En un pasodoble taurino, nos podemos encontrar marcialidad, majestuosidad, armonías y contrapuntos ricos y alegres, que juguetean por el pentagrama con una sonoridad asombrosa. Pero lo que eleva al más puro grado de grandeza este género, es sin duda las melodías que componen la obra en sí, un fraseo sónico que en ocasiones parece mantener una conversación vocal. Escuchar como los instrumentos de la banda, turnan su sonoridad para reproducir las delicadas melodías tonales, es de una seducción prodigiosa, que solo se diferencia de las grandes obras clásicas, por su corta duración, lo cual supone tener que concentrar en menos tiempo, una mayor implicación harmónica.
A lo largo de la historia taurina, han habido plaza de toros que han destacado por sus bandas, siendo anunciadas en los carteles como un factor importante en la cita taurina, como La Popular Sansense del maestro Vallespí en Barcelona, La Banda de Música del maestro Tejera en Sevilla o La Banda de Música de la Ventas dirigida por el maestro Lorenzo Gallego Castuera. También el pasodoble tiene partituras de una belleza embaucadora, gracias a la inspiración de genios como el citado Santiago Lope y su obra Gallito, Orozco y Ramos en Manolete, Ledesma y Oropesa para Domingo Ortega, Joselito Bienvenida de Pascual Marquina o Puerta Grande de mi estimada Elvira Checa. Estos son algunos ejemplos muy definidos de la inmensa grandeza que musicaliza El Pasodoble Taurino.
Vaya pues mi más sincero respeto, por un género musical que está a la altura de cualquier partitura que se precie.
Muchas gracias don Juan por la publicación
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