miércoles, 8 de febrero de 2023

Vinicius en el país de los raíllos / por Antonio Valderrama


"...Los raíllos jamás podrán entender un fenómeno como Vinicius porque el asunto de fondo es el Madrid, su iluminación mística, su carácter providencial y la imposibilidad de clasificarlo con la simple etiqueta de equipo de fútbol o club deportivo. Del Madrid, como de Vinicius, los liliputienses comen todos de su cuerpo, seguramente movidos por la idea inconsciente de que pueden aprehenderse de sus cualidades mágicas tragándose su carne, devorándolos. Es una reacción primitiva, salvaje, pero inevitable, teniendo en cuenta la catadura moral promedio del paisanaje..."

Vinicius en el país de los raíllos

Antonio Valderrama
La Galerna/Madrid, 7 febrero, 2023
España, cuya historia como nación ha probado muchas veces que es capaz de ser sublime sin desmayo, también puede ser botarate y miserable hasta el delirio. Lo suele demostrar comportándose como el pueblo que indultó a Barrabás cada vez que por delante de las narices le pasa un cometa de luz cegadora. Esos cometas, en los últimos ochenta años, suelen surcar el cielo del Real Madrid, que es un accidente histórico, una excepcionalidad milagrosa en un país de pigmeos intelectuales con el alma sucia. Pensaba yo en Cristiano Ronaldo, del que he dicho aquí ya que Vinicius ha heredado no sólo la condición de jugador franquicia, sino la púrpura y el armiño que, con escupitajos, le reconocen los adversarios: porque se odia sin medida lo que se teme sin medida.

Pero también estuvo antes Zidane. Zidane aterrizó en el fútbol español una noche de verano en Valencia. Lo trataron como a un soldado americano que se perdiera en una incursión contra aldea controlada por el vietcong. Todo fueron parabienes para Albelda, el Maffeo de entonces, que se encargó de darle la bienvenida a España martirizándole los tobillos. No obstante con Cristiano la cosa subió de tono, en general, justo en la época en la que el equipo de moda por aquel entonces, el equipo de la España de los raíllos, introducía en el fútbol el aleccionamiento moral.


El país de los raíllos está lleno de teólogos y de doctores de la Iglesia. Desde Manolo Lama y Josep Pedrerol, que serían por así decirlo los jefes de esta curia de papanatas, hasta hormiguitas irrelevantes como un tal Liaño, fundador de una cosa que se llama El Desmarque que no vale ni para envolver pescado. Este Liaño se permite aconsejar al Madrid que enseñe modales a Vini, el día después del Mallorca 1 Real Madrid 0 en el que a Vinicius le hicieron (que el árbitro pitara) 10 de las 29 faltas señaladas al equipo local, una cada minuto y veinte segundos, más o menos. Es decir, una cacería, que si se quedara en la noble dureza en que está basado este juego inventado por los ingleses andando la mitad del siglo XIX sólo sería una anécdota. Lo de menos son, a estas alturas y en este momento de la película, las faltas, aunque Araujo, por ejemplo, en la Supercopa, y Paulista, el del Valencia, el jueves pasado, subieron tanto la apuesta hasta que ya se presienta en el ambiente que una lesión seria de Vinicius no está demasiado lejos.

EN LA ESPAÑA DE LOS RAÍLLO Y DE LOS MAFFEO, LA PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD LA TIENE LA VÍCTIMA

En la España de los raíllo y, no nos olvidemos, de los maffeo (no olvidemos a Maffeo, por el amor de Dios, que con tipos como éste empezó la purulenta degradación colectiva una noche entre semana del mes de abril del año pasado, también en Son Moix), la presunción de culpabilidad la tiene la víctima. Y esto es un hecho curiosísimo, habida cuenta de que desde hace tiempo se nos bombardea desde el bulldozer mediático, correa de transmisión del poder, con un feminismo articulado en torno a una ideología “de género” que consiste en esencia en todo lo contrario, o sea, en que la víctima, real o autoproclamada, siempre tenga la razón, independientemente de los hechos y de las pruebas. Esto, en el fútbol, no pasa, es decir, que pasa al contrario: Vinicius siempre tiene la culpa, le pase lo que le pase. “A lo mejor hay algo”, como dice este Maffeo que si Vinicius no hubiera nacido ni siquiera sería un entrecomillado perdido dentro de un tomo menor de la historia del fútbol en España.


Es curioso este fenómeno. Quizá, especulo, sea una válvula de escape social ante la presión propagandística de la entente público-privada que gobierna asfixiantemente cada centímetro de la vida pública en España. Al fin y al cabo, el fútbol es un espectáculo de seguimiento masivo, el espectáculo todavía más popular del país, y un espectáculo donde el hálito fétido de la masa es de gran interés controlarlo, manejarlo, dirigirlo, siempre también por los mismos que propalan las ideas que interesan a los poderosos en otros ámbitos.

El pueblo habla y lo que brama es repugnante. Pero precisamente por eso estamos en el país de los raíllos, que son indigentes morales, sintechos de una ética voluble y caprichosa gobernada por gente como un locutor al que le parecía gracioso humillar en directo a un mendigo. Como premio, no vayan a creer que le cancelaron contratos: lo tenemos hasta en la sopa, los niños de España, desde 2004 hasta hoy, o sea, veinte años, que se dice pronto, crecen jugando al FIFA con sus comentarios grotescos calando en sus tiernas mentes como una gota malaya. La gente va a pensar que la tengo tomada con MisterChip, pero es que el domingo, con los gritos de puto mono todavía resonando en el estadio del Mallorca, sólo se le ocurre decir que Vinicius “se pierde en gilipolleces, le comen la cabeza”. Esto con las imágenes de Raíllo metiéndole el escudito de su camiseta entre los labios, con la chulería del linchador enmascarado entre las multitudes, dando la vuelta por Twitter. La gente aplaudió a rabiar a quienes no pararon de burlarse en la cara de Vinicius todo el tiempo, pero eso no es nuevo: así ha sido siempre la España de los raíllo, un circo romano que al son de la caverna se transforma en una sobrecogedora letrina.

LA GENTE APLAUDIÓ A RABIAR A QUIENES NO PARARON DE BURLARSE EN LA CARA DE VINICIUS TODO EL TIEMPO, PERO ESO NO ES NUEVO: ASÍ HA SIDO SIEMPRE LA ESPAÑA DE LOS RAÍLLO, UN CIRCO ROMANO QUE AL SON DE LA CAVERNA SE TRANSFORMA EN UNA SOBRECOGEDORA LETRINA

En un país así, la presencia de lo gigante, de lo sublime, sólo causa rechazo iracundo, pues precisamente lo magnífico, lo olímpico, en su manifestación total y luminosa, recuerda a los mezquinos qué pequeño lugar en toda la Creación ellos ocupan: un lugar cavernoso hasta el que sólo llega el reflejo deforme de lo superlativo. En un panorama semejante, Vinicius, como todos los gigantes, sólo puede abrirse paso como el gigante de Goya, causando pavor cuando en otros lugares todo es admiración y respeto. Los raíllos jamás podrán entender un fenómeno como Vinicius porque el asunto de fondo es el Madrid, su iluminación mística, su carácter providencial y la imposibilidad de clasificarlo con la simple etiqueta de equipo de fútbol o club deportivo. Del Madrid, como de Vinicius, los liliputienses comen todos de su cuerpo, seguramente movidos por la idea inconsciente de que pueden aprehenderse de sus cualidades mágicas tragándose su carne, devorándolos. Es una reacción primitiva, salvaje, pero inevitable, teniendo en cuenta la catadura moral promedio del paisanaje. Ante la representación de lo inefable cierran los ojos deslumbrados y sienten el miedo a lo desconocido. La única reacción del español raíllo ante la trascendencia y el éxtasis es el eructo indignado.


A Vinicius lo han llamado mono y negro de mierda en, al menos, tres estadios españoles desde que, ahí está el quid de la cuestión, empezó a enchufar todos los goles que antes, cuando media España raílla hacía un meme de él, tan sólo prometía. Aunque no es una cuestión de Barcelona o la afición del Atlético de Madrid. Un estandarte del Barcelona de Pep el Moralista (y por supuesto, de la tan querida y sagrada para todos Roja) llamó también mono a Marcelo, y aunque había imágenes de por medio todo Cristo hizo mutis por el foro y aquí hubo paz y después, naturalmente, mucha gloria. Pero, repito, no es una cuestión de un sitio u otro. Es una cacería colectiva.

LOS RAÍLLOS JAMÁS PODRÁN ENTENDER UN FENÓMENO COMO VINICIUS PORQUE EL ASUNTO DE FONDO ES EL MADRID, SU ILUMINACIÓN MÍSTICA, SU CARÁCTER PROVIDENCIAL Y LA IMPOSIBILIDAD DE CLASIFICARLO CON LA SIMPLE ETIQUETA DE EQUIPO DE FÚTBOL O CLUB DEPORTIVO

La España de los raíllos es el pueblo aquel del que era sheriff Marlon Brando en La jauría humana (el nombre original de la película se ajusta mucho mejor a lo que estamos hablando: The Chase): un retablo pintado por Brueghel el Viejo o una secuencia sacada de El jardín de las delicias, del Bosco. Un sitio donde no hay una onza de vergüenza y donde hasta los dogmas venerados colectivamente como verdades reveladas en nuestro tiempo son violados integralmente por sus mismos prescriptores cuando se trata de legitimar cualquier cosa que atente contra Vinicius. No en tanto que negro, sino en tanto que líder indiscutible del Real Madrid del presente y, sobre todo, del Real Madrid del futuro.


Desde el teatro de varietés de Pedrerol se inventan supuestas chanzas del brasileño contra los jugadores del Mallorca, de las que no hay pruebas. Que son mentira lo delata además el hecho del clasismo: la estrella del Madrid, la que sea a la que le toca en suerte el tercio de varas en cada momento histórico, siempre, supuestamente, alude al dinero y a la fama de los adversarios, despreciándolos por ello, pero es de sabiduría antigua que normalmente el mentiroso achaca a su enemigo, con su fábula, los propios pecados y complejos que lo atormentan.

VINICIUS SIEMPRE TIENE LA CULPA, LE PASE LO QUE LE PASE. “A LO MEJOR HAY ALGO”, COMO DICE ESTE MAFFEO QUE SI VINICIUS NO HUBIERA NACIDO NI SIQUIERA SERÍA UN ENTRECOMILLADO PERDIDO DENTRO DE UN TOMO MENOR DE LA HISTORIA DEL FÚTBOL EN ESPAÑA

Para un tipo apellidado Blázquez (ciento noventa mil seguidores en Twitter, escribidor en The Sportsman) la culpa por supuesto la tiene Vinicius, como las que van provocando por ahí por llevar la falda muy corta. Otro, un tal Casquero (escribidor en el AS, a cuyo director, por entonces, le hizo mucha gracia que nada más poner un pie en un campo de fútbol español a Vinicius le dieran un bocado en la coronilla, sin venir a cuento), cree que la foto de un chulángano de rojo y negro refregándole a Vinicius el escudo del Mallorca por la cara es “histórica”, lo que me vuelve a confirmar en mi idea de que en realidad el antimadridismo es lo que Nietzsche decía del cristianismo, una fe de los parias, de los débiles, de los tontos de la tierra.

Patadas se han pegado siempre y siempre se pegarán en el fútbol, pero el Barcelona de Guardiola trajo al césped la Moral, con mayúscula, o sea, un tipo de moral con ambición de ser dominante, absoluta. Si sólo fuera eso, como decía antes, se trataría, solamente, de jugar el mismo juego y de jugarlo mejor: dar tantas patadas como los demás y venderse como santos mártires después. El problema es que de Vinicius han colgado muñecos ahorcados en puentes de la ciudad de Madrid. A lo mejor no sólo se hacen imprescindibles Casemiros y Ramos que atropellen a los abusadores sobre el terreno, sino también desafiando a la masa retirando al equipo del campo para que el país de los raíllo reaccione de la única manera que su atrofiada sensibilidad, después de tantas décadas de abotargamiento teledirigido, puede ya: con un desplante público que haga a los fariseos tirarse de las luengas barbas.

Getty Images.

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