Los toreros son muy libres de tomar las decisiones que crean oportunas pero, a su vez, nosotros, en calidad de aficionados debemos de expresar nuestro sentir en torno a todas aquellas disposiciones que nos parecen erróneas y, lo que es peor, sin sentido alguno. Sabedores de cómo funciona el mundo del toro si de cuestiones crematísticas hablamos, mantener a uno más en la “familia” es otra carga que no teníamos prevista y, lo peor de todo es que tiene que salir del esfuerzo del torero; no es que el apoderado se rebaje el sueldo para pagarle al director artístico, nada de eso, es otro gravamen que pesa como una losa de mármol sobre las espaldas del que se juega la vida.
Otra moda que ha entrado en vigor es que los diestros tengan dos apoderados. Si a uno le cuesta un mundo mantener, añadámosle un segundo para que la hecatombe sea insalvable. Y no contentos con ello, en un último lugar aparece el director artístico, casi nada he dicho yo. Y, al parecer todo eso funciona bajo la más absoluta normalidad. ¿Cabe dislate mayor? Morante, El Juli, Manzanares, Roca Rey…..toreros que tienen un caché elevado podrían darse el lujo de tener al llamado director artístico y no lo tienen. ¿Por qué? Porque el dinero cuesta mucho de ganar y no es cuestión de dilapidarlo en boludeces.
Digo todo esto porque veo a Juan Ortega metido en esa vorágine y me asusto. O sea que, sus apoderados –en plural- son Simón Casas y Roberto Piles mientras que, al que fuera descubridor y apoderado del alma del diestro sevillano, Pepe Luis Vargas, lo han dejado en la cuneta pero que, para que la cosa no sea tan sangrante le endilgan el título rimbombante de director artístico al que, lógicamente habrá que pagarle un sueldecito. ¿Qué pensará el propio Pepe Luis Vargas al ver semejante situación? Callará de forma resignada pero, en su fuero interno la tristeza le habrá superado en lo que a sus ilusiones se refiere en cuanto apoderaba a este torero de corte eminentemente artista.
Ya tiene que trabajar Juan Ortega para mantener a toda la “cuadrilla” que, como se sabe, son más de la cuenta. Por estas y muchas razones más llegan los desacuerdos entre toreros y apoderados porque, como es natural y lógico, al final de cada temporada los gastos son tan cuantiosos que, al propio diestro le cuesta mucho entender, pero es una realidad que aplasta. Cuando más gente haya en la cuadrilla, más gastos a todos los niveles y, la vaca no da para tanto.
Los toreros saben torear, nada más cierto. Pero en cuestión de contabilidades creo que andan muy escasos porque, no hace falta saber mucho para comprender que, por ejemplo, si hoy toreas en Bilbao y mañana en El Puerto de Santa María, solo con mirar el mapa de España ya puede hacer cualquiera los cálculos económicos para saber que, solo en desplazamientos, hoteles, comidas y demás gastos sin especificar, al torero le cuesta un riñón ese desplazamiento que, por otro lado, en calidad de figura del toreo no se nota tanto pero, siendo un torero de caché restringido, el problema se torna en problemón. Y no he contado los gastos lógicos como son los sueldos de todos los componentes del elenco torero que suman otra fortuna, lógica, pero hacienda a fin de cuentas para todo aquel que, en muchos casos ha percibido como honorarios el sueldo básico establecido.
Doctores tiene la iglesia, por ello, allá cada cual. Pero si yo fuera torero estaría más pendiente de la contabilidad y todo lo que ello comporta y puede derivar, que de los propios trastos de torear. El esfuerzo que hace el torero en cada tarde de corrida apenas es nada con el que en realidad deberían de llevar a cabo, el control de los gastos.
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