viernes, 3 de marzo de 2023

La emoción, la madre de la pasión / por Pla Ventura

"...¿Cómo pretendemos que sobreviva un espectáculo a sabiendas de que, antes de que empiece ya sabemos el resultado? Los “goles” los meterán siempre los mismos y, del mismo modo, se les pitarán los penaltis en contra a los más desdichados del escalafón. Los toros recuperarían el prestigio de antaño si hubiera rivalidad entre unos y otros; en que los de arriba y los de abajo, de vez en cuando, se enfrentaran entre sí..."

 La emoción, la madre de la pasión

Pla Ventura
Toros de Lidia/2 marzo, 2023
Todo aquel espectáculo que no se sostenga sin la emoción está abocado al fracaso, por dicho motivo, dado que el fútbol, por ejemplo, es el deporte más emocionante del mundo es por ello del éxito que goza. Si a los toros les quitamos la emoción, -y así lo hemos hecho- dicha fiesta queda descafeinada de ahí la diáspora que se ha producido alrededor de dicho espectáculo. Y nadie podrá decir lo contrario puesto que, hace muchos años, cuando los toros eran el paradigma de la emoción, todos los cosos estaban repletos de gentes, hasta el punto de que muchos aficionados empeñaban su colchón para poder acudir a los toros.

En mi caso que apenas soy capaz de saber cómo es un balón de fútbol, para mi suerte me sobra raciocinio para comprender la grandeza del deporte llamado rey cuya virtud no es otra que, la emoción que produce la incertidumbre antes de la finalización de cada partido puesto que la sorpresa puede saltar en cualquier campo.

Ver esas canchas repletas de aficionados esperando que su equipo gane, eso es lo más grande del mundo puesto que, unos contra otros, todos juegan con las mismas armas; once contra once y un balón exactamente igual para todos. ¿Quién gana? El que más goles meta en la portería contraria. Pero antes de que suceda esto –errores del árbitro al margen- todos gozan de las mismas oportunidades, por tanto, la esperanza de que gane “tu” equipo no se pierde nunca y, como diría Amancio Amaro recientemente fallecido, “hasta el rabo todo es toro”, refiriéndose a que hasta el pitido final puede pasar cualquier cosa.

Una prueba hermosa al respecto la pudimos palpar el pasado domingo en que, La Unión Deportiva Almería, dicho equipo, en trances de ser un equipo de segunda, le ganó al todo poderoso Barcelona, líder de la liga española. ¿Cabe grandeza mayor? ¡Es imposible! El hecho de ver la alegría que desprendían los aficionados almerienses, ese acicate es el que les obliga a llenar el estadio un domingo tras otro. Y así ocurre en todos los equipos. Es lógico que, si de equipos grandes hablamos, el Real Madrid y el Barcelona tienen más posibilidades de ganar por aquello de que tienen mejores jugadores para ser campeones pero, cuidado, también puedan perder, justamente para que el fútbol sea grande y enigmático.

Dicho lo cual, si nos centramos en nuestro mundo, los toros, es ahí cuando encontramos todas las carencias que sufre nuestro mundillo, hasta el punto de que, salvo en contadas plazas y ferias, la gente ha desertizado por completo de dicho espectáculo porque el guión está escrito de antemano. Pase lo que pase, El Juli siempre le ganará la partida de Pepe Moral, por poner un ejemplo y dicho el mismo, la tragedia es más grande todavía puesto que, los toreros nombrados jamás se han enfrentado en una plaza de toros. Siendo así, ¿dónde queda la emoción y la rivalidad en este espectáculo? No hay el menor atisbo de competencia lo que demuestra que el guión está escrito antes de comenzar la corrida.

Luego, para que la desdicha sea todavía mayor, en cualquier plaza del mundo se puede hacer la crónica antes del festejo y no marra ni Dios. ¿Cómo pretendemos que sobreviva un espectáculo a sabiendas de que, antes de que empiece ya sabemos el resultado? Los “goles” los meterán siempre los mismos y, del mismo modo, se les pitarán los penaltis en contra a los más desdichados del escalafón. Los toros recuperarían el prestigio de antaño si hubiera rivalidad entre unos y otros; en que los de arriba y los de abajo, de vez en cuando, se enfrentaran entre sí. Pero como quiera que todo eso no ocurra, la debacle la tenemos servida, la prueba es evidente, razón de peso para que los aficionados, hastiados de tanta vulgaridad, mezquindad y mangoneo por parte de los poderosos, han dejado de asistir en masa a los toros.

Los toros, por regla natural, deberían tener mucha más emoción que ningún otro deporte, no en vano, un hombre se enfrenta a una fiera pero, la realidad nos dice todo lo contrario. Esa fiera a la que aludimos, para unos es apenas un bombón de chocolate mientras que, para la gran mayoría es un muro insalvable. Por ello digo que, si torean las figuras podemos hacer la crónica antes del festejo puesto que, sabedores de los toros que se van a lidiar, hasta el más tonto del lugar puede acertar en su pronóstico. Y otro mundo muy distinto es cuando esos hombres llamados toreros de segunda división tienen que ejercer como gladiadores,  -puesto que no tiene opción para competir con los de arriba-, jugarse la vida de verdad y, casi siempre, para que la hecatombe sea total, de triunfar, esos éxitos no se contabilizan en lado alguno. ¿Queréis más pruebas? Pues algo sería muy sencillo de arreglar, como los intereses de los más grandes no pueden ser mancillados, ahí sigue anclada la Fiesta con sus males de siempre y, lo que es peor, sin medicina para remediar sus males.

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