–Curro, estoy preocupado por ti. Eres un torero artista como la copa de un pino, pero si no toreas una corrida de Miura no vas a pasar a la posteridad.
Curro no pudo dormir aquella noche. Dio vueltas y vueltas a las palabras de su amigo y maestro Antonio Ordóñez. Pero se quitó el peso de encima, y lo primero que hizo por la mañana fue devolverle la llamada al rondeño.
–Antonio, que he decidido no pasar a la posteridad.
Como confiesa el propio Curro Romero, «en la plaza de toros de Sevilla he hecho de todo, menos la Primera Comunión». Nos reunimos en el Oriza de la calle San Fernando Antonio Burgos, Pío Halcón y el que firma este texto invitados a comer por don Francisco Romero. Le pregunté si en la plaza se oían los comentarios de los espectadores, y nos contó una vivencia.
«Toreaba una corrida cómoda de Juan Pedro (Domecq). Cinco toros muy parecidos, y un sexto que parecía un búfalo africano. Enorme, con dos pitones astifinos como dos velas, y en el sorteo me tocó torear al búfalo. Le ordené a Luis, mi picador, que le diera leña. Y el búfalo se arrancó de lejos al caballo, y el público se puso de parte del toro. Pero Luis cumplía con creces mis órdenes. Dale, dale que te dale. El público comenzó a irritarse, y aquello terminó en una bronca al picador. Yo representé la farsa, gritándole a Luis que dejara en paz al toro, pero Luis sabía que tenía que seguir dándole fuerte. ¡Déjalo, Luis! ¡Para, Luis! ¡déjalo, déjalo! le gritaba. Pero Luis seguía. ¡Que lo dejes, Luis!, y Luis no me hacía caso. El público, indignado. Y en esas estábamos, cuando una señora en barrera le comentó a su acompañante 'no se debe de llamar Luis'».
En Espartinas, en su casa a la vera de Sevilla, también con Antonio Burgos fuimos a comer Antonio Mingote y yo. Y durante el café, Curro le retó a Mingote:
–A ver, Antonio, tú que te fijas en todo, dime en qué se diferencia mi casa de la de cualquier torero.
Y Antonio no daba con la tecla, hasta que Curro se lo soltó:
–Que no hay ni una sola cabeza disecada de un toro. Bastante he sufrido toreándolos, para tener que soportarlos en las paredes de mi casa.
Y algo parecido le sucedió a Ordóñez en Ronda. Se inauguraba un monumento escultórico en su honor, junto al de su padre Cayetano, el Niño de la Palma, en los alrededores de la Real Maestranza de Ronda. «Plaza de toros de Ronda/ la de los toreros machos» de Fernando Villalón. Todas las autoridades civiles y militares presentes. Los rondeños, a centenares. Antonio tiró del cordel y la tela que cubría su monumento cayó al suelo. Y ahí estaba. Con su empaque, con su torería, con la muleta plegada, y marchándose del toro. Un enorme toro de bronce. Ordóñez le comentó al Alcalde, por lo bajini:
–Señor alcalde, ese toro me lo quita. No quiero ese toro detrás de mí. Bastante los he tenido con vida, para tenerlo que soportar en bronce.
Y ahí está el gran rondeño. Bronce también, pero sin toro detrás.
Con Sevilla se abre la gran temporada, después de Valencia. San Isidro en Las Ventas, Córdoba, Jerez, El Puerto, Málaga, Salamanca, las Ferias del Norte, Ronda y El Pilar de Zaragoza. Vuelven los toros, la fiesta perseguida, cultura universal, pintura, música, literatura, poesía, escultura. De Goya a Picasso, de García Lorca a Hemingway. Orson Welles descansa sus cenizas entre los dos enormes tilos de San Cayetano, la casa de Antonio Ordóñez frente a su serranía. Quería hablar de toros y escribir de toros. Con la excusa de agradecer su resistencia a artistas y ganaderos, y a empresarios que se juegan su dinero luchando contra corriente. Y con don Antonio y don Francisco de protagonistas.
Suerte para todos.
ENHORABUENA.COMO SIEMPRE ARTE Y AFICION EN LA MANO DEL ARTISTA
ResponderEliminarComo siempre lo borda, de nota. Gracias
ResponderEliminarLo ha bordado, como siempre de NOTA, gracias.
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