martes, 13 de septiembre de 2022

LAS VENTAS: Desafío Palha y Saltillo. Mi enhorabuena a los que decidieron no ir / por José Ramón Márquez

Moral

Venegas

Chacón

Desafío Palha y Saltillo. Mi enhorabuena a los que decidieron no ir
José Ramón Márquez
La mugre, la incuria, el óxido, el abandono… Otra vez Las Ventas, el Primer Vertedero del Mundo. Inocentemente acudimos a lo del “Desafío Ganadero”, también vale “El timo de la estampita”, aunque creo que ya está pillado. Tres rayitas pintadas en el ruedo con la mayor de las desganas anuncian que van a poner los toros a ciertas distancias, tentadero de machos amateur, para solaz del personal. En el cartel Octavio Chacón, Pepe Moral y Venegas, simplemente Venegas. Por la parte táurica Palha y Saltillo.

Para uno, Palha siempre es garantía y, efectivamente, no defrauda el primero, que va al paso al caballo, empuja y derriba al penco y a Esquivel que, desde luego, no es candidato al Premio Nobel de la Vara. El toro se aproxima bastante a lo que habíamos ido a ver: desarrolla sentido, acaso la mala brega, y se entera minuciosamente de que cerca del trapo colorado ése que se menea hay un tío al que hay que buscar. Chacón no rehúye la pelea y consigue robar, literalmente robar, algunos muletazos de mérito y encaje a Camarito, número 524. El toro no está feliz cuando se ve engañado y va planteando muchos problemas a base de miradas, gañafones y derrotes a su matador. Con él todo es incertidumbre y Chacón solventa la papeleta con hombría y entereza recibiendo sinceros aplausos por su innegable decisión. Un chusco, que siempre los hay, le espeta al matador eso de que el toro “se va sin torear”, provocando la rechifla de los que se habían fijado con atención en las condiciones de Camarito. Pero bueno, que a los toros se viene a dar la opinión, por extravagante que ésta sea.

Sale el primer Saltillo, raspa cárdena, Astudero, número 532, y recibe los incomprensibles aplausos de ciertos gourmets. El bicho es como su amo: flojo y bobalicón, que para ver esa birria de Saltillo, mejor que echen otros cincuenta mil de Fuente Ymbro. Tras el numerito de las rayitas y de las varitas, porque le picaron con el manual de Prevención de Riesgos en la mano, el desgraciado toro anuncia su buena nueva a base de su primera caída. Luego otras más y un a menos, soso y bobo, que abre la puerta a Pepe Moral para ponerse finolis como de la cosa ésa de parar los relojes, que es como poner a una imagen de Nuestro Señor Jesucristo un cinto con dos revólveres. Luego Pepe, de moral inasequible al desaliento, comienza la tauromaquia del despojo, de prescindir de cosas, tauromaquia de strip póker en la que primero tira la montera, luego se descalza y acaba tirando el estoque de mentira. Si aquello dura un poco más se quita la taleguilla y acaba belmonteando en calzoncillos. El bobo toro va y viene hasta que le llega el momento de exhalar su último aliento. RIP.

Segundo Palha, en el característico tipo de la casa que nadie sabe cuál es, al que pitan los que aplaudían al Saltillo. El toro cumplió en varas e hizo pasar apuros al gran Ángel Otero en el primero de sus pares, que le habían dejado más solo que la una los de los capotes, y le permitió lucir su torería de gran peón en un espléndido segundo par en el que deja venir al toro para cuadrar en la cara y salir andando. El toro es el típico toro que antes en Madrid servía para poner a un tío en circulación: embestida muy vibrante, cierta incertidumbre, sin ir adobado de la mala intención del primero. Venegas ni lo vio claro ni quiso hacer el esfuerzo. El toro, con su interesante punto de mansedumbre, pedía más torero enfrente, pero lo que tuvo fue el anodino conformismo de Venegas a quien empezaron a pedirle la oreja sin ton ni son y que acabó dando una vuelta al ruedo lo mismo que podía no haberla dado. 

Sardinero, número 502, era el segundo Saltillo, que recibió la canónica ovación a su capa cárdena. La verdad es que era la fotocopia del anterior, del bobo de Astudero, pero con menos fuerza aún. Una birria cuya presencia en el ruedo dio ocasión para comentar diversas anécdotas y algunos chismorreos con otros aficionados y volver a reiterar diversas opiniones nada halagüeñas hacia la labor ganadera del ganadero.

Salió Peluquero, castaño de Palha con el 514 herrado a fuego, y se le apreciaba cierta cojera en los cuartos traseros. El tono de aburrimiento que ya impregnaba fatalmente la tarde hizo que bastantes de los dos o tres mil que estábamos en la Plaza se pusieran a protestar. Lo suyo es dejarle un rato por si está acalambrado o yo qué sé, que habíamos ido a ver Palha, pero la superior disposición de don Víctor Oliver, asesorado en la cosa veterinaria por don Ignacio Ramón García, nos ofreció la visión del pañuelo verde y facilitó la salida de un toro de José Luis Pereda al que le faltaba el bordón del rabo (cola en Sevilla), que es como si vas al Brillante a por un bocadillo de calamares y te sacan dos rollitos de sushi con los palillos. El toro que ya ni metía miedo ni nada permitió ahondar a Pepe Moral en su tauromaquia de la nada, se volvió a descalzar, que lo mismo es que tenía un juanete, y pajareó con él Pereda mientras alguno se desgañitaba gritando “¡Pepeeeee! ¿Qué te han hecho?”

A estas alturas ya sólo se pensaba en cuándo se iba a acabar aquello, pero había un nuevo as en la manga que era echar al Saltillo, Presidiario, número 593, para obsequiarnos con uno de Torrealta (Torrelata también vale) que atendía por Manchego, número 538 que demostró a las claras su afición a la posición horizontal y que estuvo por la Plaza hasta que Venegas consiguió tumbarle a la última y dar por finalizado el festejo

Mi enhorabuena a los que decidieron no ir. El domingo que viene, que no podré estar, saldrá el corridón, que ésa ya me la conozco.

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