Quien más, quien menos pensaba que seguiríamos con la misma táctica de hibernar y verlas venir, si arriesgar un alamar. Y se equivocó. Nos equivocamos, puesto que se comenzó a echar la pata p’alante y se comprobó que las cosas, más o menos, salían y esto funcionaba. Vaya si funcionó. Al final se han dado muchos festejos, ha habido toros en casi todas las plazas. Gracias entre otros a la FTL y al foro de defensa de las novilladas, los novilleros han tenido ocasiones y oportunidad de actuar con frecuencia, y se han celebrado las principales ferias, a excepción de las de Valencia, Pamplona, Bilbao y Zaragoza, puesto que hay que recordar, y destacar, que San Isidro hubo, aunque en un escenario distinto.
Y en este contexto, a la hora de balances y resúmenes, hay un nombre que destaca por encima de todos los demás: el de Morante de la Puebla. Si un año antes fue Enrique Ponce -que lamentablemente ahora hizo mutis por el foro a principio de verano- en esta ocasión era el de La Puebla quien tiró del carro y, con un sentido de la responsabilidad digno de las mayores alabanzas, asumió el papel de guía de la tropa en un año que, pese a todo, no fue una excursión campestre.
Tomó parte en casi medio centenar de funciones, lo que dadas las circunstancias, no es que no esté nada mal: es todo un logro y prueba de su compromiso y seriedad, de su respeto para con su profesión y para quien la mantiene, que no es otro que aquel que pasa por taquilla.
José Antonio Morante acabó el ejercicio con 49 corridas toreadas; 12 más que el segundo, Roca Rey, habiendo obtenido en ellas un total de 51 orejas y 1 rabo. De ese total de funciones 9 tuvieron como marco plazas de primera y en 26 actuó en plazas de segunda, que, dado el cerrojazo de las antes mencionadas de Valencia, Pamplona, Bilbao y Zaragoza, fueron el núcleo principal de la campaña, indicador fidedigno de cómo se tomó las cosas el diestro sevillano.
Se anunció, además, con todos sus rivales, sin hacer distingo ni poner excusas para no vérselas con éste o aquel; mató todo tipo de toros y, por encima de cualquier otra consideración, dio la cara y nunca escurrió el bulto. Se anunció como único espada para matar en El Puerto toros de Prieto de la Cal, en Sevilla se las vio con miuras y, en conjunto, no hizo ascos a nada.
En su ya larga trayectoria pocos años hubo que diese una dimensión tan de verdad como ahora, buscando no sólo el lucimiento fácil, el consolidar su consideración de artista con el toro que se prestase, no; este Morante desplegó casi a diario su capacidad, que no es poca, y su disposición, tratando de lucir con el toro bueno e intentando hacer bueno al malo. Al mismo tiempo dejó ver su conocida facilidad para la improvisación y el pingüi, tirando de repertorio o rescatando suertes caídas en el desuso o el olvido pero también evidenció su poderosa técnica lidiadora y su magisterio, todo lo cual le ratifica como uno de los grandes en este primer tramo del siglo XXI y, desde luego, el gran suceso de 2021.
Si a alguien hay que destacar primero en esta temporada es a él, protagonista principal de la morantemporada.
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