Un toro
de la ganadería de don Fermín Bohórquez con divisa verde y encarnada que será
rejoneado por el Excmo. Sr. don Álvaro de Domecq -sobresaliente Manuel Vargas,
El Coli- y ocho toros con divisa azul celeste, blanca y grana, de la acreditada
ganadería de don Carlos Núñez, de Sevilla.
Espadas: Rafael Vega de los Reyes, “Gitanillo de Triana”, Manuel Rodríguez, “Manolete”, Antonio Mejías, “Bienvenida” y Luís Miguel González “Dominguín”. La corrida dará comienzo a las cuatro y media de la tarde.
En principio la
corrida se organizó con un rejoneador y tres matadores. Así confeccionó el cartel el Marqués de la
Valdavia, Presidente de la Diputación de Madrid. Era evidente que para esa gran
corrida de Beneficencia se contaba con los primeros espadas de ésa época.
Despegaba con
gran fuerza otro diestro –que luego sería figura del torero-, de nombre Luís
Miguel Dominguín. Pero el marqués
no lo tuvo en cuenta.
Don Domingo Dominguín, su padre, solía decirle a Luís Miguel:
Hay que torear al lado de Manolete, porque un triunfo a su lado es más triunfo.
El padre de
Luís Miguel –taurino de pro-, ha tratado por todos los medios legales y de
amistad con el Marqués, que su hijo toree esa corrida. Todas las conversaciones
y ruegos son inútiles. Don Mariano se niega a aumentar la corrida con otro
torero.
Pepe Dominguín, hermano de Luís Miguel, relata la génesis final para incluir en la corrida a su hermano. Lo describe en su libro Mi gente, de Editorial PIESA, 1979:
Luis Miguel –le dice mi
padre-, vete al despacho del marqués y dile que tú toreas gratis la corrida de
Beneficencia, que no le costará ni un duro más incluirte en el cartel, y si es
necesario se pagan los dos toros de nuestro bolsillo. Como la corrida es
benéfica no creo que se oponga... la gente no lo vería bien. Además, el público
está deseando verte torear con Manolete. Esto es definitivo para el éxito
económico que se persigue.
La prensa te apoyaría y al
marqués se le hará muy cuesta arriba el decir que no, por muchas presiones que
tenga... No sería ni político ni popular... Además, ya puestos a ello, si te
dice que no, fuérzale haciendo un donativo en metálico que no pueda despreciar;
torear gratis y encima darle cincuenta mil pesetas. Hijo, a nadie le amarga un
dulce, y como va decir que no, si el dinero de esta corrida –cuanto más mejor-
va a ser para obras de beneficencia... El público no vería con agrado que se prescindiera
del donativo y de tu presencia. ¡Manos a la obra ahora mismo! ...
-¡ Pero hombre, Luís
Miguel –dijo el marqués-, ya no puedo...! En la calle aunque no han salido los
carteles oficiales, se sabe quien torea la corrida. Además, habría que contar con
los otros toreros, que den la conformidad y no va a ser fácil... Otra cosa,
aumentar con dos toros el espectáculo, me parecen muchos toros, añadió
diplomáticamente. Claro que nadie duda de la importancia de tu nombre en los
carteles, tan desinteresadamente y por ende un donativo de...
- Cien mil pesetas –cortó
Luís Miguel-. Cien mil pesetas y yo me pago todos los gastos aparte, incluyendo
lo que pueden valer los toros.
¡La espada y la pared! Pobre don Mariano, no pudo negarse. Únicamente pidió unas horas para recabar la aprobación de los demás toreros. Los demás toreros no podían decir que no, ni vetar la actuación de Luís Miguel, so pena de evidenciar una postura demasiado drástica cara a la opinión. Y los toreros, cogidos en el cepo de la habilidad del “cateto de Quismondo”, dieron su aprobación.”
Manuel Rodríguez, Manolete, era un torero de un pundonor y de una responsabilidad que rayaba en lo infinito. El día 18 ya estaba en Madrid, hospedándose en el hotel Reina Victoria, habitación 220. Le acompaña, entre otros, su sobrino Rafael Lagartijo de 14 años.
Demostración de la responsabilidad que el cordobés había contraído al torear esa corrida, es la conversación que nos refiere Lagartijo en la noche del día 18 al 19:
No,
aquella noche no me dejó dormir. Estaba preocupado, me decía:
Niño la culpa la tengo yo, porque no estoy
preparado; este año había decidido no torear; pero claro, surgen las cosas y no
hay más remedio que afrontarlas.
Se levantaba:
Niño, enciende la luz.
Se asomaba a la plaza de Santa
Ana, se acostaba, se volvía a levantar..., total que no durmió en toda la noche
pensando en la responsabilidad que había adquirido. Yo no hacía más que
decirle:
-
Pero tito, si tú esto lo haces como el que
está tomando café.
Me respondía:
Que no, niño, que luego sale cada toro de
una manera, y yo tengo una responsabilidad muy grande..., yo no puedo
escurrirme ni un momento siquiera. Yo tengo que cuidar todos los detalles, y
tengo que estar muy concentrado. Y por eso no duermo. No es que tenga miedo, no;
no duermo por la responsabilidad tan grande que tengo hoy, pues quiero seguir
siendo quien soy.
Así toda la noche.
Llegada la hora de la corrida, expectación máxima. La
responsabilidad de Manolete y su pundonor le hicieron ver al público que él no
había venido a cumplir; sino a triunfar. Así fue.
Consignar para la historia del toreo que el toro fue anunciando
como Buquejo por un error de imprenta en los programas de mano. En
realidad en el herradero se le puso el nombre de Cuquejo. Acompaña a
este artículo, foto de la cabeza del toro y metopa aclaratoria; gentileza al
autor de don Antonio Delgado-Roig.
Aclaremos al aficionado de hoy, que la cabeza del toro tiene las
dos orejas; pero fueron cortadas por las puntas no como hoy que se corta el
apéndice entero.
El toro
recibió cuatro puyazos. Nada destacable en quites. Faena de muleta
extraordinaria. Gran estocada. Dos
orejas.
José Luís de Córdoba, en su libro Manolete en el recuerdo, editado en 1997 por Publicaciones Obra Social y Cultural Caja Sur, escribió:
Más la faena cumbre vino en
su segundo, un toro en toda la extensión de la palabra, enmorrillado, de
preciosa estampa. A los primeros capotazos de David, dobló bien el de Núñez. En
el público, entonces, se produjo un regocijado movimiento. Se esperaba la faena
del maestro. Y al público, precisamente, la brindaba. Con una ovación de gala
correspondía la plaza a la deferencia del torero. De dos partes de compone el
trasteo. La reseña –aparte- da cuenta del número de muletazos empleados.
Nosotros, en este juicio, solo podemos registrar la emoción de los tendidos,
que nos contagió a todos. Pero hemos de señalar para la historia, que Manolete
no comenzó con sus inconfundibles estatuarios. Inició la faena con la izquierda
y por naturales. Y tras los naturales templados y mandones, los pases en
redondo, las manoletinas y toda la gama de su clásico toreo.
Manolete dio al toro una
doblada maravillosa y quedó ante el bicho en postura arrogante, con una rodilla
en tierra, mientras en el público estallaba una ovación clamorosísima.
Levantose Manolete y después de otra serie de manoletinas terminó con su
característico juego de muñeca. Una gran estocada dio fin al astado mientras el
bicho se debatía entre los estertores de la muerte, resistiéndose a la entrega,
se poblaba la plaza de pañuelos blancos, solicitando para el matador los
máximos apéndices.
Obtenidos estos, el cordobés dio dos vueltas al ruedo entre el clamor de los aplausos y entre una lluvia intensa de flores y prendas de vestir. Triunfo excepcional de Manolete en la primera plaza del mundo. Triunfo que será histórico, sin duda.
El maestro K-HITO escribió de esta corrida:
En el otro el gesto. No se
le iba a ir a Manolete así como así. Brindó al público y de primeras tomó la
flámula con la zurda. Se arrancó el de don Carlos Núñez desde lejos y el torero
aguantó la arrancada con su impavidez característica. Acababa de jugarse todo;
pero no importa. Continuó al natural, rematando con el de pecho, y hubo luego
molinetes y manoletinas de clase extra. Una faena de Manolete, pero no de las mejores.
Ni mucho menos. Matando, sí, bordó la suerte.
El entusiasmo del público
fue desmesurado. Algo de tipo sentimental se mezclaba en aquellas ovaciones
ensordecedoras, algo inefable, como la infinita tristeza de las despedidas.
El Monstruo se va. El público español con esa intuición de la masa, cree que no ha de verlo más en nuestros ruedos. Y aquél flamear de pañuelos no era solo una petición de máximos honores para el coloso, sino el adiós reiterado, hondo y sentido, a la nave que leva anclas y abandona esta tierra hispana tan pródiga, tan generosa, tan amante de los suyos.
La parte final de esta crónica
lleva a pensar que Manolete no torearía más en España y que don Ricardo García
había pactado con el entorno de Manolete
preparar al público para esa retirada en 1946. Pero llegó 1947 y los
compromisos y ruegos de los empresarios le hicieron torear ese año que sería el
de su muerte en el ruedo.
Ramón Capdevila, de la misma corrida, reseñó en el periódico Arriba:
El toro estaba fuerte. Poco
empleado en las sangrías cabeceaba en la muleta. La muleta a la izquierda y a
la derecha luego se angustiaba y, a veces, restallaba en la estrechez que el
diestro pretendía imponer, rebasando los límites de sus mejores días. ¿Es que
iba a cuartearse la estructura, la arquitectura de la obra? No. El de Córdoba
no es torero que ceje en el trance como el del día de hoy.
Ahí está frente al toro. Contra el toro. Si el toreo por bajo no ha podido atemperarse al nuevo canon, la franela va ahora a rimarse con los derrotes sobre corta y media embestida. Las manoletinas vuelan, más aéreas y rítmicas, más ceñidas y quietas que nunca. Una vez y otra vez. En la enorme bahía crepuscular del ruedo. Manolete semeja un peñasco festoneado de veriles de líneas de sonda, que el toro dibuja y estrecha entorno al diestro –con el trazo concéntrico de la pezuña intermitente- igual que en las cartas marinas se puntean las zonas de profundidades. Lo mismo que en los mapas orográficos se circuyen los vértices de triangulación de alturas. Sí. Manolete es un vértice. Y un hombre y la espada del hombre va lenta y segura hacía el vértice del animal vencido, que rueda al mismo tiempo que los enconos entregados ante la limpia puesta en juego de una vida de artista.
ABC, Manuel Sánchez del Arco:
Ni un adjetivo. Manolete. Esto basta. Trajo a las plazas las multitudes. Creó un estilo; una superhistoria del toreo, cuando la historia parecía insuperable; nace con él. Claro que la mitología tiene sus peligros. Y muy serios han sido los que ha tenido que salvar Manolete con su gesto resonante de torear gratis.
La apoteosis Dominguista vino, en el octavo toro, Victorioso de nombre, sobre todo con la muleta, faena
a la que le se le adjudicó el calificativo de fantástica; dominio, valor,
desplantes etc. la culminó de pinchazo y estocada. El público, entusiasmado,
pide las dos orejas que la Presidencia otorga.
Luís Miguel Dominguín obtuvo tres
orejas en Madrid al lado del Monstruo
de Córdoba. Las previsiones se cumplieron. El asalto al trono del toreo que Manolete dejaría vacante
en Linares, había comenzado. Era cuestión de tiempo.
Datos técnicos de la corrida:
Tras el sorteo el orden de lidia quedó así:
1º.-Barrendero, nº 14, negro entrepelao, de 437 kgs. para rejones de Bohórquez.
Lidia ordinaria, ganadería de Carlos Núñez.
1º.- Lamamuco,
nº 6, castaño, de 466 kgs.
2º.- Trabado, nº 48, negro entrepelao, 432 kgs.
3º.- Sabandijo,
nº 17, cárdeno bragado, 437 kgs.
4º.- Pachón, nº 16, negro zaino, de 452 kgs.
5º.- Grillito, nº 54, negro bragado, de 430 kgs.
6º.- Cuquejo, nº 19, negro bragado, de 500 kgs.
7º.- Bragadito, nº 39, negro zaino, de 439 kgs.
8º.- Victorioso nº 32, negro zaino, de 425kgs
Como sobrero el nº 31, Pinturero, negro zaino de la ganadería De Soto.
La corrida salió a un promedio de 467,62 kgs. en vivo.
El rejoneador, Don Álvaro Domecq actuó con la famosa yegua Espléndida y puso magníficos rejones. Pie a tierra mató de estocada y descabello: oreja. El toro de Bohórquez fue bueno.
Gitanillo de Triana, de grana y oro; gran faena de muleta a su primero y al finalizar la faena de una estocada se le concedió una oreja. En su segundo no se acopló con el toro matándolo de dos pinchazos, estocada y tres descabellos. Silencio.
Manolete, de celeste y oro; en su primero bien con el capote y muy bien con la muleta. Mató de pinchazo, estocada y descabello. Gran ovación. En su segundo magnífico con el capote. Gran faena de muleta. Estocada fulminante. Dos orejas.
Antonio Bienvenida, de grana y oro; en su primero no hubo nada que destacar para cobrar una estocada y cuatro descabellos. Leves pitos. En su segundo bien con el capote y con la muleta. Pinchazo y estocada. Palmas.
Luís Miguel Dominguín de blanco y oro. En su primero nada
con el capote. Con la muleta faena lucida, mató de una estocada y tres descabellos.
Oreja.
En su segundo gran faena de muleta que culmina de pinchazo y
estocada. Dos orejas.
Que
salgan buenos los ocho toros reseñados por don Carlos Núñez Manso –a la sazón
propietario del hierro- es tener un conocimiento exacto de lo que tenía en su
casa y demostrarlo, eligiendo bien a los
que saltaron al ruedo de las Ventas en ese año de 1946. El mejor fue el octavo
que le correspondió a Luís Miguel Dominguín. Fue una corrida
excepcional.
A este respecto conviene reseñar que el gran ganadero don Luís M. Núñez Moreno de Guerra, ya fallecido, manifestó en cierta ocasión:
Efemérides, como ganaderos, muy importante para los Núñez, fue la corrida de la Beneficencia de 1946, pues fue Manolete quien pidió la corrida a mi padre. Fue una efeméride porque Manolete estuvo inmenso y los toros –los ocho- fueron bravos y nobles. Conservo el cartel de esa corrida en mi salón con mucho cariño.
Septiembre de 2021, y en
Collado-Villalba.
José María Sánchez Martínez-Rivero.
Sensacional artículo sobre la Beneficencia de 1946 y aclaratorio de errores del pasado. ¡Enhorabuena al sr. Martínez-Rivero!
ResponderEliminarPedro Pérez de Castro y Brito, aficionado.
Muchas gracias. Se lo transmitiremos al sr. Martínez-Rivero!
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