sábado, 24 de diciembre de 2022

De ser, que sea leve / por Pla Ventura


"...el caso de Ricardo Torres Bombita, el diestro de Tomares en Sevilla, que sufrió treinta cornadas, algunas de ellas de extremaunción en las que aquel hombre sabría lo que sufriría. Lo suyo era tan peculiar que, sus amigos, a la hora de irse a la plaza, en vez de desearle suerte por aquello de las cogidas que sufría le decían: De ser, maestro, que sea leve. Refiriéndose a la casi certeza que se tenía que el toro tenía que cogerle..."


De ser, que sea leve
Pla Ventura
Toros de Lidia/23 diciembre, 2022
Analiza uno la carrera de cualquier torero de antaño, comparados con los de hogaño y, la diferencia es abismal en todos los órdenes. Hay que ver cómo han cambiado los tiempos o, mejor dicho, las gentes que pululan en el mundo de los toros. Sin duda, ser torero allá por los primeros años del siglo pasado es algo que asusta. Comprobar la situación de aquellos toreros con la realidad que hoy vivimos es algo tan asombroso que, nos parece increíble; no sé si aquello o lo que estamos viviendo.

Por lo que deducimos tras lo que la historia nos ha contado, en aquella época no había toreros, eran héroes en el mejor sentido de la palabra. A primeros de 1900 –y no digamos antes- las cornadas para los toreros eran impresionantes, no por la gravedad de las mismas que, en muchas ocasiones estaban teñidas de dramatismo. El peligro no eran las cornadas propiamente dichas porque, en definitiva, donde reinaba la dificultad y el dolor era en la curación de las heridas que el asta de toro había producido en el cuerpo del torero.

Ahora, como hemos visto muchas veces, una cornada grande, pero limpia, se cura en un abrir y cerrar de ojos; digamos que, en quince días puede estar el torero en activo tras haber sufrido el percance. Más tiempo de curación ya tiene que ser una herida como la que sufrió Manuel Diosleguarde que, bastante hizo con salvar su vida. Iván Fandiño y Víctor Barrio no pueden decir lo mismo.

En aquellos años referidos, un torero podía estar media temporada en el hospital y la otra media en los ruedos, todo ello con unas curas tremendas, dolorosas, hasta el punto de que, muchos diestros optaban por la retirada. Los había tan poco afortunados que eran siempre presa de los toros, es el caso de Ricardo Torres Bombita, el diestro de Tomares en Sevilla, que sufrió treinta cornadas, algunas de ellas de extremaunción en las que aquel hombre sabría lo que sufriría. Lo suyo era tan peculiar que, sus amigos, a la hora de irse a la plaza, en vez de desearle suerte por aquello de las cogidas que sufría le decían: De ser, maestro, que sea leve. Refiriéndose a la casi certeza que se tenía que el toro tenía que cogerle. Vaya mal fario ¿verdad? Pues así era la cuestión para aquel diestro admirable el que, pese a todo, consiguió ser figura en aquellos años y, para colmo, hacerse con una fortuna y, cuidado, estuvo doce años como matador de toros.

Sin duda alguna, estamos mentando a uno de los toreros más relevantes de aquellos primeros años de mil novecientos. Un caso realmente extraordinario el de aquel hombre que, con treinta cornadas, casi dos mil toros muertos a estoque, se retiró de los ruedos en Madrid con El Gallo y Joselito, y no había cumplido todavía los treinta y cuatro años. Su paso por los ruedos fue tan significativo como su propia persona puesto que, Bombita fue el que construyó el Sanatorio de Toreros y creó el Montepío de Toreros, todo ello para ayudar a los diestros más desfavorecidos por la diosa fortuna. Un tipo singular donde los hubiera que murió a los 57 años, la edad en la que muchos toreros de la actualidad siguen dando la vara. Fue enterrado en Sevilla pero, a instancias de lo que rezaba en su testamento, quiso que le enterraran en Barcelona donde yacía su esposa y, así lo hicieron.


-Publicamos distintas imágenes del diestro Ricardo Torres Bombita.

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