Desdichadamente no pasó nada en tan trascendental tarde para Perera y, de repente, las cañas se tornaron lanzas. Cierto es que, todas las alternativas que se han concedido en Sevilla en los últimos cinco lustros, apenas nadie ha triunfado. Lo digo porque, como se dice entre los taurinos, el gafe vive en el barrio de San Bernardo, por citar un lugar emblemático de la maravillosa ciudad bética.
Nadie sabe las llamadas que habrá hecho Juan José Padilla para que le incluyeran a su poderdante en cualquier clase de cartel; si las tuviéramos contabilizadas nos caeríamos de espaldas. En otra época, cuando se pagaba a telefónica por llamadas realizadas, al respecto, podríamos estar hablando de una ruina monumental para el diestro y su apoderado. Menos mal que, ahora, las llamadas son ilimitadas no sufrimos el percance antes mencionado.
Y escribo estas líneas con una pena enorme porque, las ilusiones de ambos toreros, uno doctorado y el otro en funciones de apoderado, serían las más bellas del mundo porque, lógicamente, todo el mundo aspira al éxito y, Perera no podía ser una excepción, como lo consiguió Padilla que, tras muchos años en el fragor de la batalla consiguió que se le reconociera por completo. Pero, en este caso, no ha podido ser. Un torero más que se queda en la reserva para que, Dios sabrá, cuando volverá a tener una oportunidad. Todo un crimen taurino porque, un novillero que ha triunfado por lo grande y que se doctora, pese a que no haya habido éxito en la tarde ceremonial, todos esos valores no pueden perderse de la noche a la mañana; pues se han perdido.
Dije siempre que, el gran problema de la torería actual no es ser mejor o peor torero; lo triste de la cuestión es que el cupo de actuantes está cubierto desde que se inicia el año y, entrar dentro de cualquier tipo de cartel es una heroicidad sin límites. Si para colmo, en la tarde más emotiva e importante de tu existencia no acaricias el éxito, todo se vuelve cuesta arriba, hasta el punto de que en la escalada “mueren” la inmensa mayoría.
En el toreo, ¿de verdad están todos los que son? Esa pregunta no tiene respuesta y, lo que es peor, no la tendrá nunca porque el cupo es muy limitado y las opciones de los empresarios, por momentos, parecen caprichos personales antes que contrataciones con toda lógica del mundo. La prueba de lo que digo no es otra que, el gran triunfador de San Isidro, ese torero importantísimo llamado Ángel Téllez está el hombre arañando contratos, buscando sustituciones y estando alerta para que, cualquier devenir que nadie desea pueda beneficiarle en el sentido de seguir firmando contratos cuando, lo lógico sería que, tras su triunfa paso por Madrid, en el peor de los casos, debería de tener firmados cuarenta contratos mientras que, la realidad nos muestra todo lo contrario.
Mucho ánimo para Manuel Perera que, como tantos otros tendrá que esperar, no desfallecer jamás porque toreros como Juan Ortega, por citar un caso de un reciente triunfador del año pasado, se ha pasado varios años en el dique seco. O sea que, en realidad, ser torero no es flor de un día, aunque para El Juli, Manzanares y otros así haya sido que, desde el día de la alternativa les dieron trato de figura como ha sucedido en estos momentos con Tomás Rufo pero, no suele ser lo habitual.
Sin duda, el consuelo para todos los toreros no es otro que, no se trata de casos aislados, parados los tenemos por decenas y, de forma lamentable, Perera ha entrado a formar parte de ese lamentable elenco de hombres válidos que tendrán que seguir rezando para que la suerte les acompañe.
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