Era muy importante estar en el 75 aniversario de Manolete, el torero que perdió la vida allí, pero que ganó el recuerdo para siempre de esa localidad jienense
Calurosa ciudad… añado yo, si bien también es caluroso el recibimiento de sus gentes, de los amigos con quien he disfrutado estos días.
El coso de Santa Margarita ha acogido dos festejos y los dos parecían que pertenecían a tauromaquias muy diferentes. Los tendidos han registrado buenas entradas, pero sin llegar al lleno. El sábado hubo público verbenero, istas para ser más exacto y preciso, de esos que van a ver a su torero preferido y punto. Cuanto hace el ídolo se corea y así pasa la tarde aplaudiendo a rabiar al suyo y gritos despectivos para el que no lo es.
Por la baja de Roca Rey le ofrecieron el puesto a Morante y no encajaba para nada para el público que allí se congregó. El rejoneador Diego Ventura y Manzanares eran los que sí les cuadraban a los asistentes y los aplausos atronaban el espacio. Jamás me había tapada los oídos hasta este día, pero no se imaginan qué forma de aplaudir los que tenía detrás. Logré salir ileso.
El domingo era el día que me movió hasta allí y la ilusión que celebrar ese 75 aniversario con los toros y los toreros anunciados era todo un aliciente. Una corrida de Miura y una terna inédita en una tarde así: Rafaelillo, al que podemos llamar ‘el maestro de Zahariche’, Morante y su atrevimiento y el ‘joven’ Curro Díaz, a quien esos toros siempre le ofrecen triunfos. El público era otro, se respiraba seriedad, y quienes estaban sentados en los tendidos tenían todas las papeletas de ser buenos aficionados, no seguidores de toreros.
Cómo para no estar presente me dije. No solo acudí yo, otros grandes aficionados, Lázaro, Jean-Charles, Antonio, Cecilio y José Luis (estos desde más cerca) se acercaron también y cubrimos los tiempos hablando de toros y toreros antes y después del festejo. Un placer disfrutar los conocimientos de grandes aficionados.
Lo de Miura resultó así así, bueno el ganadero estuvo más pendiente de Bilbao y menos comprometido con una fecha tan histórica. El sabrá porqué lo hizo, pero el encierro enviado tuvo dificultades para pasar el reconocimiento y finalmente se remendó con uno de Joaquín Núñez.
El atrevimiento de Morante se quedó solo en eso, en hacer el paseíllo. Los toros no fueron oponentes adecuados, pero tampoco él fue el oponente adecuado para ellos. Otra actitud podría haberle ayudado, al menos para que aquello lo presidiera el decoro, pero se lo dejó en el hotel.
Sin embargó sí estuvo, y cómo estuvo, Rafaelillo. Actitud, esa que echamos de menos en el párrafo anterior, para abrir la tarde con dos largas de rodillas en el tercio y continuar a la verónica como si no tuviera un Miura, el más miura de todos, delante. El murciano está en vena, disfruta toreando y mostrando el Rafaelillo que lleva dentro. Mueve capote y muleta de forma clásica y con verdad, lo que le hace casi imprescindible en el escalafón. Bajo sus dos caras, la heroica y la clásica, no tiene rival. Da gusto verle y, además, se disfruta viéndole disfrutar en la cara del toro.
Cerró la terna un ‘joven’ torero nacido en Linares, en la misma habitación en la que se marchó Manolete, y algo debió de heredar del monstruo para sentirse tan torero como se siente. Día muy especial para él, dejando constancia de que no es un torero más, es un torero artista de cuyas muñecas surgen momentos de belleza inigualable. Las dos tandas relajadísimas con las que nos obsequió en el último marcaron, de qué manera, esa torería innata que atesora el linarense.
Pasé por Linares y, por muchas cosas sucedidas en la plaza y fuera de ella, mereció mucho la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario