"...la alcaldesa de Barcelona, aprovechando su intervención la semana pasada en una comisión del Parlamento francés, no perdió la oportunidad de arremeter contra la tauromaquia, expresando su deseo de que "tanto en Francia como en el conjunto de España se apueste por acabar con una práctica que implica crueldad, sufrimiento y muerte". Collons..."
No corren buenos tiempos para la cosa taurina y no son pocos los frentes abiertos en todo el mundo, como si una mano negra o una mente retorcida y con mucho poder hubiese conseguido poner en marcha una campaña global en contra de la fiesta.
Todos los países hispanoamericanos en los que hay toros sufren este ataque y en unos días se vota en la Asamblea Nacional francesa una propuesta de ley que el diputado Aymeric Caron se ha sacado de la manga y que va dirigida a prohibir la corrida de toros en Francia, pese a que en el país vecino están autorizadas por el Código Penal que, en su artículo 521-1, que reprime los actos de crueldad hacia los animales, establece una excepción para estos espectáculos.
Políticos consecuentes y con dos dedos de frente, asociaciones taurinas y aficionados de a pie se han movilizado para intentar frenar este envite
Y en ese contexto y con ese mar de fondo, la alcaldesa de Barcelona, aprovechando su intervención la semana pasada en una comisión del Parlamento francés, no perdió la oportunidad de arremeter contra la tauromaquia, expresando su deseo de que "tanto en Francia como en el conjunto de España se apueste por acabar con una práctica que implica crueldad, sufrimiento y muerte". Collons.
Lo dice quien ha permitido que su ciudad, una de las más seguras, limpias y acogedoras del mundo, especialmente tras la Olimpiada de 1992, se haya convertido con su mandato en un lugar inhóspito, sucio y muy peligroso, en el que las agresiones, robos y violencia a plena luz del día son tan frecuentes como, al parecer, imposibles de atajar. Pero lo que de verdad importa para la primera autoridad de la Ciudad Condal es que no se celebren corridas de toros.
En su alocución, la Colau abogó por "defender la cultura y la tradición, sin violencia", manifestando que, en 2004, Barcelona fue la primera ciudad de España que se declaró antitaurina y prohibió las corridas y espectáculos de toros”, aunque se calló que aquella prohibición fue derogada, por anticonstitucional, y que si no hay festejos en Cataluña es por la presión de determinados partidos políticos, la tibieza de otros y la dejadez y falta de interés de los responsables del negocio taurino, a los que sólo interesa el sacar provecho fácil y donde no haya problemas.
Menos aún en estos momentos, en los que el personal asiste atónito a un inaudito ceremonial de pleitesía y concesiones sin cuento a los independentistas y radicales con el único propósito de lograr que quien rige, es un decir -o, mejor, un chiste-, los destinos de España permanezca en su poltrona a su mayor gloria y autocomplacencia.
La opinión pública, cada vez con menos opinión, más complejos y un desmesurado y asustante grado de idiotez, parece permanecer ajena e insensible a estos tejemanejes. Ya nadie parece escandalizarse por tanta caradura, por tanta jeta, y tampoco hay quien se percate de que cuando las barbas del vecino se vean afeitar es conveniente poner las propias en remojo. Es de esperar que en Francia, donde tradicionalmente se han hecho las cosas mejor que por estos pagos, la intentona no llegue a mayores, pero, por si acaso, no estaría de más ir preparando argumentos sólidos y contundentes para armar una defensa eficaz y preparada, no vayamos a dejar todo en manos de cantamañanas o chuflas cuyo único objetivo es sacar tajada y beneficio propio a costa de lo que sea.
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