No creo que se insista lo suficiente en lo mal que jugó el Madrid pero, aún así, le dejaron vivo y eso con este equipo no suele ser una buena idea. Ahora bien, nadie sometió a nadie, nadie le pintó la cara a nadie. Someter a un equipo es meterle 4-0 como hizo el PSG con el Barcelona; humillar a un equipo es ganarle por 8-2 como hizo el Bayern con el Barcelona. Perder por 1-0 en París en el minuto 93 yo diría que casi, casi se encuentra dentro de lo que podríamos considerar razonable. El Real Madrid, según muchos, está muerto, pero la eliminatoria está viva y dentro de 3 semanas veremos qué pasa. Si, por poner un caso, el Atleti hubiera perdido por 1-0 con el PSG en París todo el mundo estaría hablando de lo competitivo que es el equipo del Cholo, pero entiendo que al Real Madrid siempre hay que pedirle más que al resto y que, por encima de un buen resultado, todo el mundo destaque el malísimo partido que hicieron los blancos.
La grandeza está también en la relevancia que se le da a determinadas circunstancias cuando las protagoniza alguien del Real Madrid y el suflé, que ya sabéis que sube y baja, que se produce cuando quien las lleva a cabo es otro. En mayo del año pasado un diario reunía a Pablo Alfaro y a Iturralde González para recordar algo que, por cierto, no se produjo porque no es cierto que Jorge Valdano entrara en el vestuario del árbitro en las semifinales de Copa que disputaron Sevilla y Real Madrid en 2004. Hace 18 años de aquello, tres lustros y tres años, y transcurrido todo ese tiempo se sigue mintiendo adrede para dañar la imagen del equipo blanco. Ayer, según un montón de medios de comunicación que estaban allí presentes, Al Khelaifi y Leonardo sí bajaron al vestuario de Orsato; hay, incluso, colegas que apuntan a que lo hicieron de muy malos modos. La noticia, que a mí me parece un escándalo mundial, apareció arriba en los diarios deportivos por internet y, poco a poco, muy lentamente al principio y acelerando después, acabó por debajo de la halterofilia y por encima del anuncio "Sexo es vida". A Ancelotti, por ejemplo, ni siquiera le preguntaron por eso porque, al parecer, es absolutamente normal y sucede casi a diario que en los octavos de final de la Liga de Campeones el presidente y el director deportivo de un club bajen al vestuario para reconvenir al colegiado del partido.
En la víspera, el presidente de la Asociación de Clubes Europeos por designación directa del presidente de la UEFA, el máximo dirigente en Francia del PSG, puso a parir al Real Madrid. Y, según cuentan, la escena del acoso arbitral se produjo bajo la atenta mirada de varios (no sé si dos o diez) miembros de UEFA. Pero UEFA es Ceferin y Ceferin es Al-Khelaifi, este curioso defensor del fútbol para el pueblo. Ese es el círculo vicioso que, de un modo u otro, está obligado a romper como sea el presidente del Real Madrid, y a mí sólo se me ocurre que el único modo que hay de romperlo es o bien destruyendo a la UEFA o bien forzando el cambio de sus dirigentes, no hay más. Le Parisien hablaba el otro día del enfrentamiento entre el gran campeón y el representante de lo que ellos denominaban el "nuevo fútbol". Pero el nuevo fútbol que quiere representar en vano el PSG es el viejo fútbol, es el fútbol de la presión al árbitro y del control de las instituciones al que ahora se suma una cantidad desorbitada de dinero sólo en pos de un objetivo, la Copa de Europa. Pero hay algo de lo que carece el Paris Saint Germain, y cuando digo PSG puedo decir perfectamente City, y es la grandeza. Puedes anular en el último minuto la cena del lunes dejando plantado a Florentino Pérez, Al Khelaifi, pero en el fondo no dejarás nunca de ser su turiferario. Las Champions las verás pero no las tocarás y en junio, cuando Kylian sea presentado como nuevo futbolista del Real Madrid hasta 2028 sólo podrás exclamar "¡Ectoplasma!" como hacía el capitán Haddock, sólo que él con gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario