sábado, 3 de julio de 2021

El radical deseo de Morante / por Manuel Viera

Uno tiene la sensación de que al torero de La Puebla cuanto más le avanza el tiempo más echa de menos el pasado. Ahora, quizá, pasa por momentos en el que adquiere tono memorialista de maestros de épocas pretéritas. Y se reordena interiormente atendiendo a las diferentes etapas de la lidia. Su compromiso con el arte no se agota, sino que se empeña en bucear por el pasado deparando inagotables sorpresas.


El radical deseo de Morante

No sólo supuso un monumento al toreo, sino que fue además un homenaje a la naturalidad. A la torería. Toda una colección de despaciosos trazos que estaban llamados a salir triunfantes sobre el más diferencial de los conceptos. Fueron realmente extraordinarios. De una calidad inigualable. De gran categoría y personalidad. Poderosos y contundentes. Pero al mismo tiempo tan íntimos como brillantes.

Viéndole torear así el pasado domingo en Alicante, y hacerlo con el toro exigido, por ideal, para esculpir su obra ¿de qué se aburre Morante? ¿Del toro bueno que va “p’alla y p’acá”? ¿”De garcigrandes y juampedros”? ¿Mejor con miuras o con los de Prieto de la Cal? De nada, no se aburre de nada. Sólo es un tío listo que quiere dar nuevas respuestas a la vieja necesidad de la emoción. Difícil tarea con lo que está dispuesto a lidiar. Aunque redescubrirá la esencia en los pequeños o grandes detalles, tras las complejas embestidas, para que el toreo vuelva a brotar.

Uno tiene la sensación de que al torero de La Puebla cuanto más le avanza el tiempo más echa de menos el pasado. Ahora, quizá, pasa por momentos en el que adquiere tono memorialista de maestros de épocas pretéritas. Y se reordena interiormente atendiendo a las diferentes etapas de la lidia. Su compromiso con el arte no se agota, sino que se empeña en bucear por el pasado deparando inagotables sorpresas. De ahí este planteamiento en el radical deseo de cambiar de encastes. Una idea que le ha de proporcionar un prolijo recorrido por los diferentes episodios de la historia del toreo. No inventa, sino que imagina e interfiere a partir de las evidencias de las que dispone. Es la apariencia de una obsesión. La capacidad para sorprender.

El impacto radicaría, entonces, en la fuerza de expresión ante ese comportamiento al límite de un toro no concebido para la excelencia. Él hace un toreo fascinante. Un arte asistido por la inteligencia. Es una mente que sueña. De ideas muchas veces desconcertantes, pero repleto de posibilidades. No es el caso de ir a un debate confesional. Tal vez a la la realidad de ese espacio que pueblan los mitos que tienen la capacidad para convertir lo que dicen y hacen en algo tan diferente como innegable. Un genio.

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