jueves, 13 de abril de 2023

El tuerto es el rey / por Pla Ventura


"...Por mi forma de ser, si se me permite, me identifico completamente con el maestro 
Antonio Lorca, un hombre con un mérito tremendo porque viviendo de su periódico y teniendo que estar, en ocasiones cerca del taurinismo, se permite el lujo de contar la verdad, de ahí la fe que le profeso..."


El tuerto es el rey
Pla Ventura
Toros de Lidia/12 abril, 2023
A mis años todavía me sigo asombrando de cosas que jamás podría imaginar que me sucedieran. Lo digo porque, hace pocas fechas, unos amigos tuvieron la bondad de agasajarme con su compañía para hablar de toros. Era una reunión íntima, apenas una docena de personas pero, las suficientes para que todos nos emocionásemos. Aquello de conversar sobre una fiesta que nos une es algo maravilloso, entendible solo por los que practicamos esta “religión” teñida por el arte. Allí pudimos discrepar, analizar, prever, incluso hasta llegamos a santiguarnos cuando todos coincidimos en que, el final de la fiesta está muy cerca.

Posiblemente, los que formamos aquella tertulia quizás no lo veamos o, igual sí, lo digo porque la corriente mortecina que arrastra a la fiesta es un tsunami imparable. Y lo dijimos con una pena tremenda porque, amigos, aquella fiesta que unió a millones de españoles durante el último siglo, en la actualidad, estamos a un paso de que todo sea un vago recuerdo; y si soy sincero, no quisiera verlo. Fernando Sánchez Dragó, sin pretenderlo, me ha secundado en mí idea puesto que, gracias al destino no verá el final al que aludo.

Sí palpé, y lo digo con orgullo, la admiración que estos amigos me mostraron por aquello de ser lectores empedernidos de mis ensayos diarios; primero porque, como uno de ellos sentenciara, ostento el título de ser el único español en el mundo en narrar un articulo taurino cada día, algo que se sorprendían todos pero que, en mi caso, no puedo atribuirme el menor mérito porque todo lo que escribo me dan hecho el “guión” los acontecimientos que suceden en derredor mío. Digamos que, es pura naturalidad la que brota desde el fondo de mí ser por aquello de contar la verdad, será la mía, pero me basta y me sobra para que los demás se sientan satisfechos. “Tienes tanto valor pluma en mano que, en muchos momentos, logras asustarnos” me decía uno de los contertulios al que tuve que matizarle la cuestión. No se trata de que tenga valor que, en realidad, lo puede tener cualquiera; se trata de que, en el mundo de los ciegos, el tuerto sigue siendo el rey; y ese soy yo, el tuerto. Hace treinta años yo sería uno más de los que echan la pata hacia delante mientras que, en la actualidad, la gente se sigue sombrando con mis críticas que, insisto, plagadas de verdad y pidiendo justicia a manos llenas, siguen conmoviendo a los aficionados.

En los toros, lo difícil es ser torero porque contar las vivencias de la torería sigue siendo un trabajo sencillo; es cierto que, por momentos el camino se torna escabroso pero no teniendo miedo y siendo fiel a la verdad, se logran todos los propósitos. Es cierto que, para mi suerte, desde siempre, la vida me obsequió con distintos menesteres para vivir muy alejado del mundanal ruido; es decir, de los toreros y sus intereses, razón por la cual ejerzo como un aficionado más y, sin la más mínima presión de nadie puedo contar cosas que, algunos, de poder, seguro que me secundarían pero, amigo, ahí radica el problema, viven atenazados por sus amos. Por mi forma de ser, si se me permite, me identifico completamente con el maestro Antonio Lorca, un hombre con un mérito tremendo porque viviendo de su periódico y teniendo que estar, en ocasiones cerca del taurinismo, se permite el lujo de contar la verdad, de ahí la fe que le profeso.

En el periodismo cada cual hace lo que puede, algunos no pueden nada, salvo rendir pleitesía a sus amos.  Pero en mi caso que gozo de la más absoluta libertad, emulo a Facundo Cabral cuando decía que si todos cuidásemos nuestro árbol, el bosque sería maravilloso. Eso hago yo, cuidar mi árbol que no es otro que esa caterva de lectores que, a diario se toman la molestia en leerme. No he descubierto la pólvora, como es natural y lógico, pero si he mostrado las miserias de todos aquellos que, diciéndose valedores de la fiesta la mancillan por completo. He destapado fraudes, corruptelas, hechos malignos de toda condición pero, ese es el valor del periodismo, contar a los demás aquello que quieren saber. La reseña escueta y dura de un festejo la hace un niño de parvulario; lo realmente importante, dicho bajo mi humilde punto de vista, no es otra cosa que mostrarle al aficionado todo aquello que hay detrás, entre bambalinas y que todo el mundo quiere ocultar. ¿Se llama valor a esa decisión mía? Es posible que así sea pero, es la única manera de contar con adeptos para que nos sigan a diario.

Ciertamente, no sé cómo será el final de mi vida; quisiera morir siendo el que soy, sin el menor prejuicio pero, nadie sabe qué le depara el destino porque, por ejemplo, Alfonso Navalón se pasó la vida jactando de su honradez, diciéndole a todo el mundo a los que le querían sobornar, que a todos les faltaba una peseta para llegar al su precio para abocarse al soborno. Todo eso lo mantuvo durante muchos años pero, el final de sus días fue lo más amargo que un hombre pueda sospechar porque, para su desdicha, claudicó como ganadero ante todo aquello que pregonaba y, como se sabe, murió degollado con su propia daga.

O sea que, pongamos en valor lo que hacemos en este momento que, insisto, le pido a Dios que sea de este modo hasta el último suspiro de mi vida para que, al final, en mi tumba pongan aquello de que “aquí yace un hombre que quiso vender su verdad”. Con ello me basta y me sobra, no quiero más laureles porque el mejor galardón es el que te otorgan los demás.

--En la imagen, el recientemente fallecido, Fernando Sánchez Dragó, un hombre de vasta cultura y, para mayor dicha, auténtico defensor de la mejor fiesta del mundo, los toros.

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