El barcelonismo siempre ha actuado igual, metiendo la cabeza bajo el suelo, eludiendo el problema, pendiente del salvador que siempre llega a lomos de su blanco caballo. Hace años fue el general Francisco Franco quien salvó al club de la desaparición, a él le deben todo lo que pasó después. Y ahora se esperaba la varita mágica de la Generalitat, de la Caixa, de Junts pel Catalunya, de Esquerra, de los indepes del lacito amarillo, de quien fuera. Nunca comprendieron, y aún hoy siguen sin comprender, que aquí quien rompe paga.
Y esa invulnerabilidad, ese sentimiento real de que el Barça es más que un club y que, a diferencia del resto, podía campar perfectamente a sus anchas sin tener que someterse al mínimo e imprescindible rigor económico, fue fomentado, fue alentado por el barcelonismo intelectual, por el periodismo deportivo catalán, por el periobarcelonismo.
Y, como decía al comienzo, más de un año después nos encontramos aproximadamente en idéntica situación. Hoy la culpa es del muerto deportivo, Bartomeu, que el pobre ya no se puede defender. Laporta, que ha faltado gravemente a su palabra después de ser incapaz de retener a Messi, es el nuevo Bautista, el nuevo redentor. Un Barcelona capitidisminuido aparece otra vez en la lista de todos estos periobarcelonistas como candidato a todo. Memphis es mejor que Griezmann, casi mejor que Messi, sin el que, ahora de repente, sí se puede sobrevivir según parece. Y no sólo eso sino que, amortizado Bartomeu, Laporta resurge como el gran sanador y todo vuelve a ser posible otra vez: ¿Haaland? ¿Y por qué no? Y Olmo dentro de un par de meses. Y espérate a que Joan no sea capaz de convencer a Mbappé de que firme por los culés. Si los sueños de la razón producen monstruos, ¿qué producirá la sinrazón?
Y si, por motivos estrictamente contables, el Barcelona ha tenido que pasar por el traumático trance de tener que dejar escapar a su mejor futbolista histórico, ¿a quién echarle la culpa sino a Florentino Pérez?
Porque, en el Barça, la culpa es siempre del otro, de Florentino, de Madrid, del Real Madrid, de España que les roba, de Ayuso que les roba más, de Almeida, de los jueces, de los hilos que maneja el presidente del Madrid, hoy de la democracia, ayer del general que les salvó de la quiebra y al que galardonaron y agasajaron cuando visitaba Cataluña.
Es verdaderamente envidiable esa capacidad amnésica que tiene el barcelonismo, y no para reconstruirse puesto que la deuda sigue siendo de mil doscientos millones de euros, sino para olvidar.
Quien hoy deja por escrito que ese 8-2 de hace un año y un mes era imprevisible seguro que jaleó a Bartomeu para que siguiera enredándose en una política de fichajes que todo el mundo intuía que acabaría con el Titanic culé en el fondo del mar. A esto se le llama irresponsabilidad y alguien tiene que ponerle un tope. La culpa de la ruina azulgrana es de los dirigentes culés y de aquellos que los votaron, o sea de los socios, que al fin y a la postre son los propietarios del club. La culpa de la zorrera que tienen ahí organizada es del periodismo deportivo fundamentalmente catalán, que miró hacia otro lado. Sin la asunción de culpa no habrá redención y, sin ella, el Barça no podrá volver a ser lo que un día fue. Basta ya de mentiras. Despertad. Y pagad lo que rompisteis.
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