martes, 27 de junio de 2023

Alicante, un público muy mono / por José Luis Barrachina Susarte


 "...estos públicos en general, ya no están en condición de analizar las características del toro, ni de ponderar su trapío o sus ínfimas presentaciones, ni de emitir un juicio crítico o de admiración, y se limitan a tragar amablemente con todo aquello que salga de toriles poniendo de manifiesto que los taurinos han logrado exitosamente sus pretensiones..."

Susarte en estado puro:
Alicante, un público muy mono

José Luis Barrachina Susarte
Toros de Lidia/26 junio, 2023
Las dos últimas décadas en las que venimos sufriendo el monoencaste se han visto condicionadas por la presencia del monocomentarista, poniendo así el aliño imprescindible para obtener el ansiado monopúblico y culminando un proceso que pone a demasiadas corridas de toros en un lugar indigno.

Y Alicante, en su recién finalizada Feria de Hogueras, es el lamentable botón de muestra que traigo a colación, aunque el mal ejemplo puede estar en cualquier otra plaza española que se podría elegir casi al azar con la salvedad de alguna honrosa excepción que, por fortuna, nos permite asistir de vez en cuando a un espectáculo íntegro.

La gente que ahora va a los toros ha sido desprovista de la capacidad de ver siquiera a un toro de salida, y fíjate que digo ver y no mirar, porque para mirar basta con tener ojos pero se requiere mucho más que estos para ver.

Y este público, estos públicos en general, ya no están en condición de analizar las características del toro, ni de ponderar su trapío o sus ínfimas presentaciones, ni de emitir un juicio crítico o de admiración, y se limitan a tragar amablemente con todo aquello que salga de toriles poniendo de manifiesto que los taurinos han logrado exitosamente sus pretensiones.

Los que fueron a los toros en el pasado ciclo fogueril miraron cada tarde como el tercio de varas se ha convertido en una suerte del esperpento, una suerte que debería ser el base fundamental de la lidia y de la selección de la bravura, pero que en realidad es una caricatura bufa que produce desconsuelo porque muestra la carencia de verdad existente en estas corridas de toros. Una y otra vez, tarde tras tarde.

El público que asistió a la plaza -entre un tercio y media entrada, con casi lleno el día de Roca- ha sido despojado de la posibilidad de discernir entre un par de banderillas de poder a poder, del sesgo o del cuarteo, si el embroque tiene lugar en la cara o junto al guarismo, y de valorar todo ello en función de las condiciones de la res o de aquello que el torero pueda estar tanteando.

Llegada la hora de la verdad, la llamada suerte suprema, con perdón, y que es la que otorga al diestro su título de matador, a la gente sólo le importa que la espada quede bien enterrada en medio de la pechuga. Con esto les basta y les da lo mismo un sartenazo, un bastonazo o una puñalada trapera. Un bledo les importa.

De corazón creo que no tienen culpa porque se limitan a expresar lo que les han enseñado por la tele y en las crónicas, y a cambio sólo piden ser partícipes, faena tras faena y tarde tras tarde, del triunfo de los toreros con la concesión de los trofeos que emanan de sus pañuelos y de sus voces, siendo justo en ese momento cuando se manifiesta la capacidad de protesta que se han reservado para cuando el presidente no accede a darles lo que quieren, cuando se les niega esa parte de la gloria del torero que consideran como propia.

En el coso de la plaza de España ha desaparecido por completo la mínima emoción que requiere una corrida de toros, ninguno de los asistentes en ningún momento de la tarde ha sentido en modo alguno la menor sensación de que en el ruedo hubiera alguien jugándose la vida, y sin embargo sí que han visto, una tras otra, asomando las lenguas de palmo por las bocas de unas reses con estampa de seres desdichados que imploraban compasión.

Los ganaderos que llevan ese par de décadas buscando el toro artista con el que transformar la Tauromaquia en una especie de danza, han logrado obtener una enorme mole de carne estupenda para preparar albóndigas de ternera, esas que los taurinos cocinan con esmero, que después los comentaristas emplatan vistosamente y que al final se tragan las personas que acuden a la plaza.

Ninguno de los escuchimizados toros de Victorino abrió la boca, eso también es verdad, y con esto me despido si haber decidido todavía si a las próximas Hogueras volveré a los toros o me iré a Turquía para hacerme un trasplante de pelo, porque falta me hace.

-En la imagen, Rafaelillo en una tarde heroica en Pamplona, nada que ver con la parodia de ayer en Alicante

--Relacionado: Alicante. ¿Toros o burros de Victorino Martín? / por Pla Ventura

3 comentarios:

  1. La res de la foto anda algo escasa de trapio. Por otra parte no se saca nada con desanimar al aficionado. Pienso que en este grupo hay que ayudar a conocer al toro de lidia intentando no molestar a lis compañeros

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  2. Me parece acertada y de la máxima actualidad la crónica suscrita por usted, pero no le podemos permitir ni estar de acuerdo con usted cuando generaliza haciendo tabla rasa y se refiere a TODOS LOS ASISTENTES de la Plaza de España, porque da a entender que su persona es la única que entiende y sabe algo de lo que es una corrida de toros
    Buenos días.

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    1. Obviamente se usa el categórico como recurso literario y bajo ningún concepto se pretende enumerar a todos y cada uno de los de espectadores.

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