buscaba tablas y no quería pelea alguna, Aguado lo ha matado como Dios le ha dado a entender. En su segundo enemigo, afortunadamente, se ha inspirado con el capote y nos ha dado una sinfonía capotera, algo inusual con el permiso de Morante y de Finito. La forma de mecer el capote de Aguado es todo un espectáculo al más alto nivel. Para mí, dicho toro, que prometía mucho, se lo han matado en varas y ha llegado a la muleta sin fuerza alguna y, lo que es peor, sin opciones para el triunfo de este artista singular que, con el capote nos ha llevado al paraíso.
En el último de la tarde, el cuvillito, parecía pero al final tampoco ha podido ser. Le ha arrancado siete muletazos de una belleza sublime pero, ahí ha muerto todo. Ha entrado a matar con mucha convicción y se ha quedado prendido entre los pitones sufriendo una horrible cogida que, pudo haber tenido peores consecuencias. Al parecer tiene una cornada grave de la que deseamos se repongo muy pronto, al igual que el banderillero Juan José Domínguez que, si de dramatismo hablamos, torero y subalterno ha sufrido los horrores de la cornada envuelta en sangre.
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