lunes, 23 de mayo de 2022

San Isidro'22. Juampedrada de torrealtas para los muy rehileteros Fandila, Escribano y Valadez, que hizo suyo el "susto y revolcón, oreja al esportón". Márquez & Moore


Valadez, revolcado por su segundo en la clásica cogida de gorilón

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Hoy, por no haber, ni siquiera ha habido minuto de silencio ni ovación al romper el paseíllo, que esto así ni siquiera parece Las Ventas de la Mugre. Y además el número de borrachuzos ha bajado sustancialmente, que estarían de resaca la mayoría de ellos, o sea que la Plaza no había quien la reconociese. Si a eso añadimos los fajos de boletos que se andaban regalando ayer, que la gente no sabía qué hacer para librarse de las entradas de hoy, ahí tenemos la explicación de la pobre entrada que se ha registrado en este domingo de nuestros dolores, en el que se cumplen quince días del inicio de esta malhadada Feria de San Isidro 2022 que, hasta el momento y visto lo visto, se lleva el Premio Nobel a la peor Feria de San Isidro de las que uno ha tenido el honor de contemplar, y tengo muy presente la de 1990, que no se me olvida ésa.

Para la corrida de hoy, las meigas ganaderas de cabe el Abroñigal optaron por adquirir seis prendas de la ganadería de Torrealta con el declarado fin de poder meter de nuevo en el programa la querida morcilla que nos avisa de que “Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua…”, que ya se podía haber comprado el hombre un Scalextric. Luego resultó que el celo veterinario tras el análisis minucioso de las circunstancias zoomórficas de los Torrealta optó por la eliminación de dos de ellos y entonces, para cubrir su baja, se trajeron el camión cargado con dos de la ganadería Hermanos García Jiménez, que son los Matilla, por si alguno no se había percatado, ganadería sin antigüedad en Madrid, ni falta que la hace y cuya procedencia, eliminando lo anterior como debe ser, es de los polvos de Juampedro que acarrean estos lodos, este lodazal de toreabilidad sin gracia ni alma.

Ni maldita gracia tuvieron los seis, aunque hubo quien se empeñó en resaltar la calidad para la muleta de éste o de aquél, la tonta embestida bobalicona del de más allá o la disposición a dejarse hacer lo que estuviera en los designios del matador de otro. A quien eso le guste, que lo aplauda. Toros tontos, con menos personalidad que Talavante, bien mandados, hechos para no aportar al espectáculo otra cosa que su estúpido ir y venir. Toros de la cosa cultural, como quien dice materia en bruto para que unos artistas inmarcesibles labren sus obras. De la parte de los toros sólo daremos señas de dos, el primero tenía un pelazo en el extremo del rabo que parecía la peluca de un portero de la calle de Fuente del Berro que se acaba de jubilar; el tercero recordaba a la anatomía del radiofonista Federico Jiménez Losantos, mucha cabeza y poco cuerpo. Estos dos son los que llamaron algo la atención y ambos por motivos perfectamente extra taurinos.

Para matar esta corrida se trajeron a David Fandila “El Fandi”, Manuel Escribano y Leo Valadez, que venía a confirmar la alternativa que le dio Joselito Adame en Zaragoza en 2017.

Valadez es casi más de Guadalajara (España) que de Aguascalientes (Méjico), que llegó a la Alcarria con sus nueve añitos y por allí anduvo bajo el amparo de un Reverendo Padre y de un señor de pelo blanco, empeñados en hacerle torero y persona. Respecto de lo segundo no cabe duda de que la misión de tan benéficos mentores se haya conseguido, de lo primero quedan infinidad de dudas de que alguna vez se llegue a conseguir, porque el repertorio que el bueno de Leo nos ha dejado esta tarde es un saco de lo mismo de siempre, con una patente falta de calidad, sin plan, ni concepto ni armazón. Un inicio de fantasía a base de lopecinas o zapopinas, vaya usted a saber, es lo más alegre que mostró con el capote. Luego comenzó su tarea de rodillas y ahí sacó los muletazos más jaleados de la tarde y luego se despeñó por los manidos senderos señalizados del toreo cotidiano, el toreo que no llega jamás a interesar. Ambos toros de los de su lote le sorprendieron en algún momento y, cuando fue revolcado por su segundo en la clásica cogida de gorilón, ya sabíamos que ese famoso refrán que avisa “susto y revolcón, oreja al esportón” se iba a hacer realidad una vez más, como así fue. No merece la pena demorarse más, por no aburrir y porque todo está dicho, salvo que pone banderillas a su aire. A su primero lo tumbó de un sartenazo y al segundo de estocada entera soltando la muleta.

De Fandila también ya está todo dicho y no hay nada en su función de hoy que sirva para modificar el dibujo general. Atento a la lidia, atlético y desahogado, como suele, anduvo por la Plaza con sus dos toros dando de sí lo que él da de sí con la muleta, con la que trató de sujetar al primero en su tendencia a irse y con la que se dobló con su segundo. En ninguno de sus dos trasteos brilló, como tampoco lo hizo con el capote. Puso sus banderillas al violín y las otras.

Y de Escribano, del que recordamos aquella tarde de Sevilla, sustitución de Julián en corrida de Miura, con la que se puso a funcionar por esa Plazas, también hemos de decir que no le hemos visto otra vez con aquel aire y aquella frescura, incluida la tarde del innecesario indulto del memo de Cobradiezmos, de Victorino Martín hijo, también en Sevilla. Puso también banderillas, como sus compañeros de cartel, y luego estuvo sin despeinarse y sin decir nada en su primero y en su segundo compuso una faenita de poco vuelo y de altibajos, sin meterse en el sitio donde se torea, aprovechando su oficio y su agilidad, que remató con una estocada trasera. Se pegó una vuelta al ruedo.

Eso poquito que se ha explicado antes es lo que dio de sí la tarde, o sea que nada se perdieron los que decidieron no venir. Imagino el tostón que se habrán pegado los que miran los toros por la TV sin la opción de entretenerse un poco observando las idas y venidas por el callejón de doña Rocío, la gentil alguacililla, y oyendo los comentarios jocosos de los de las entradas regaladas. Los otros, los de todos los días, ahí seguíamos sin encontrar explicación a lo sucedido el día anterior, el de Ureña, en el quinto de la tormenta, la lluvia de almohadillas y la petición de oreja, en uno de los espectáculos más inexplicables que hemos contemplado en todos estos años que llevamos en Las Ventas.


Ganadería de Torrealta con el declarado fin de poder meter de nuevo en el programa la querida morcilla que nos avisa de que “Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua…”, que ya se podía haber comprado el hombre un Scalextric.

ANDREW MOORE




LO DE FANDILA





LO DE ESCRIBANO





LO DE VALADEZ







FIN

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