viernes, 17 de septiembre de 2021

Los novilleros mexicanos piden la palabra / por Jorge Eduardo

 
Si todo sale viento en popa, como hacemos votos para que así sea, e Isaac Fonseca consolida su temporada en la feria de otoño, la noticia será gorda. Habrá eco y algún interés, pero, ¿Cuánto va a durar?, ¿Qué audiencia le está esperando? ¿Quién aprovechará anunciarle a su público que ya tiene firmado a Fonseca para torear en México, y con base en qué promoción? 

Los novilleros mexicanos piden la palabra

México, 16 Sptbre. 2021
Ser aficionado a los toros en México es cosa de fe. O mejor dicho, mucho tiempo fue un asunto de fe, porque de un tiempo para acá lo parece más bien de desamparo.

A la generación que hace diez años anunciaba el cambio taurino le hemos visto salir arrugas y canas, a esos toreros les vimos cambiar sus semblantes, y transitar meandros y recodos taurinos, muchas veces incomprensibles. Mientras algunos amasan abultados números en cuanto a actuaciones y retazos de toros en la Plaza México, lo cierto es que ninguno rebasa el umbral de una medianía que inspira condescendencia, para no hablar de las francas exhibiciones de decadencia taurina que practica desde hace años alguno de ellos. En todo caso, como no sea José Adame, nunca salió el bueno que metiera un miserable cuarto de aforo a la plazota de Mixcoac.

De un tiempo acá acapara las miradas un torero de la generación de hace quince años. José Mauricio, a cuya turbulenta carrera tampoco le soplaron vientos a favor en esta nueva etapa. La flama de Fermín Rivera, su otro contemporáneo vigente, que por momentos se avivó pero que nunca desencadenó la quemazón, es cada vez más tenue, y no se ve por dónde se revierta su tránsito a los puros humos.

Otros duermen el sueño de los justos esperando oportunidades, como Silis que halló un mejor porvenir en el imprescindible y generoso oficio de vender tamales, y de los más jóvenes que él mejor ni hablemos. Entre la veteranía, Jerónimo tumba caña, pero es un hombre hecho y derecho que bien puede continuar su vida con toda calma, en tanto que El Zapata y su puesta en escena nunca convocó a las masas. Las mujeres, excluidas. Los matusalénicos objetos de culto de la afición capitalina se están retirando en cascada. Y ahí muere, para no pasar a las filas de los maletas.

Y para acabarla de amolar, nos cogió la pandemia. Y entonces sí, acurrucados todos bajo el nopal con el sarape hasta las narices, vemos de lejos cuanto pasa en España vía la señal de Telemadrid o Castilla La Mancha, alzando la mirada por el espacio que nos dejan la vernácula cobija y el sombrerote. Algún polizón por ahí se disfraza de Speedy González, pero el ala ancha cordobesa lo delata. No le gusta ser candil de la calle, por ello en su casa armó el comité de contingencia allende los mares. Pero por acá, puro conservar el buen prestigio. En Luvina, acá donde se oyen ladrar los perros.

Ya que hablábamos de los ilustres colegas de Castilla La Mancha, apenas hace un rato hicieron hincapié en que las últimas dos ediciones del Alfarero de Oro en Villaseca de la Sagra se disputaron entre prospectos mexicanos. En 2019, Héctor Gutiérrez le pisó los talones a Diego San Román, que finalmente se apuntó el premio. Este año, hombre, de la que hablamos. Empezando por el final, Miguel Aguilar partió el queso con un estupendo novillo del Conde de Mayalde, serio, boyante, alegre, con mucha calidad, que acabó soseando cuando parecía que el faenón rompería en cualquier momento, pero al que todavía le endilgó cuatro señores naturales el hermano del fenecido y llorado Mario.

La autoridad por allá cumple con rigor del dificilísimo papel de ser juez y parte, pues el ayuntamiento es el promotor de los festejos como bien se sabe, sobre todo después del lío laboral de los días recientes. Si de por sí la gente aprieta, el hombre del palco también es durísimo, y le concedió una oreja de peso al connacional. Acá, ya quisiéramos. Si el alcalde o el gobierno están metidos, casi que es pachanga segura.

Pero lo que provoca auténtica estupefacción es la tibia respuesta del medio taurino al palazo que dio Isaac Fonseca en el pueblito aquel, que es algo así como la capital novilleril de España. Y es que vaya el señor taco que le armó a un novillo de, ahí le encargo, nada más y nada menos que Baltasar Ibán. Si el segundo de la tarde fue franco y bueno, a este tercero lo caracterizó la casta y el nervio. Y ahí estuvo el michoacano, firme y en el sitio, cuyos veintitrés años parecieron siglos de acero templado, con los talones atornillados al piso haciendo grácil y estético el complicado trance técnico de poderle al torete aquel. Y luego el toreo al natural, simplemente cumbre.

Algo tienen sus arrebatos de valor que se sienten de verdad. Isaac despliega en sus saltilleras (lance que hace poco estaba más choteado que las cabezotas esculpidas que pronto volverán por sus fueros) la chispa, el detalle genial que separa a los grandes toreros de riñones de los vulgares arrimadores que, en el toreo, lesionan al buen gusto, pero también al acto de jugarse la vida. Lo mismo hace corriendo la mano de rodillas, o en sus heterodoxas bernadinas sin espada, que si no salen bien son peor que vacilada.

Bien, pues escaso eco hicieron los dos o tres polos capaces de poner en tendencia entre el grupo de los taurófilos las hazañas de Fonseca, que esa misma semana ya había triunfado en Arnedo, luego en Guadalix del Campo, y finalmente en Navalcarnero. Diario torea, y diario triunfa. Diario hay una nueva historia, materia dispuesta a ser carne de periodismo, y diario se pierde una oportunidad de hablar de toros en el gran nivel de la discusión pública.

¿Cómo se está haciendo periodismo taurino en México, si es que se está haciendo? ¿Cómo son las estrategias digitales para hacer tendencia en redes sociales? ¿Alguien tiene idea? Después todo es llorar, es que nada más hablan de cornadas. Por favor, somos adultos, al que no habla, Dios no lo oye. ¿Qué hacen los ricos mecenas del espectáculo por colocar su producto taurino? ¿Ven esto como producto, como hobbie, como estorbo, como gasto, o como qué? ¿Tienen planteado un target, lo conocen, lo han estudiado, saben qué está pidiendo, saben si los contenidos que le están entregando le satisfacen? Alguien en Grupo BAL sabe hacerlo, si no lo llaman, es porque no les interesa. Los culpables son quienes se benefician de este sistema en el que el capataz en turno agarra a latigazos a los pobrecitos toreros y taurinos a ciegas del patrón, antes de caer en desgracia y reiniciar el ciclo. 

Es comprensible que los espacios profesionales no se regalen, sobre todo en un mundo ambiguo y en el que todo se vale como el de las redes sociales. Pero carajo, que el negocio no es quién compre tres o cuatro stories, el negocio es meter cincuenta mil gentes en una plazotota: es el negocio de todos, porque a todos nos toca algo. En ese sentido, que las redes oficiales de las plazas no hagan eco del trabajo que ya de por sí les están haciendo del otro lado del charco en términos taurinos y empresariales, es demente.

Si todo sale viento en popa, como hacemos votos para que así sea, e Isaac Fonseca consolida su temporada en la feria de otoño, la noticia será gorda. Habrá eco y algún interés, pero, ¿Cuánto va a durar?, ¿Qué audiencia le está esperando? ¿Quién aprovechará anunciarle a su público que ya tiene firmado a Fonseca para torear en México, y con base en qué promoción? Hoy la noticia debería ser que un novillero mexicano está puesto en el número 1 en los circuitos españoles (con perdón de los señores Perera y Diosleguarde), que todos los días arma tremendos líos, y que se agarren en Madrid porque ahí les va. No, en cambio, el run run, de que a lo mejor es noticia, que en una de esas, chance y nos dan una sorpresa. Una sorpresa que, en cambio, está esperando media España por lo menos desde el viernes pasado.

Mucho se habla de la Plaza México. Que si el apartado, que si las entradas, que si Texcoco, que si los costos, que si las pérdidas. Señores, ahí hay una pareja novilleril, como Luis Freg y Merced Gómez; como Juan Silveti y Ernesto Pastor; como Carmelo y Esteban García; como Solorzano, Carnicerito, Gorráez, Balderas, y Heriberto García; Briones y Procuna; Joselillo; Los tres mosqueteros; El Pana y César Pastor; Valente, Belmont, y Mejía; Manolo Sánchez y Curro Cruz; tantos y tantos. ¿No es hora de darles la palabra? ¿No son una oportunidad ante la crisis? ¿No son acaso los nombres de esta floreciente cosecha aquellos que esta misma empresa sembró en aquellas novilladas sin caballos?

La nota positiva: la temporada de Ciudad Juárez. Ha ha salido el toro, se la han jugado los toreros, y la afición ha rebosado los tendidos. En años anteriores, anunciándose festejos esporádicos, la gente no respondía como esta vez. ¿No será que está mostrándose un modelo de trabajo que se puede replicar, no sé, en Monterrey (donde se han encimado corridas en días seguidos), en León o Irapuato? También ha sido interesante ver la promoción en redes sociales, un tanto naive pero efectiva. Quizás la persona que las lleva no es muy sapiente de toros, pero sabe hacer su chamba y para eso le pagan. Mientras tanto, la afición responde y participa. Condenado hilo negro, qué descarado se exhibe a veces...

Pero, ¿Cuándo volverá a ver la afición fronteriza a los toreros que le están llenado el ojo?

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