De Justo ha estado sensacional porque, como ha demostrado muchas veces es un torero muy puro que todo lo hace de verdad y, en esta ocasión no ha dejado nada por hacer. Faena vibrante, torerísima en la que, si acaso, lo que faltó era la emoción del toro, la trasmisión que e suelen tener estos toros pero, todo lo ha suplido De Justo a base de torería.
Salió el cuarto al ruedo y, su nobleza rayaba en la santidad, nada que ver con los toros habituales del ganadero de Galapagar. Lógicamente, con aquel torrente de nobleza De Justo ha estado sensacional porque, como ha demostrado muchas veces es un torero muy puro que todo lo hace de verdad y, en esta ocasión no ha dejado nada por hacer. Faena vibrante, torerísima en la que, si acaso, lo que faltó era la emoción del toro, la trasmisión que e suelen tener estos toros pero, todo lo ha suplido De Justo a base de torería. Nada que reprocharle al diestro, pero sí al toro que ha tenido una nobleza y calidad que, insisto, parecía un toro criado para las figuras. Dos orejas justísimas ha sido el premio obtenido. Si en su primero no tenía opción alguna, en el último de la tarde, para mí, el toro auténtico de Victorino que ha demostrado casta, bravura, trasmisión; esos toros que se revuelven en un centímetro y que Emilio de Justo lo ha lidiado de forma soberbia. No acertó a la primera y ha sido ovacionado pero, ese regusto que ha dejado en Sevilla no se lo quitará nadie.
Antonio Ferrera ha tenido un quinto toro en sus manos con las mismas virtudes que había tenido en anterior de sus compañero; mucha bondad, encelado en la muleta, sin un atisbo de maldad en el que Ferrera ha estado “sensacional”; digamos que, este hombre no deja nada por hacer, el problema es conectar con la gente, algo que no ha logrado en lo más mínimo. Ha matado de media lagartijera y, apenas han asomado tres docenas de pañuelos, pese a ello, el público, de forma dadivosa le ha permitido dar la vuelta al ruedo. En sus otros enemigos no ha podido hacer nada salvo la parafernalia que suele escenificar pero, si no hay toro, todo eso no sirve para nada y, repito, el peor defecto de los Victorinos de hoy ha sido esa poca fuerza y esa nula entrega en la muleta. No han tenido ninguna mala acción pero, como no había emoción todo ha quedado en la nada.
Como antes dije, a Victorino Martín le ha salvado la “campana”, es decir, un toro noble pero sin emoción, hasta el punto de que, insisto, parecía de Juan Pedro y eso si es gravísimo. Nos acordamos, como antes dije, de la corrida de Albacete y esta tarde teníamos todos los motivos para llorar a lágrima viva.
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