jueves, 9 de septiembre de 2021

Hay vida más allá de Mbappé / por Paco Delgado


Como en el fútbol, del que sólo se copia lo negativo, no se hace caso a la cantera. Y hay que ver el papel que están haciendo las escuelas y la cantidad de nombres que aportan cada curso. Pero nada, no hay manera, se prefiere seguir tirando del sota, caballo y rey, ya en muchos casos ajados y desgastados por el uso y los años, y se deja de lado una savia nueva y fresca que puede hacer que el añoso y depauperado árbol de la tauromaquia vuelva a lucir verde y frondoso.

Hay vida más allá de Mbappé

Paco Delgado
Burladero / 9 de septiembre de 2021
No pudo ser y Florentino, y con él casi todo el madridismo, se quedó con las ganas y el futbolista francés seguirá, de momento, luciendo los colores del equipo del emir de Qatar. El culebrón continúa... como el mundo de los toros buscando esa figura que solucione todos los males del toreo.

Al igual que –no sólo el Madrid, todos los grandes clubes de fútbol– el mandatario blanco continúa empeñado en gastar una auténtica fortuna en hacerse con los servicios de un único jugador –¿imaginan lo que se puede hacer con 200 millones de euros? hay equipos cuyo presupuesto para toda la temporada ni siquiera de lejos roza esa cantidad...–, el taurinismo sigue fiando a la aparición de un diestro que revolucione el cotarro y haga que la gente abarrote las plazas –siempre y cuando desaparezca el mal sueño de la pandemia y acaben las restricciones que ha traído aparejadas– y reactive un sector que anda muy de capa caída. Sucedió con Manolete, que logró que la gente olvidase el horror de la guerra con su estoicismo, y, unos años más tarde, con Manuel Benítez “El Cordobés”, que puso todo patas arriba y logró no sólo llenar cada vez que se anunciaba, sino revitalizar un negocio que por aquellos vivió una nueva época dorada y en la que el de Palma del Río fue dueño y señor, aunque, apretando las tuercas al empresariado, dejó que el dinero llegase a todos.

Pero, como todo, su tiempo pasó y nadie supo aprovechar su tirón y se sigue esperando a un nuevo ídolo que nos saque las castañas del fuego.

Y, como en el deporte del balón, se fía todo a un genio que él sólo sea capaz de ganar partidos, sin echar cuentas a lo que se tiene. O, peor, poniendo trabas e impedimentos a profesionales muy válidos y solventes pero que, a lo peor, no generan ingresos por comisión o corretaje. Nuestra sangre fenicia sigue presente y corriendo por las venas españolas.

Pero, a lo mejor, había que mirar hacia lo de dentro, a lo que ya tenemos, y tratar de sacar partido a gente que ha demostrado que vale.

Y en esas estamos, mirando al cielo esperando que caiga el maná, mientras que se hace caso omiso, o poco, en cualquier caso a toreros que no solamente están dando la cara, sino que dejan claro cada tarde que pueden dar mucho de sí. Hay está el caso de Román, uno de los matadores peor llevados en los últimos años y que, sin embargo, sigue ilusionando y gustando, evidenciando un potencial que no se ha sabido aprovechar. Es valiente, da la cara, baja la mano como pocos, tiene gancho y atractivo personal, desparpajo... pero no le ponen. O menos de lo que sería de desear y tampoco en las mejores condiciones posibles.

Tampoco se hace caso de Gómez del Pilar, otro torero que en estos años de pandemia ha sido de los mas destacados. O Sergio Serrano, de pura raíz damasista. O el mismo Javier Cortés, capaz el otro día de triunfar a pesar una grave cornada y torear, y volver a triunfar, al día siguiente... y al otro. Por no hablar de novilleros ilusionantes y de no poco potencial a los que no se da continuidad, confianza ni el trato que merecen para evolucionar y desarrollar todo lo que llevan dentro.

Como en el fútbol, del que sólo se copia lo negativo, no se hace caso a la cantera. Y hay que ver el papel que están haciendo las escuelas y la cantidad de nombres que aportan cada curso. Pero nada, no hay manera, se prefiere seguir tirando del sota, caballo y rey, ya en muchos casos ajados y desgastados por el uso y los años, y se deja de lado una savia nueva y fresca que puede hacer que el añoso y depauperado árbol de la tauromaquia vuelva a lucir verde y frondoso.

Se prefiere gastar una millonada en un único jugador y ni se echan cuentas a miles de chavales de la base que terminan aburridos y sin aprovechar.

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