Las retransmisiones van como van, empate. Unos días mal o regular y otros bien. Al menos eso es lo que me ha pasado a mí.
Hace muchos años, siendo un niño, tuve en mis manos un pequeño librito en el que, bajo ese título de 'Cuéntanos la verdad', o algo muy parecido, se nos introducía en el conocimiento de la sexualidad. Lo cierto es que lo devoré con la curiosidad propia de un chaval de diez o doce años.
Ahora había que escribir otro, de orientación y aprendizaje taurómaco, para que quien quiera conocer lo que en esa plaza sucede desde la perspectiva de la verdad, no se pierda entre mentiras y medias verdades. Y es que se necesita contar la verdad, de lo contrario, estaremos todos perdidos o imaginando cosas al albur de otras explicaciones sesgadas, cuando no interesadas en que no se sepan las cosas por derecho.
Cuatro días seguidos se han celebrado corridas de toros. Curiosamente, como si de un lanzamiento se tratara, se han ido concediendo desde el palco una, dos, tres y cuatro orejas respectivamente. En los lanzamientos de cohetes la cuenta es a la inversa, pero aquí no. Eso, de entrada, nos haría sospechar que es triunfalismo puro, pero debemos aclararlo. De ahí lo de contar la verdad.
Para empezar, deberemos decir que la presentación del ganado está cayendo por una pendiente que parece no tener fin. O salen toros de justita presencia o directamente no la tienen. Demasiados astados terciados o sin el trapío necesario para una plaza y feria que se la cataloga de primerísima. Por si fuera poco, parece que hemos vuelto a la época de la flojedad de las reses, demasiadas caídas y ninguna devolución a los corrales.
Puede que hayan escuchado y leído que los triunfos obtenidos han sido de muchísimo relieve y altísimo nivel, pero si se lo contamos en el librito hemos de aclarar que la una para Álvaro Lorenzo fue para plaza de menor categoría; que las dos de Luque no podrían discutirse, aunque para nosotros faltara cierta enjundia al haberse hecho ante un animal bendito que le permitió andar como en el patio de su casa.
En la tercera tarde se abrió la Puerta del Príncipe para un Roca Rey fiel a sí mismo, que no quiere decir que nos mostrara el toreo en plenitud. La fidelidad que él tiene a su entrega, indiscutible, es la misma que sus fieles seguidores le dispensan. En una comunión totalmente popular lo sacaron en volandas. En ese momento, la verdad es que Luque había hecho volar el toreo mucho más alto.
Llegó el día de las cuatro orejas y de inmediato hay que señalar dos aspectos que lo hacía todo diferente: Los tres espadas tocaron pelo, no solo había ido la gente a ver a uno, y además lo hicieron ante una señora corrida de Victorino Martín.
Cuéntanos la verdad. Eso hago. Todo cuanto sucedió valió más que las seis orejas anteriores. Los victorinos cumplieron con su encaste, ofreciendo embestidas de lujo y también, dos de ellos, buscando afanosamente a los toreros. Es decir, recuperamos las alimañas de antes. Por encima de todo emoción y autenticidad ¿No es eso la piedra angular de la Fiesta?
Vimos reaparecer a El Cid reverdeciendo laureles cuando pocos daban un duro por él; vimos a Emilio de Justo al nivel que nos gusta y nos tiene acostumbrados, capaz y torero a partes iguales y, por último, vimos a Manuel Escribano ante el mejor y el peor de la tarde. En uno brilló a gran nivel y en el otro se la jugó con el mismo nivel.
Tarde auténtica que, prácticamente, borraba todo lo sucedido días atrás. Y saben lo que es auténtico, aquello que no es frívolo ni populachero y, además, rebosa integridad.
Sevilla es muy veleidosa y volverá por sus andadas con la lidia de toros sin presencia y toreros figurines o populares, apoyados por sus innumerables seguidores, pero la verdad, la esencia y la autenticidad, en este ‘Cuéntanos la verdad’, se la acabo de contar en este día. No obstante, quedan en la feria oportunidades para que regrese el toreo bueno y/o la autenticidad.
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