Es cierto que, de Miura, o de la ganadería que fuere, todos anhelamos que salga el toro bravo para que el torero, si es capaz, tenga opciones para el triunfo pero, los Miura de ayer en esta plaza tenían mucha presencia, hasta el punto de que asustaban hasta en la foto pero, don Eduardo se llevó un disgusto tremendo porque sus pupilos no tenían el menor atisbo de bravura, cuando menos, para que los toreros pudieran hacer ese toreo que sueñan y que, frente a un toro de verdad, cuando eso es posible, tanto nos emociona a todos.
Claro que, cuando se lidia un toro de verdad, aunque no tenga la bravura soñada, nadie puede hacer la menor crítica al ganadero porque nadie sabe qué tiene dentro de si un toro si de bravura hablamos que, por regla general siempre es un misterio. Y mucho menos denostar a los toreros que, como ayer, se jugaron la vida limpiamente Sergio Serrano, Octavio Chacón y Román. Mucho mérito el de estos hombres que, desesperados, veían como su esfuerzo titánico no tenía premio alguno, salvo el reconocimiento general a modo de aplausos por parte de aquellos grandes aficionados.
La cuestión no estriba en que un toro embista o deje de embestir, casi siempre un milagro de la genética de cada ganadería, el problema viene dado cuando como he contado miles de veces, sale al ruedo un toro moribundo e incapaz de sostenerse en pie, eso sí es un desacato, un atentado contra el aficionado y una estafa en general. Ayer, como prueba de lo que digo, nadie abroncó a Eduardo Miura ni a sus lidiadores, no había un solo motivo para ello. Las broncas suelen llegar, como el escándalo, de la mano de la farsa, del fraude consentido, de querer engañar a los aficionados queriendo pasar burros por toros, es ahí donde radica el mal de la fiesta.
No hubo éxito en Dax, eso es muy cierto y, al margen de lo que hemos visto en el reportaje, nuestro admirado André Viard nos lo ha contado con todo lujo de detalles, algo que celebramos en grado sumo. Pero es una verdad auténtica que, pese a la carente falta de bravura de los Miura, nadie se aburrió en lo más mínimo porque, ese peligro elocuente que trasmitían los toros se tornaba en auténtica emoción respecto a la labor de los toreros. Artísticamente, frente a los Miura, todo el mundo se quedó con la miel en los labios pero, ¿se aburrió alguien en dicho festejo? Si les preguntásemos a los aficionados todos responderían lo mismo, no hemos visto el milagro del arte, pero sí el de la emoción a raudales porque hemos comprobado que unos hombres se han jugado la vida de verdad.
Sigamos apostando por el toro porque, a la corta o la la larga, es la única tabla de salvación que tiene el toreo. Y cuando digo toro no discriminó a nadie porque como sabemos, ese toro de verdad que todos soñamos puede salir en cualquier ganadería pero, tiene que salir, que se lo pregunten a Emilio de Justo con aquel ejemplar de Justo Hernández en la pasada feria de otoño de Madrid que, además de ser el toro que todos soñamos, encumbró todavía más al grandísimo torero extremeño al que, a Dios gracias, una vez superado el amargo percance de Madrid, reaparecerá dentro de unos días en la Costa del Sol.
No es cuestión de toros, es cosa de ganaderías porque mientras unos ganaderos se empeñan en criar el burro acorde para el torero figurita, además de las ganaderías encastadas que no todas son sinónimo de bravura, es cierto que en este tipo de ganaderías de las que huyen las figuras, por regla general siempre sale el toro de verdad; en ocasiones no con la bravura que todos soñamos, pero siempre con la grandeza de su verdad.
--En la foto de André Viard vemos a Octavio Chacón jugándose la vida frente a un toro de Miura.
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