lunes, 9 de enero de 2023

Los sueños / por Pla Ventura

 "...Nos han acostumbrado a la parodia y, lo que es peor, mucha gente hasta se lo ha creído. En los toros podemos aplicar aquel axioma que nos dice que, una mentira contada mil veces queda reflejada como una verdad. Y eso es lo que ocurre en los toros que, la mentira del toro inválido, sin pitones, afeitado, sin fuerzas y con aspecto borreguil, ello, para la mayoría es la norma la que, desdichadamente dan como válida..."

Los sueños
Pla Ventura
Toros de Lidia/7 enero, 2023
Tal y como está montado el mundo de los toros, los aficionados tenemos que conformarnos con lo que soñamos puesto que, la realidad en la que vivimos no se parece en nada a lo que nosotros nos gustaría, de ahí que todo quede en bellos sueños que con los mismos si tocamos la gloria con nuestras manos. La pregunta es obligada. ¿Podrían hacerse realidad nuestros sueños en el mundo de los toros? Seguro que sí porque, en muchas ocasiones, dentro de una plaza de toros hemos hecho realidad aquello que soñamos una y mil veces.

Y si ello es posible, ¿cómo se entiende que en el noventa por ciento de los espectáculos, lo que pretendemos, sea toda una quimera irrealizable? Está clarísimo porque el montaje al que es sometido el espectáculo, rara vez coincide con el gusto de los aficionados que, por pedir, apenas pedimos nada; con que nos muestren la verdad de la Fiesta con ello nos basta y nos sobra. Claro que, inocente de mí, casi nada he pedido, ¡la verdad! Eso son palabras mayores que, como decía, ocurre muy a la larga.

Antaño la fiesta era de otro modo y, no hacía falta soñar nada porque las ilusiones de los aficionados se saciaban tarde tas tarde con las actitudes de los toreros. Y no es que aboguemos por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, se trata de recordar aquella época gloriosa en que, hasta los más humildes tenían sitio en la fiesta taurina. ¿Cómo lo hacían? No lo sé y, lo que es mejor, nunca lo pregunté, pero que reinaba la justicia lo he visto con mis propios ojos.

Pero amigo, pasaron los años, amaneraron la fiesta de tal modo que, como se comprueba, la misma, a nivel de gentío ha quedado reducida a la más mínima expresión porque el toro ya no aparece como es debido salvo las excepciones de rigor que todos conocemos. Nos han acostumbrado a la parodia y, lo que es peor, mucha gente hasta se lo ha creído. En los toros podemos aplicar aquel axioma que nos dice que, una mentira contada mil veces queda reflejada como una verdad. Y eso es lo que ocurre en los toros que, la mentira del toro inválido, sin pitones, afeitado, sin fuerzas y con aspecto borreguil, ello, para la mayoría es la norma la que, desdichadamente dan como válida.

Nos arrebataron los sueños, es cierto. Pero ellos, los taurinos, llevan sobre sus hombros esa pesada cruz de la indiferencia ante los aficionados que, como se comprueba una y mil veces han desistido de acudir a los coliseos taurinos; acudir en la proporción de antes en que, aquello del “no hay billetes” era una norma mientras que, en la actualidad es la tremenda excepción.

Los males de la fiesta no son como un cáncer terminal que acaba con la vida de una persona en un brevísimo espacio de tiempo, no. Aquí, la gravedad de dicha “dolencia” no ha sido flor de un día; son muchos años ya desde que a la fiesta se le diagnosticó un mal incurable que, por supuesto, aplicando los remedios necesarios tenía su debida cura. Pero los taurinos hicieron oídos sordos y, en vez de “operar al enfermo” para erradicar su dolencia, apenas le pusieron una tirita sobre la herida. ¿Qué ocurre? Que la misma, en la actualidad, mana sangre a borbotones. Dentro de toda la gravedad que citamos, ¿había remedio todavía para curar dichos males? Seguro que sí. Nunca es tarde si las soluciones son las correctas.

Pero presagio que, hemos llegado tarde para todo; los organizadores se siguen conformando con lo poco que tienen, el dinero para los toreros ha desaparecido por completo salvo para las cuatro figuras de rigor, los ganaderos venden sus toros a precio de saldo mientras que el hambre y la miseria son los dueños de la Fiesta.

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