Si ya era el indiscutible número uno de esta campaña que ahora enfila su tramo final, su actuación en Bilbao del pasado día 25 le distancia todavía más del resto de sus colegas. No es sólo que sea el que más gente lleva y el que más tirón popular tiene en este momento: su entrega, disposición y talante le convierten, cifras al margen, en el líder indiscutible del escalafón.
Arrojo, valor a espuertas y una actitud desafiante y guerrera, no dejándose ganar la pelea por nada ni por nadie son las armas que este limeño esgrimió para ascender, y mantenerse, en una profesión tan complicada, exigente y difícil, en la que no basta con estar bien ante un toro. Hay que convencer también, y eso suele ser lo más difícil, al público, que paga por presenciar algo único y exige lo máximo al artista. Él no sólo ha respondido y superado las expectativas de la gente, sino que, con el paso de los años, ha ido perfilando y depurando su estilo, siendo no ya sólo un diestro valiente: también con sabor y refinado.
Su toreo se ha asentado; ha adquirido reposo, despaciosidad y relajación; ha ganado en profundidad, hondura y sentimiento. Procura dotar de ligazón a sus muletazos y el temple, como el mando impuesto, dan empaque a su toreo, del que cada vez más emana un regusto clásico que imprime clase e importancia a su quehacer.
Pero con ese nuevo avance no renuncia a su esencia ni a su personalidad, que no es otra que la de quedarse quieto, arrimarse como un desesperado y hacer que desde el tendido la gente vibre con algo que se percibe imposible para el común de los mortales.
Dicen que no conoce el miedo, pero el miedo es inherente al ser humano y la experiencia vital hace que esa sensación aumente conforme se acumulan sensaciones y vivencias. El miedo existe y el miedo crece. Y el valor no es otra cosa que la superación de aquella percepción de que algo malo te pueda suceder.
Tras verse sorprendido por un arreón del toro y llevarse una tremenda paliza -de la que sólo la suerte impidió males mayores: también los elegidos lo son por su alianza con la fortuna- volvió a la cara del animal para rematar una faena que había puesto a los tendidos en pie y que culminó con una estocada a matar o morir.
Su paso por la enfermería, el fortísimo dolor ni lo maltrecho que quedó fueron impedimento suficiente para que volviese a la arena para rematar su actuación con otro trasteo ahora mucho más emotivo dada su merma física. Pero demostró estar hecho de la madera de los héroes, es decir de la que están hechos los toreros. De los que este año es el líder. Un líder sólido como una roca y majestuoso como un rey.
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