"...Es conmovedora la historia de este hombre que, desde los ancestros más humildes, la ignorancia taurina en todos los sentidos llegó a la alternativa en Castellón con dos máximas figuras del toreo, Paco Camino y Ángel Teruel y, a partir de aquel momento, durante un lustro, se sucedieron los éxitos por doquier alternando con las más grandes figuras del toreo y, para colmo, compitiendo en muchas ocasiones con El Cordobés, todo un lujo al alcance de muy pocos..."
Julián García, una historia conmovedora
en libro sobre su vida
Pla Ventura
Toros de Lidia / 21 Julio 2022
CON UN PAR es su título, tras saber de la historia y milagros del diestro de Albacete afincado en Valencia, no podía ser de otro modo. Es cierto que, dicho libro, cualquier aficionado tiene que leerlo varias veces para impregnarse de la grandeza humana de un tipo tan singular como Julián García. Ha sido mi caso y, pese a que la trayectoria del diestro me la sabía de memoria porque somos coetáneos, aquello de adentrarme en el alma del diestro me ha resultado fascinante.
García fue un torero heterodoxo, negarlo sería faltar a la verdad pero, amigo, conocer en profundidad y con todo lujo de detalles lo que este hombre tuvo que hacer para lograr su cometido, eso eriza el vello a cualquiera. No tiene recato en confesar que nunca fue niño y, las pruebas así lo atestiguan. Si la mayoría de los toreros vienen –antes así sucedía- de familias muy humildes, la de Julián no era ninguna excepción y mucho menos en aquel pueblito en que vivía en la provincia de Albacete.
El diestro tuvo una niñez tremenda cuidando las ovejas y, ya de mozalbete, entendió que su vida tenía que ser otra; que había que pagar un precio elevadísimo, eso lo tenía tan claro como su partida de nacimiento. Por ello, apoyado por un tío suyo emigró hasta Valencia sin el beneplácito de sus padres que, al final, pasado el tiempo, tuvieron que claudicar ante un hijo “loco” de remate. Allí trabajó en mil oficios, en muchos, sin cobrar. Su futuro era oscuro como diría la canción. Pero llegó un día en que el diario Levante insertó en sus páginas unos cupones incitando a los chavales que querían ser toreros; es decir, una novillada que montaría el propio rotativo y en la que daría cabida a los seis aspirantes que más cupones presentaran. Sin duda alguna, Julián García los presentó a montones puesto que, previamente, cuando pasaba por el coso de la calle de Játiva, el monumento arquitectónico le impresionaba, razón por la que entendió que su vida sería la de ser torero. Toreó Julián, cortó una oreja que como él confiesa no sabe ni cómo lo hizo.
Claro que, pasaron diez años desde aquel comienzo hasta que García llegó a la alternativa; dos lustros de penurias de todo tipo en lo que combinaba su trabajo en un bar y sus ansias por ser torero. Tanto esfuerzo al final tuvo su recompensa ya que, tras atravesar aquel túnel en la oscuridad, Julián García, sin aprendizaje alguno pero con unas ansias locas por triunfar como torero lo consiguió, hasta el punto de que el año 1969 quedó como líder del escalafón. Como digo, es conmovedora la historia de este hombre que, desde los ancestros más humildes, la ignorancia taurina en todos los sentidos llegó a la alternativa en Castellón con dos máximas figuras del toreo, Paco Camino y Ángel Teruel y, a partir de aquel momento, durante un lustro, se sucedieron los éxitos por doquier alternando con las más grandes figuras del toreo y, para colmo, compitiendo en muchas ocasiones con El Cordobés, todo un lujo al alcance de muy pocos.
Son innumerables las anécdotas que Julián García cuenta en este libro pero, tras todo lo leído, me quedo con el momento en que el diestro coge trescientas sesenta mil pesetas y les compra una casa a sus padres que ya residían en Valencia. Ese momento, como él confiesa, resultó ser el más emotivo de sus existencia porque, como era lógico, sus padres no querían que fuese torero, por nada del mundo, hasta el punto de haber tenido broncas familiares, razón por la que García emigró a Valencia mucho antes que sus progenitores y hermanos.
Julián García disfrutó durante un lustro de la grandeza por lo que supone alternar con las máximas figuras de la torería siendo, como era lógico, un heterodoxo del toreo al que, los puristas se la tenían jurada pero, pudo más su arrojo, decisión, valor y ganas de triunfar que todas las trabas que tantos le pusieron. No es menos cierto que, por aquel torrente de valor tuvo que pagar un precio elevadísimo, decenas de cornadas que dejaron su cuerpo totalmente lacerado para siempre, hasta el punto de que uno de sus años de gran proyección, tenía firmadas noventa tardes y acabó el año con cuarenta corridas de toros. ¡Cómo serían las cornadas, Dios mío! Hasta en un festival invitado por su amigo Justo Benítez en un pueblo, pagó con sangre Julián García aquella tarde sufriendo una cornada gravísima en la que el novillo le reventó la barriga.
Ni que decir tiene que, García triunfó hasta en Las Ventas en varias ocasiones, lo que demostró que su valor tenía calado allí donde fuere. Curiosamente no llegó a torear en Sevilla pero, si hizo algo bellísimo, ordenar su vida para el resto de su existencia, cosa que parece lógica pero que tantos toreros que han estado en puestos de privilegio no pudieron lograr. Es cierto que, Julián García tuvo, por tener, un “pueblo”, Valencia, que le acogió como a un hijo y en el ruedo de la calle de Játiva actuó en más de sesenta ocasiones entre novillero y matador. Su fulgor como matador duró apenas una década porque, más tarde, como se comprobó, las cornadas le pasaron factura y le restaron ilusiones y, por allí anduvo un tiempo más pero, lo conseguido ya no se lo quitaba nadie. Compró una finca, varios apartamentos y, pese a su condición de “analfabeto” demostró tener una inteligencia fuera de lo común. Sin duda, un tipo singular que, gracias a este libro ya tiene, por tener, hasta leyenda que es lo más hermoso que pueda sucederle a un torero.
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