viernes, 4 de febrero de 2022

La misión del toro / por Pla Ventura

Desde siempre, convengámoslo de una vez, el toro ha sido siempre el elemento esencial para que las corridas de toros sean un dechado de emociones en todos los sentidos, el primero, que el toro tenga la pujanza, peligro, casta y acometividad para que el torero no se relaje jamás y, si lo hace que sea consciente del peligro que puede correr como tantas veces ha sucedido.

La misión del toro

Pla Ventura
Toros de Lidia / 3 febrero, 2022
Como es natural y lógico, la misión del toro no es otra que intentar coger al torero puesto que, su fuerza e instinto animal son los elementos que le definen en los ruedos. Nadie debe alarmarse de esta cuestión que, como dije, es totalmente lógica. Al toro nunca se le debe de perder la cara y, si se le pierde y no pasa nada porque seguramente no es un toro, más bien un borrego con cuernos.

Desde siempre, convengámoslo de una vez, el toro ha sido siempre el elemento esencial para que las corridas de toros sean un dechado de emociones en todos los sentidos, el primero, que el toro tenga la pujanza, peligro, casta y acometividad para que el torero no se relaje jamás y, si lo hace que sea consciente del peligro que puede correr como tantas veces ha sucedido.

Tiempos atrás, tampoco hace falta irnos muy lejos, los hospitales estaban llenos de toreros heridos en el ejercicio de su profesión, además de los hombres que entregaran su alma a Dios en calidad de artistas de la torería. El dato nos viene a demostrar que dicha profesión entraña un riesgo altísimo al que, los toreros, de buen agrado asumían para emocionar a los aficionados y, a poder ser, cosa que lograban unos pocos, arreglar su vida económicamente dicho, un valor que les correspondía con toda legitimidad.

Pero amigo, han ido cambiando los tiempos y, como se comprueba a diario cuando actúan las figuras, el toro, como es notorio el toro ha cambiado y su misión consiste en embestir de forma borreguil para que los actuantes consigan el éxito sin apenas esfuerzo. El cambio es consustancial, incluso muy difícil de entender porque, como sabemos, en España lo que nos sobran son ganaderías con toros encastados que nos hacen recordar aquellos tiempos de nuestra juventud en que, la casta era el elemento común en la práctica totalidad de las ganaderías de reses bravas; una casta que, de forma “natural” es la que provocaba aquellas cogidas con cornadas muy graves que padecían los toreros como hombres arriesgadísimos en aras de la profesión que amaban.

Ahora, la metamorfosis que hemos sufrido en la fiesta de los toros no es otra que el adocenamiento de los animales que, más que antagonistas parecen amigos que han llegado a la plaza en la misma furgoneta que los diestros. Pura metáfora lo dicho pero, con unos tintes de realidad que asustan y, ante todo, preocupan al aficionado puesto que, la grandeza de que un hombre se jugaba la vida ha pasado a ser un recuerdo de antaño. Se torea más bonito que nunca, es cierto, al igual que se ha perdido la emoción que siempre sustento a la maravillosa fiesta taurina.

Siguen habiendo cornadas todos los años en los ruedos, lo más lógico del mundo pero, ¿quién recibe esa cornadas? Los novilleros, banderilleros y toreros humilde del escalafón que, de forma irremediable están condenados a matar el toro de antaño y lo hacen hogaño. Es su grandeza, la que asumen sin percatarse de su sino, pero deja muy bien a las claras donde está la verdad y donde acecha la mentira. ¿Se puede comprender que hace años que ninguna figura del toreo reciba cornada alguna? ¿Será que Dios ha extendido su manto para favorecer a las figuras y dejar en completo desamparo a los humildes? Nada de eso. Los toros auténticos, cuál es su misión, siguen hiriendo, los que no lo hacen no son toros, como dije antes, tienen en calificativo de borregos, aunque luzcan dos pitones.

Vivimos una fiesta adulterada que ya se han encargado los taurinos de mostrarla tal y como la organizan que, para mayor desdicha, muchos aficionados, a base de lavarles el cerebro así se lo han creído, por tanto, aquello de que el artista de turno se ponga hermoso y no asuma el menor riesgo, con ello nos basta y nos sobra para que salgamos contentos de la plaza. Esa es la fiesta que perseguían los taurinos y, a fe que lo han logrado. Claro que, si en una misma corrida se pudieran lidiar tres toros de Juan Pedro y tres de Victorino, es entonces cuando los aficionados palparían la diferencia. Pero mientras eso no ocurra, mi gozo en un pozo.

--En la imagen vemos al toro en el ejercicio de su misión que no es otra que coger al torero, claro que, como dije en el ensayo, el toro que coge y cornea es de Baltasar Ibán y el torero herido Román.  ¿Queda todo claro?

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