Estos cafres que mandan les hacen el caldo gordo a uno de los países donde más se violan los derechos humanos. Un país de reconocidos terroristas, donde por ejemplo a los homosexuales se les cuelga y las mujeres ni pueden trabajar ni siquiera salir a la calle si no van acompañadas de un varón de la familia. Mujeres que no tienen ningún derecho social reconocido y que después de una lucha sin cuartel han conseguido que les dejen conducir. Aquí, en este paraíso de ensueño democrático, se ha ideado un circo millonario para millonarios desvergonzados que lo único que les importa es hacer caja cuanto más suculenta mejor, pasándose por el forro lo que puedan opinar del vergonzoso hecho sus sufridas aficiones.
Las gentes que han demostrado a lo largo de tanto tiempo una aptitud modélica al no acudir a sus respectivos estadios por la pandemia, ahora sus clubes entran en un juego por un poco más de asqueroso dinero dejando a los aficionados solos ante la pantalla de un televisor. El bofetón es para que estas masas de seguidores reaccionen todos a una y devuelvan sus abonos a cada una de estas entidades mafiosas. No pasará nada, eso es seguro, pero una sociedad que se deja escupir en la cara por cada vez más cosas. Una sociedad que se deja hacer de todo lo que resta libertad en un estado de derecho y sigue aborregada está en una carrera precipitada al desarraigo total. Una sociedad civil en plena descomposición es el exponente sociológico claro de una muerte segura y sin solución alguna.
Estamos dejando que el enemigo de la civilización cristiana haya iniciado la conquista del mundo contra el infiel y que estos gobiernos globalistas avalen, promoviendo con dineros de todos los movimientos musulmanes en un alarde sin disimulo de mezquitas y demás organizaciones, con unas directrices sibilinas que van ganando terreno a lo que antaño era la cruz que iluminaba el mundo y muy pronto será la vuelta a los reinos de taifas.
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