martes, 20 de diciembre de 2022

La Navidad que tenemos / por Antolín Castro


"...Antes no había ni un solo rincón donde este mensaje cristiano no supusiera un encuentro, una tregua, un acercamiento… Nada, ahora no. Ahora va y uno dice que es amigo de un torero o que le gustan los toros, léase Luis de la Fuente, nuevo seleccionador nacional de fútbol, y una jauría se tira a por él descuartizando su libertad y condenándole a los infiernos sin que él haya dicho esta boca es mía..."

La Navidad que tenemos
Antolín Castro
Opinión y Toros/20 Diciembre 2022
Asociar la Navidad con la paz, con la confraternización de los hombres (y mujeres, no se me vayan a molestar algunos/as/es) es lo más.

Eso es lo que merecemos y debemos poner en práctica para que su significado alcance a todos, aunque estemos separados por distintas diferencias sociales u otros intereses, por muy lejanos que sean. ¡Coño!, pues aplíquense.

Desgraciadamente esto no es así, las diferencias nunca han estado más acentuadas, más alejados los unos de los otros. Deberíamos reflexionar qué estamos haciendo mal, porque ya no existe tregua alguna por mucho que se anuncie que ha llegado la Navidad.

Antes no había ni un solo rincón donde este mensaje cristiano no supusiera un encuentro, una tregua, un acercamiento… Nada, ahora no.

Ahora va y uno dice que es amigo de un torero o que le gustan los toros, léase Luis de la Fuente, nuevo seleccionador nacional de fútbol, y una jauría se tira a por él descuartizando su libertad y condenándole a los infiernos sin que él haya dicho esta boca es mía. Claro que quienes así le manifiestan sus ‘mejores deseos’ de Navidad, utilizan la boca de tal manera que más lógico sería llamarlo bocazas.

Y es que esto de ser aficionado a los toros, ser taurino, se ha convertido en lo más parecido a aquella persecución de los cristianos, curiosamente a quién representa ese Jesucristo que nació en la Navidad. Nunca fue tan arriesgado, desde aquellos tiempos, ser algo como taurino ahora, es un peligro hasta los límites de no poder profesar ni proclamar esa fe, si no se hace en círculos muy reservados, como en aquellas catacumbas donde se reunían los cristianos perseguidos.

Quién nos iba a decir que tendríamos que agarrarnos a la fe para poder resistir, y sobrevivir, del asedio al que somos sometidos, incluso llegando algunos a tener que ocultar sus creencias taurómacas ante esa plebe que acosa, incluso agrede, a quien libremente eligió ser aficionado a los toros.

Ver para creer, al recién nombrado seleccionador de fútbol ya le han encontrado el hueco para zurrarle, perseguirle y humillarle sin necesidad de esperar a que convoque o no convoque a sus jugadores preferidos. Por cierto, sin que se haya formado una necesaria y lógica corriente de apoyo entre los profesionales del mundo del toro. ¿Será por aquello de permanecer ocultos?

Llega la Navidad y más que nunca se hace necesario creer en su espíritu, en su mensaje. Herodes en cuanto se enteró de que había nacido un Niño que pondría en cuestión su reinado, mandó matarlo. Ahora le ha tocado el turno a otro niño, al Niño de la Capea, el Niño de las Monjas… o cualquier otro diestro por el simple hecho de haber nacido torero. Por extensión todos los cristianos lo fueron después, como ahora lo son todos los taurinos, perseguidos también.

Por eso quiero mandar a todos los que comulgan en la fe taurómaca el abrazo más grande que haya enviado en ninguna otra Navidad. Necesitamos, más que nunca, ser queridos y amados, pero, fundamentalmente, respetados.

¡¡Feliz Navidad!!

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