martes, 7 de marzo de 2023

Ganaderías abiertas / por Carlos Bueno


"...Accedieron los periodistas, y las cámaras, y también se aceptaron peñas, y la afición descubrió un tesoro genético y medioambiental, un laboratorio natural que buscaba las mejores condiciones para los astados. Las crisis financieras -la del 2008 y la que comportó la pandemia- acrecentaron el sentimiento aperturista de los ganaderos, evidentemente por necesidad..."

Ganaderías abiertas
Carlos Bueno
BurladeroTV/7 de marzo de 2023
No hace tantos años de aquel hermetismo general que imperaba en las ganaderías de bravo. Visitar una finca hace sólo unas décadas era cuestión complicada. Entrar en terreno de alquimia de bravura estaba acotado a profesionales del toreo y gente del círculo íntimo del criador. Que una televisión pública pudiese realizar un reportaje de toros en el campo era pura quimera. Ni siquiera algunos periodistas especializados lo tenían fácil para presenciar un tentadero. Yo todavía he vivido situaciones en las que, estando invitado, se me ha pedido no grabar ni un segundo. Ver, oír y callar. Y para el aficionado de a pie nada. O se tenían unas influencias extraordinarias o adentrarse en cercados y plazas de tientas era inimaginable.

Durante mucho tiempo los lamentos se sucedieron. Evidentemente estamos hablando de espacios privados y nadie tiene la obligación de abrir sus propiedades al gran público. Pero no había nada que esconder, todo lo contrario, mucho que mostrar y de lo que presumir. Enseñar las labores camperas y los animales en libertad sólo podía comportar cosas buenas para el sector. Y, poco a poco, muchos ganaderos lo entendieron, y sacrificaron su privacidad, comodidad y egoísmo en pos de la tauromaquia.

Accedieron los periodistas, y las cámaras, y también se aceptaron peñas, y la afición descubrió un tesoro genético y medioambiental, un laboratorio natural que buscaba las mejores condiciones para los astados. Las crisis financieras -la del 2008 y la que comportó la pandemia- acrecentaron el sentimiento aperturista de los ganaderos, evidentemente por necesidad.

Necesidad de adaptarse a una nueva situación económicamente difícil. Y se consintió el adentramiento al corazón de las dehesas. Cobrar por ofrecer visitas organizadas era una fuente de ingresos desdeñada en otros tiempos boyantes que ahora se ofertaba con agrado.

Por dedicarme a la información taurina he tenido el privilegio de asistir a muchas ganaderías sin tener que pagar. Pero el pasado fin de semana coticé como uno más para realizar un tour taurino junto a un grupo de amigos. Se trataba de una finca en la que ya ha había estado con anterioridad varias veces. Sin embargo, en esta ocasión el motivo no era laboral sino de ocio, y la compañía bien valía el desembolso.

La experiencia me sirvió para comprobar el trato que se dispensa a los visitantes “turistas”, y la verdad es que no pudo ser mejor. La amabilidad fue una constante de principio a fin. El recorrido comenzaba en el salón de trofeos de la casa, donde se proyectó un vídeo explicativo de las labores camperas y la vida del toro desde que nace hasta que se lidia en el ruedo. A continuación se dispuso un remolque adaptado para albergar 40 personas sentadas para llevarlas a los cercados. Tras mostrar los sementales, las vacas con sus crías recién paridas y los machos de diferentes edades, se procedió a correr un grupo de toros por una manga avivados por garrochistas a caballo. Después se nos trasladó hasta las instalaciones de la plaza de tientas cubierta, donde se efectuó un tentadero, y para finalizar se ofreció una comida para el grupo de asistentes.

Los visitantes pasaron un día inolvidable. Era su primera vez en el campo bravo y la vivencia no pudo resultar más satisfactoria. Descubrieron aspectos del mundo taurino que jamás habían imaginado. Todos se marcharon entendiendo conceptos que antes desconocían, esperando poder repetir la experiencia y deseando asistir a una próxima corrida. El ganadero se llevó un pellizco de ingresos extra. Así que todos contentos.

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