Digamos que, el torero vive en un sueño permanente y, si acaso, sigue creyendo que su único enemigo es el toro con el que toman las precauciones debidas hasta que el toro se define, tanto para bien como para mal. Pero jamás sospechan que, a su alrededor pueden llegar una manada de buitres disfrazados de corderos degollados con la finalidad en engañar al torero, algo que ha sucedido miles de veces y, lo que es peor, seguirá sucediendo porque la especie del hombre torero siempre será la misma. El torero, insisto, jamás intuye el peligro que pueda ocasionarle un ser humano mientras que, ante el toro, todos son capaces de intuir el peligro correspondiente, razón por la que saben defenderse para desenvolverse junto al triunfo o al fracaso.
Dicho esto, me pongo en la piel de cualquier torero y se me eriza el vello. Son muchos, la gran mayoría, los que han sufrido las peores vejaciones que un hombre pueda soportar; desde el engaño con el apoderado, las corruptelas de menor nivel que algunos mozos de espadas les han propiciado engañándoles en las cuentas, empresarios que les han rebajado el sueldo que previamente habían convenido y, por encima de todo, salir airosos de tantos “vivos” como pululan alrededor del matador de toros que, insisto, su única finalidad y su gran creencia no es otra que enfrentarse al enemigo natural, el toro.
Son muchos los diestros, demasiados que, al leer estas líneas me darán la razón con los ojos empañados en lágrimas; unas líneas que, por otra parte solo quiero que sirven de acicate para que sepan discernir entre el bien y el mal; lo que hacen frente al toro pero, en esta ocasión, para saber a quién tienen al lado. Gente malvada la encontraremos en cualquier esquina pero, que se burlen de los sentimientos de unos hombres que solo aspiran a jugarse la vida, el hecho es algo muy criminal y, lo peor de todo es que no se puede poner denuncia alguna en los tribunales.
La razón y la ley van por caminos muy distintos, algo que saben los vivos antes mencionados, motivo por el que actúan con un sentimiento criminal sin importarles para nada que están jugando con seres humanos que, para mayor desdicha, cada tarde exponen su vida mientras que, los listos de turno, entre barreras, se fuman el consabido puro sin importarles para nada todo aquello que le pueda suceder al torero.
Por ejemplo, una desilusión sin límites para cualquier torero no es otra que triunfar en una plaza y al año siguiente que no cuenten con él...
Por ejemplo, una desilusión sin límites para cualquier torero no es otra que triunfar en una plaza y al año siguiente que no cuenten con él, algo que siendo gravísimo, apenas es un pecado venial con todas las tropelías que tienen que lidiar todos aquellos que quieren ser torero puesto que, en sus primeros años –y muchos durante toda la vida- tienen que soportar vejaciones que no se pueden escribir en los papeles. Y digo todo esto con conocimiento de causa cuando he visto con mis propios ojos a muchos hombres derrotados al respecto. Y lo digo convenido porque, en la vida normal de la calle, desacatos como los que suceden en el taurinismo, eso no sucede nunca y, lo horrible es que los toreros tienen que dar por bueno todo aquello que les endilgan. ¡Menudo panorama!
Tras todo lo expuesto, para fortuna de los toreros, mirémosle la parte positiva porque, pese a tanta miseria, en el escalafón, siguen quedando toreros fantásticos y hombres honrados que les defienden a capa y espada. Y, cuidado, cualquiera puede equivocarse, cometer un error involuntario pero, de ahí a la maldad hay un trecho inmenso. Cierto es que, para peor desdicha de los toreros, el sistema les obliga y castiga con aquello que llamamos la ley del silencio. ¿Quién es el valiente que se rebela contra las tropelías que puedan cometer en su contra? De momento conozco a Miguel Maestro pero, chavales como el citado los tenemos por decenas. ¡Basta ya de vejaciones y humillaciones, uniros para siempre, toreros del mundo!
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