miércoles, 14 de diciembre de 2022

Fandiño, el ejemplo / por Pla Ventura


"...Iván Fandiño, de la mano de Néstor García, en pocos años consiguió tener aureola grande como torero. Cientos de triunfos le avalaban entre España, Francia y América. Épicas logradas a sangre y fuego, con el aditamento de ser capaz de estremecer a los aficionados puesto que, el toro que lidiaba y la forma que tenía de jugarse la vida eran el binomio perfecto para que el aficionado vibrara en las plazas. La torería tenía nombre, Iván Fandiño..."

 Fandiño, el ejemplo
Pla Ventura
Toros de Lidia/14 diciembre, 2022
Este año en que las rupturas entre toreros y apoderados han sido algo así como pandemia puesto que ha alcanzado a casi todos, me viene a la mente un hombre irrepetible, tanto dentro de los ruedos como en calidad de ser humano. Hablo, como es natural y lógico de Iván Fandiño, aquel pelotari de Bilbao que puso a cavilar al toreo entero mientras que él dictaba lecciones de torería al más alto nivel, no en vano, Madrid, Bilbao, Pamplona y España entera, toda Francia y América, en su momento, cayeron rendidas a sus pies. ¿A colación de qué viene este ensayo? Está clarísimo y lo explico inmediatamente.

En su día coincidieron dos muchachos ilusionados, uno era Iván Fandiño que quería ser torero mientras que, el otro, Néstor García, aspiraba a la gloria de Camará, dicho con todo el cariño del mundo. Fandiño venía del mundo pelotari desde su Vizcaya natal mientras que, Néstor, aparcaba su negocio porque junto a Iván Fandiño veía un porvenir fantástico en calidad de manager del diestro al que todo el mundo repudiaba; apuesta grande, importantísima la que ambos hicieron y, como se sabe, solo les separó la muerte del diestro.

Uno, claro, recuerda aquel “matrimonio” artístico y se le caen las lágrimas porque, menuda pareja de personajes tan emblemáticos como arrebatadores, Fandiño y García. Es más, les tomaban a chufla, tanto los empresarios como los compañeros matadores de toros consagrados, la prueba es que Iván Fandiño en su gloriosa carrera, apenas toreó con ninguna figura del toreo, que yo recuerde una tarde en Francia con Enrique Ponce y para usted de contar.

O sea que, tal y como tenían planteada su carrera, lo más lógico es que se hubieran separado a los cinco minutos de conocerse. Pero como quiera que la voluntad mueva montañas, ellos, torero y apoderado consiguieron resquebrajar las entrañas del toreo esgrimiendo una verdad apenas antes conocida. Su lucha fue titánica en los primeros años, yo diría que, incluso hasta el día de su muerte. Pero dentro de aquel cuerpo atlético de Iván Fandiño anidaba un ser humano indescifrable. Mañana seré libre- decía- Y lo consiguió. Fue libre hasta para morir en aras de la profesión a la que amaba.

El binomio era perfecto entre Néstor García e Iván Fandiño porque, insisto, dadas las connotaciones durísimas a las que les sometían para que rompieran y dejaran de molestar, aquello les dio incluso mucha más fuerza para seguir en el envite diario que, con toda lógica, no era otro que triunfar por lo grande en el toreo. Es cierto que, para todos los diestros es muy difícil llegar a la cumbre; más que difícil, un auténtico milagro. Trabas por doquier las tenían que sortear en cada feria en que se les contrataba; se le daba lo peor de cada ciclo para que se cansaran y abandonaran pero, lo que el taurinismo no contaba era que, Madrid era el gran aliado del diestro de Orduña.

Un hombre y una mujer enamorados, como matrimonio, no aguantan ni duran lo que estos hombres admirables consiguieron. Todo lo tenían en contra por parte del poder empresarial y, como desdicha mayor, la de tantos cobardes que se denominaban figuras del torero y no tuvieron cojones nunca para enfrentarse al diestro vasco. Si la voluntad mueve montañas, Néstor García, junto a Iván Fandiño, moviera la montaña de la ilusión para romper, de una vez y para siempre aquel muro de contención que era el toreo en sí para ellos.

Por si fuera poco, Fandiño, para el triunfo, elegía las ganaderías más duras de la camada brava de España. No es menos cierto que, en Lo Álvaro jamás entró, con esto está todo dicho. Pero le sobraba arrebato, valor, torería y desprecio a la muerte como para enfrentarse a lo que los señoritos no querían que, para su suerte, en principio, le valió muchísimo puesto que, durante dos años consecutivos quedó como líder del escalafón llevándose, además de cientos de trofeos por todas las plazas del mundo, la Oreja de Oro de RNE, un galardón que se entregaba a los elegidos.

Iván Fandiño, de la mano de Néstor García, en pocos años consiguió tener aureola grande como torero. Cientos de triunfos le avalaban entre España, Francia y América. Épicas logradas a sangre y fuego, con el aditamento de ser capaz de estremecer a los aficionados puesto que, el toro que lidiaba y la forma que tenía de jugarse la vida eran el binomio perfecto para que el aficionado vibrara en las plazas. La torería tenía nombre, Iván Fandiño.

No había rencor en aquellos hombres, Fandiño-García, pero sí un deseo incontrolable de demostrarle al mundo, en este caso al taurinismo la tremenda injusticia que se cometía contra tan carismático diestro. Como decía, cientos de triunfos obtenidos no bastaban para que se le reconociera, razón por la que tomaron la decisión de jugarlo todo a una carta, Madrid. Si no recuerdo mal era un veintinueve de marzo, domingo de Ramos en que Fandiño se anunció en Las Ventas con seis auténticos toros para, como primer logro, poner el no hay billetes en dicho día, algo que no había sucedido jamás. La pena es que, tras ese apabullante triunfo del lleno absoluto en Madrid, los toros no quisieron colaborar con el diestro para abocarle al fracaso; que no hubo tal fracaso porque la entrega del diestro fue absoluta, pero si los toros no quieren ni el mismísimo Joselito que resucitara.

Pero es cierto que, aquella tarde no triunfal que protagonizara Fandiño en Madrid, todo ello le sirvió a la mayoría de los empresarios para pasarle la horrible factura del olvido. Ya le tenían “cazado”; digamos que habían logrado su objetivo, parar aquella “bestia” que se les comía por completo a base de triunfos inenarrables que nadie podía esconder. A partir de ese momento, su carrera empezó a desvanecer porque para eso le había tendido aquella “trampa” para que matara los seis toros en Las Ventas. Lo que podía haber sido el refrendo total de tantísimos éxitos, quedó todo en la nada.

Ni con semejante mazazo se resquebrajó aquella unión entre torero y apoderado, hasta el punto de que siguieron en la lucha para conseguir contratos en plazas humildes pero, como se demostró, con la ilusión de recuperar todo lo que habían perdido. Todo ello, hasta que llegó el nefasto día del 17 de junio de 2017 en la que, en Francia, un toro de Baltasar Ibán segó su vida para siempre. Allí entregó su alma a Dios el legendario Iván Fandiño pero, en aquel envite se marchaba a un mundo mejor bajo el manto de la libertad de la que siempre había gozado. Mañana seré libre, y lo consiguió.

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