martes, 25 de octubre de 2022

La casta milagrosa / por Pla Ventura

PLaza de Santa Olalla del Cala-HUelva

"...Resultó emocionante, yo diría que estremecedor que, en un pueblito con una plaza humilde, con apenas mil aficionados en los tendidos, en dicho coso apareciera lo que entendemos como la verdad de la fiesta. Épico, ¿verdad? Pues así sucedió..."


La casta milagrosa

Pla Ventura
Toros de Lidia/25 octubre, 2022
El pasado sábado pudimos presenciar en Santa Olalla del Cala, un pueblo onubense, una de las últimas corridas de esta temporada cuyos toros pertenecían a la ganadería de Las Monjas, un hierro antiquísimo que data del año 1882 en que tomó antigüedad en Madrid. Muchos han sido los propietarios de la divisa en cuestión pero, en la actualidad rige los destinos de la reata que aludimos, Manuel Bajo y como quiera que los toros pastan en las finca Las Monjas en la localidad de Lora del Rio en Sevilla, de ahí el nombre genérico de la divisa.

No suele lidiar mucho este ganadero y, el pasado fin de semana comprendí los motivos por los que estos bicornes se lidian en pueblos y por toreros de segundo nivel. Pese a que su origen es Domecq, -cosas del destino- nada que ver con los animalitos de Juan Pedro por citar una ganadería emblemática por aquello del nombre conseguido mediante el paso de los años. Otra cosa muy distinta es la realidad que ostentan los toros de Lo Álvaro que, como es sabido, son bueyes de carreta y, en ocasiones ni eso por la falta de fuerzas que suelen mostrar durante la lidia.

No sé las razones pero, Manuel Bajo, así lo barrunto, debe ser un buen aficionado puesto que ha dotado a sus toros de la casta, fiereza y bravura necesaria para que sus animales emocionen a los aficionados y, por ende, los toreros tengan que pasar un trago fuerte si pretenden triunfar. Digamos que, dicho toros, de monjes tienen poco, si acaso, el antónimo de los mismos, por dicha razón dudo que las figuras le pidan matar sus bicornes.

Resultó emocionante, yo diría que estremecedor que, en un pueblito con una plaza humilde, con apenas mil aficionados en los tendidos, en dicho coso apareciera lo que entendemos como la verdad de la fiesta. Épico, ¿verdad? Pues así sucedió. Nadie podíamos barruntar que, en un festejo dócil como pocos por allí apareciera su majestad el toro si de casta, fiereza y bravura hablamos. Es más, hasta tenían más trapío del que se hubiera podido exigir en una plaza de tercera. Los animales dieron una gran pelea en varas, derribaron a un picador, tomaron dos y tres varas casi todos los toros. ¡Y todo ello en una villa perdida por tierras onubenses!

La pregunta es obligada. ¿Recuerda alguien alguna faena de Morante que, por ejemplo, un toro suyo haya resistido tres varas? Ni dos siquiera, porque ese tipo de animalitos ya salen picados de toriles. Pues lo que digo ocurrió en Santa Olalla del Cala y lo vieron mis ojos sin necesidad de que nadie me lo contara. La pena no es otra que, solo los andaluces por aquello de Canal Sur pudieron ver dicho espectáculo y, como pudiera ser nuestro caso, por aquello de estar conectado a dicho canal porque, cosas del destino, en ciertos momentos como el aludido aparece el toro y su bravura, algo que no podemos perdernos.

Allí estuvieron David Galván, Rafael Serna y Ángel Jiménez que, los tres sudaron la gota gorda por aquello de poderles a sus enemigos puesto que, a excepción del primero que hizo bueno el nombre de Domecq por su dulzura, los cinco restantes pusieron a prueba a sus lidiadores que, pese a lo poco que torean superaron la prueba con una dignidad admirable. No diré las orejas que cortaron que, en realidad, es lo que menos me interesó del festejo porque, además es comprensible que, en un pueblo y a final de temporada el presidente fuera dadivoso que, si analizamos lo que ocurrió mientras los chavales se jugaban la vida toreando, el premio podría sabernos a cicatero pero, al marrar con la espada todo quedó en orejas festivaleras.

David Galván estuvo muy firme y torero con su primero que, era de rabo como dicen los taurinos. Pero fue en su segundo cuando nos emocionó a todos porque allí había mucho que torear, más de lo que imaginan las llamadas figuras del toreo que, con toda seguridad hubieran pasado un calvario, posiblemente mucho más que los espadas anunciados. Galván sacó su raza para estar a la altura de un toro muy exigente, muchísimo porque, como antes dije, la casta podía desbordar al más guapo del cartel.

Los progresos de Rafael Serna fueron excelentes. Un chico que creo que ha toreado tres festejos esta temporada, se tuvo que enfrentar a dos auténticos toros dada su fiereza, muy bravos, pero que pedían el carnet de torero para todo el que se pusiera delante. El diestro de Sevilla, falló más de lo debido con la espada y lo que podía haber sido un triunfo escandaloso quedó en la dignidad de haber matado dos enemigos de los que hicieron vibrar a los aficionados presentes y ausentes.

Cerraba el cartel un torero netamente artista que atiende por Ángel Jiménez que, en esta ocasión tuvo que echar mano de su ciencia lidiadora, su valor a prueba de bombas, su capacidad creativa para intentar plasmar ese arte que corre por sus venas. Todo un trago con sus enemigos que lo solventó con un aprobado fantástico que, de haber acertado con la tizona su premio se hubiera engrandecido pero, insisto, otro hombre con tres festejos en su haber y, salir victorioso de aquel trance, me parece una genialidad admirable y, mucho más en su caso que, como digo, estamos frente a un torero artista como pocos.

Nadie podíamos sospechar, ni de broma, que allá a lo lejos, en un pueblito chiquito casi en la frontera de Portugal, feneciendo la temporada española de toros nos encontraríamos con una auténtica corrida de cuadrúpedos llenos de casta, fiereza y, como dije, de bravura, los componentes imprescindibles para que el toreo tenga la grandeza que siempre le suponemos.

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