jueves, 8 de julio de 2021

El semifinalista / por Juan Manuel Rodríguez

Luis Enrique, durante el partido de semifinales de la Eurocopa contra Italia. | EFE

Por cierto, repetid conmigo: semifinalista. Semifinalista con una selección que, desde 1960, ha sido tres veces campeona y en una ocasión subcampeona. España, de hecho, es junto a Alemania la selección con más títulos. Tres veces campeona y en una ocasión subcampeona de un torneo que se ha disputado en catorce ocasiones, no está nada mal, ¿no?

El semifinalista

Juan Manuel Rodríguez
Es muy español eso de crecerse ante la adversidad. Y muy futbolístico y muy humano lo de buscarse un enemigo exterior, una cortina de humo. España se creció ayer ante la adversidad frente a Italia y, en su mejor partido de la Eurocopa, el equipo de Mancini eliminó paradójicamente al de Luis Enrique Martínez Superstar en la prórroga. Del inicial desconcierto provocado por una lista de convocados muy extraña en la que llamó la atención la ausencia de Nacho, que se ganó sobre el campo estar con la selección, y no se explicó bien ni se razonó tampoco la del jugador del Paris Saint-Germain Sergio Ramos, al que a Luis Enrique no le dio la gana esperar como a Busquets o Adama Traoré, se pasó a la desilusión por un partido irregular ante Suecia y uno muy malo ante Polonia. Luis Enrique Martínez Superstar no daba con la tecla, no colocaba a Llorente en su sitio natural, entregaba el centro de la defensa a un chico que ha jugado con el City los minutos de la basura, confiaba en un portero mejorable y dejaba en el banquillo a Azpilicueta, capitán del equipo campeón de la Champions.

Por si no hubieran sido pocos durante sus otras convocatorias, todos esos experimentos los hizo Luis Enrique Martínez Superstar durante un campeonato oficial pero sin embargo donde no le acompañó la finura táctica sí le sonrió la fortuna y, aunque en el último partido y ante una selección menor, España logró la proeza de pasar a octavos de final como segunda de un grupo en el que también estaban Suecia, que pasó como primera, Polonia y Eslovaquia. Ante Croacia, un equipo muy veterano y sin sus estrellas, España se dejó empatar cuando a falta de diez minutos tenía una ventaja de dos goles en el marcador, y luego, ante Suiza, tuvo que esperar hasta la sufrida tanda de penaltis. 
Hasta ahí, y en líneas generales, hubo más pasión que buen fútbol aunque, al final, Luis Enrique Martínez Superstar oyera la voz de la calle y fuera recolocando su once. Y, como decía, en el partido más importante y ante el rival de mayor dificultad, Morata hizo lo mejor y lo peor, Chiellini engañó a Jordi Alba y, con muy poco, Mancini supo sacarle partido a la Italia más italiana que se recuerda, una que puede acabar ganando el campeonato. Y, después de este carrusel de emociones, desde el inicial desconcierto pasando por un profundo desapego y continuando con el recelo fruto de la desesperación, es cierto que hemos sido eliminados, sí, pero el último sabor de boca que nos queda es el de que ante un posible campeón de Europa tuvimos el balón aunque fuera el otro el que se llevara la victoria. La selección española se marcha del campeonato habiendo ganado sólo un partido en el tiempo reglamentario, uno de seis.

Eso en cuanto a lo estrictamente deportivo. Bueno, no sólo eso, hay algo más: es imposible olvidar que, después de cien años aportando futbolistas al equipo nacional, el Real Madrid dejó de hacerlo por voluntad del seleccionador, autodeclarado antimadridista.

Eso no ayudó porque, al menos yo, tuve desde el principio la sensación (no sé si compartida o no por otros madridistas) de que se estaba utlizando a mi selección nacional contra mi equipo del alma. Ojalá no suceda en el futuro, ojalá no nos arrojemos a la cara a la selección, pero lo dudo mucho y, con este seleccionador en el banquillo, soy bastante pesimista al respecto. Esto no es nuevo, y me refiero a que se utilice a España contra el Real Madrid, que es por cierto el más español de todos los equipos españoles aunque sólo sea por el hecho de haber paseado la bandera de España por el mundo más veces que ningún otro.

El Mundial de 2010, por ejemplo, lo ganaron Iniesta con su gol en la final y el Fútbol Club Barcelona, obviando por ejemplo que antes de que Andrés marcara hubo un portero, y del Madrid, que le paró un balón imposible a Robben. Yo hoy podría decir que históricamente la selección jamás ha ganado nada sin el Real Madrid pero no lo haré porque decir eso sería caer tan bajo como aquellos que han dividido la lista de veinticuatro por comunidades autónomas y por equipos de fútbol, tantos culés, tantos del Atleti, tantos vascos... Si España hubiera conquistado la Eurocopa no albergo la menor duda de que se habría dicho que fue porque no hubo jugadores del Madrid. Al periobarcelonismo no le ha interesado tanto la selección como durante este campeonato y eso ha sido así porque no había ningún madridista. Ha habido colegas míos de profesión que cuando eliminaron a Alemania apuntaron a Kroos, cuando hicimos lo propio con Croacia tiraron contra Modric y que han machacado a Alaba como principal responsable de la debacle austríaca. España es útil e interesa cuando el Real Madrid no está por medio y deja de ser relevante cuando el Real Madrid es importante. O sea, todo gira alrededor del Real Madrid.

Ojalá que aprendamos pero, como decía antes, me temo que no será así, y no hay más que ver el tuit publicado ayer por Álvaro Morata. Yo, Alvarito, sólo creo en Dios y no en ti o en Luis Enrique, y como periodista deportivo lo único que te pido es que juegues bien al fútbol, que es por cierto lo que te exige la afición. Ayer cumpliste ante Italia, aunque fallaste el penalti decisivo por terquedad tuya y por dejadez del seleccionador, pero otras veces se te ha visto muy superado por la situación. Luis Enrique Martínez Superstar ha estado listo ahí porque me juego pajaritos contra corderos a que te ha utilizado como palanca contra los medios de comunicación críticos, que vuelven a ser el muñeco del pim-pam-pum. Hemos recibido tu recado y ahora sólo falta a que expliques, como prometiste que lo harías, el motivo por el cual te pitan los aficionados: ¿Cuál es?

Yo creo que del mismo modo que no se pueden hacer unos spaguetti a la carbonara sin espaguetti o un tartar de atún sin atún tampoco se puede hacer una selección nacional española de fútbol sin el Real Madrid porque eso provoca una innecesaria tensión. Lo entendería si el Real Madrid hubiera protagonizado una pésima temporada pero es que ha sido subcampeón de Liga y semifinalista de la Champions. Sinceramente no creo que las ausencias de Ramos o de Nacho hayan respondido exclusivamente a motivos deportivos y del mismo modo que hay quien divide al equipo nacional en paradas del vasco o goles del catalán yo puedo pensar que un seleccionador antimadridista puede dejar a España sin madridistas por eso, porque lo son, porque juegan en el Real Madrid.

Por cierto, repetid conmigo: semifinalista. Semifinalista con una selección que, desde 1960, ha sido tres veces campeona y en una ocasión subcampeona. España, de hecho, es junto a Alemania la selección con más títulos. Tres veces campeona y en una ocasión subcampeona de un torneo que se ha disputado en catorce ocasiones, no está nada mal, ¿no? Si a José Mourinho se le llama aún despectivamente el semifinalista porque se interpretó que para un club como el Real Madrid, con tantos títulos en sus vitrinas, era un desdoro quedar entre los cuatro primeros, no creo que Luis Enrique Martínez Superstar esté para sacar mucho pecho. Él se ponía ayer un sobresaliente, yo creo que España ha hecho una buena Eurocopa sin más, jugando irregularmente y dando en la tecla justo en el sprint final y poco antes de ser eliminada. Por cierto, ¿os habéis fijado que para algunos comentaristas España es la roja cuando gana y vuelve a ser España cuando pierde? Me recuerda mucho a Johann Muhlegg, que era español cuando conquistaba medallas y alemán cuando dejó de hacerlo. Ojalá que haya en el futuro la cuarta parte de pasión en la defensa de la nación mancillada de la que algunos han mostrado a la hora de abanderar a la selección ofendida. Pero éste es otro deseo que no veré cumplido.

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