Lo cierto es que el vuelco es absoluto: al ser un derecho humano, cualquier restricción que quiera introducir un estado soberano a la práctica del aborto será un recorte de derechos inadmisible, pondrá al país de que se trate al nivel los regímenes de naciones denostadas y sometidas a sanciones y ostracismo. Porque no se pueden restringir los derechos humanos.
Y, como es un derecho humano, la postura provida, aún vigorosa en muchos países, supondrá posicionarse contra los Derechos Humanos. Los hospitales no podrán negarse en ningún caso a prestar como servicio lo que es, al fin, un derecho humano, y dará igual si son católicos y consideran que prestar ese ‘servicio’ supone colaborar con un crimen inexpresable contra una criatura inocente. Porque es un derecho humano.
Y como es un derecho humano, las creencias que postulen que, por el contrario, es una ignominia de nuestra civilización esa de masacrar a los niños en el vientre de su madre, y hacerlo a una escala industrial, de cadena de montaje, acabarán siendo censuradas, condenadas y convirtiéndose, como hace dos mil años, en ‘religión ilícita’.
Nadie puede negarse a someterse a un derecho humano, no vale la objeción de conciencia aquí, porque es un derecho humano, de modo que cualquier médico convencido de que eso es un crimen tendrá que elegir entre traicionar su fe y su conciencia o perder su forma de ganarse la vida y quizá arriesgar la cárcel. Porque es un derecho humano.
La opinión provida ha ganado mucho terreno. El abortismo se impuso en el mundo en buena medida porque se impuso en el ‘gendarme del mundo’, Estados Unidos, allá por los años sesenta del pasado siglo. Pero hoy es mayoritaria en ese mismo país. Hoy en Estados Unidos apenas hay mejor predictor de la victoria electoral que ser provida, y estado tras estado desafía al régimen de Planned Parenthood aprobando leyes contra el aborto aunque tengan pocas posibilidades de sobrevivir a una demanda en los tribunales.
Pero aquí, en nuestro malhadado Viejo Continente, hemos decidido que es un derecho humano y, ¿cómo organizar la oposición a un derecho humano? En España se prepara una ley para penalizar a quienes en la propia calle, cerca de los abortorios, ofrezcan a las madres gestantes opciones para traer a su hijo al mundo. Lo que resulta lógico si abortar es un derecho humano.
En su universal y salvaje ataque a Hungría por osar aprobar una ley que trata de impedir la propaganda LGTBI y la pornografía dirigidas a menores, numerosos líderes comunitarios han invocado los ‘valores europeos’. Ardo en deseos de conocer cuáles son esos valores, y por qué han decidido que son específicamente europeos. Ahora sé, al menos, que uno de ellos es la Cultura de la Muerte, que acabar con los niños que aún no han visto la luz es para ‘Europa’ (añadan comillas, más comillas) es un ‘derecho humano’. No un expediente jurídico, no una medida prudencial: un derecho humano, inalienable, inatacable.
La nueva Europa, así, se construye sobre la sangre de sus hijos no nacidos, como en los viejos y atroces rituales paganos. No le auguro un gran futuro sobre esos cimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario