viernes, 13 de mayo de 2022

San Isidro'22. Antipático juanpedreo de El Torero, con Ferrera, Luque y Caballero al aire de su vuelo. Márquez & Moore


Jaranero, miel en los labios

La salida del negro sobrero dio pie para que don Florencio sacase su parada de bueyes amaestrados, que se dedicaron a hacer sus necesidades y a corretear por el ruedo, como suelen, tratando de convencer al expulsado de que les acompañase. La labor fue más larga que de costumbre y finalmente don Florencio se tuvo que despojar de la chaquetilla para citar al toro y darle su característico pase por alto desde el callejón, con el que cosechó la más fuerte y sincera ovación de la tarde.


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Todavía con el reflujo de lo del Juli con lo del quinto en la tarde del día anterior y tras un fraternal almuerzo en Salvador, rodeado de óptimos aficionados y mejores personas, nos vamos para Las Ventas con la misma ilusión de aquél a quien le han puesto en sus manos un pico y una pala para abrir una zanja, ante la promesa de uno de esos carteles imposibles que Plaza 1, la empresa que gestiona el Centro de Recogida de Residuos Sólidos Urbanos de Las Ventas, es capaz de inventar aprovechándose de manera abusona del hecho de que aún tiene un abono cautivo que pasa por la taquilla, gracias al cual hasta una tarde como la de hoy es capaz de dejar beneficios en sus mugrientas arcas.

Cuando las mentes pensantes de la empresa estuvieran considerando qué echar este jueves, algún cráneo privilegiado se acordaría de la ganadería de El Torero. Podían haberse acordado de Isaías y Tulio Vázquez o del Cura de Valverde o del Conde de la Corte o de Carolina Fraile, tanto que les gustan los Fraile, pero se acordaron de El Torero, que ya es toda una declaración de intenciones ponerle a una vacada el nombre de El Torero, como esa otra que hay de la Casa de los Toreros, la casa común, diríamos. Y El Torero, al que le tocó la pedrea de hoy, son los toros de doña Lola, el juampedreo nuestro de cada día. Lo bueno es que con el tiempo el juampedreo éste cada vez se va pareciendo menos a lo suyo y, después de tantos años, se van formando nuevas tipologías y aspectos en el ganado, que guardan con la procedencia seminal la misma similitud que la que hay entre un higo y una castaña.

El encierro de esta tarde dio en la voluble báscula de Las Ventas una media de 543 kilos y medio, por si a alguno le interesa, y conformó una desigual corrida con algunas cabezas de mucho desarrollo y con un comportamiento tendente a la desaborición, que ya hay que fastidiarse que con la gracia que se gastan en Cádiz hayan tenido que llenar el camión con semejante paquete de sosos. El quinto demostró una blandura de tal magnitud que incluso fue apreciada por don Jota, el Papá Noel de las orejas que se sienta en el Palco, y sacó el trozo de tela verde que ponía al toro en dirección al sitio de irás y no volverás y nos permitía ver en el ruedo a un Montealto, Virtuoso, número 73, que malditas las ganas de verle que había, que resultó tan parecido a los titulares y que en nada recordaba a las delicias pasteleras de su ganadero, don Agustín Montes, conocido como "el panadero de Sanse.."

La salida del negro sobrero dio pie para que don Florencio sacase su parada de bueyes amaestrados, que se dedicaron a hacer sus necesidades y a corretear por el ruedo, como suelen, tratando de convencer al expulsado de que les acompañase. La labor fue más larga que de costumbre y finalmente don Florencio se tuvo que despojar de la chaquetilla para citar al toro y darle su característico pase por alto desde el callejón, con el que cosechó la más fuerte y sincera ovación de la tarde.

Por la parte de los toreros hoy fueron convocados para ser examinados por el Tribunal en esta quinta sesión los diestros Antonio Ferrera, Daniel Luque y Gonzalo Caballero con sus correspondientes cuadrillas de auxiliadores y con el regimiento de caballería enfaldillada.

El primero, Jaranero, número 16, nos puso la miel en los labios al echar al suelo a Antonio Prieto y a su semoviente, pensando que lo mismo la tónica de la tarde sería esa. Al caer el arre con el cuerpo hacia el tercio y las patas hacia la barrera pudimos tener una perfecta visión de todos los Equipos de Protección Individual (EPI) que portaba el equino en forma de pololos, calcetines, pantaloncillos, guardabandullos y demás elementos que, además del peto de kevlar, le hacen casi inexpugnable. Fue una ilusión fugaz la del poder de Jaranero, porque en seguida se vio que ni la acertada lidia de Chacón sirvió para que el animal se pusiese a disposición del matador. Más bien anduvo el bicho a ver cómo se iba de aquél lío que le habían montado y ahí estuvo Ferrera tratando de quitarle las ganas de enfilarse hacia las tablas. Le dejó una estocada habilidosa y con ella el primer producto del cebadero Domecq de esta tarde marchó hacia las verdes praderas del edén.

El segundo de la tarde atendía por Bosquimano, número 56, largo y soso, para Luque. Hoy no era su día y, quizás, le habría venido estupendamente haber tomado un fuerte café negro como el que tomé yo en cierta ocasión, invitado generosamente por el padre del torero. El toro, como dicen ahora en la neolengua taurina “soltaba la cara”, lo cual significa que al final del muletazo el tío metía un derrote seco que no servía para los fines que perseguía Luque. Con ese desacuerdo, la cosa no llegó a arrancar porque el toro no llegó a ponerse en sincronía con su matador en modo alguno y el veterano torero de Gerena ya estaba harto del soltamiento ése de cara y de que tras un buen rato ahí no le hubiesen echado desde el tendido ni ese “¡Bieeeen!” que a nadie se le niega, o sea que decidió cargarse al bicho y lo hizo a la última.

En tercer lugar asomó por la puerta del chiquero la jeta o más bien las velas el toro Vigilante, número 44, para Gonzalo Caballero, al que vimos extremadamente flaco. Lo pica Manuel Cid, al que cierto crítico de cabello teñido convirtió en hermano de Manuel Jesús “El Cid” en memorable crónica. El toro estuvo dando cabezazos al kevlar del peto y se largó a la carrera cuando le dio la gana sin despedirse siquiera del falso hermano, a esperar que Raúl Ruiz le pusiera un soberano par de banderillas. Cuando llegó la cosa del muleteo Caballero le enjaretó una buena serie al natural y poco más, porque en su labor con la mano derecha lo único que cosechó fue un susto por una colada y poco a poco dejó en el público la sensación de estar bastante a merced del toro, al que ni somete ni quebranta. O lo mismo es que ni merecía la pena hacer el esfuerzo con el toro. Lo mató a la última tan ricamente y nadie le echó nada en cara, ni siquiera que tirase la muleta en el embroque.

Ya estamos en el “ecuador de la corrida”, por si alguno no se había enterado porque la tarde va de plomazo mayúsculo y ahí tenemos al señor Martín con su simpático vestido de barquillero franqueando la salida a Besugo, número 58. Como todo el mundo sabe la época buena del besugo es de noviembre a marzo y, quizás a causa de eso a este Besugo de secano no hubo quien le metiera al horno porque desarrolló un mal genio y una falta de empatía con todo lo que le rodeaba que se puso bastante intratable al llegar a la muleta de Ferrera. Antes medio cumplió en las varas con “El Luca” y dio pie a que se luciese Chacón con los palos. Fue al llegar al tercio de muerte cuando ya dijo que hasta ahí habíamos llegado y le estorbó lo que pudo a Ferrera, que nunca estuvo cómodo en la ingrata lidia del tauroespárido.

Con su vestido blanco de homenaje a Miguel Abellán se dispuso Luque a recibir a Tagarnina, número 64 que derrotó con fuerza en el burladero del 6 para que muchos supieran lo que es rematar en tablas de verdad. Explicado eso, fue retirado de la arena y sustituido por el Montealto antes referido, toro reservón y parado que se defiende a cabezazos ante el que Luque, viendo la cadencia de la tarde decide abreviar sin que nadie le echase cuentas.

Con un suspiro de alivio vimos arribar al ruedo a Mercenario, número 33, que, si se nos perdona la licencia, podríamos decir que fue el mejor toro de la tarde. La labor de Caballero a base de toreo a la media altura, toreo de ver pasar al toro, no es capaz de emocionar al tendido y su labor se va deshaciendo sin que prácticamente nadie le eche cuentas, salvo el Gerente Abellán desde el callejón. Toreo muy desapasionado y como si dijéramos sin entusiasmo, recibido sin censuras ostensibles por el público que ya tenía un ojo puesto en la salida, es lo que a la postre dejó Caballero, que cuando agarró el estoque toricida nos dio una de las alegrías de la tarde, al comprobar que la cosa ya llegaba a su fin.

La ovación de la tarde, para don Florencio


ANDREW MOORE







LO DE FERRERA





LO DE LUQUE





LO DE CABALLERO





FIN

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