"...Hasta la última corrida, la del Recuerdo, alucinando, con la locura por las nubes. ¿Zero, ligth, espectadores, fans, fanáticos? Para olvidar… ¿Qué está pasando? Polémica: parte del público en contra, resto del público en contra de los en contra y en contra del presidente…"
Veo denuncias por robos pero nunca por regalos injustos y degradantes. Nunca. Muchos “robos”, “mayorías”, “injusticias”, “prevaricaciones”, etc. De todo, como en la viña del Señor. Libertad de expresión. Ante las “exigencias” del nuevo público de la nueva era, algunos piden ya en Las Ventas cortar dos a un toro para las Puertas Grandes
Hasta la última corrida, la del Recuerdo, alucinando, con la locura por las nubes. ¿Zero, ligth, espectadores, fans, fanáticos? Para olvidar… ¿Qué está pasando? Polémica: parte del público en contra, resto del público en contra de los en contra y en contra del presidente…
Antes, la llamada de la Prensa, que mantiene el nombre que siempre tuvo y ahora sólo el título. Público enfervorizado que empezó pidiendo orejas y el presidente las mantuvo tiesas para que aquello, supongo, no desembocara en triunfalismo máximo. Sorprendente el lleno con este cartel. Fue entradón con sorpresón. Sorprendente el mano a mano, los falsos mano a mano de ahora, en el que dos matadores torearon juntos y, lejos de competir entre ellos (tampoco había motivo alguno), se acompañaron y hubo brindis entre ellos : sólo les faltó darse besos. Sorprendente la ovación inicial, que muchas veces tiene mal fario. Sorprendente sacar al actual capricho de Madrid a saludar cuando con otros triunfadores no lo hicieron. Aunque, eso sí, la justificación era la corrida de Victorino que los esperaba.
Sorprendente este público que pagó las entradas más caras y quizá por ello quería llevarse todas las tardes orejas a casa. Y ya que no estaban ante la tele sino en la plaza, había que hacerse notar.
Menos mal que, como contrapeso, parte de ese público se mantuvo en su sitio (pero a veces arrollados por la masa) y otra parte del público, el duro de siempre, enseñó los dientes en varias ocasiones. Pero el conjunto era orejero y de algarabía fácil y pañuelos al aire a la menor ocasión, con causa o sin ella.
Público que pide la oreja por las buenas para Castella en su primer toro con enorme algarabía y después, corneado en el otro, y siguiendo en el ruedo épicamente, ¡no la pide nadie!. Publiquito.
Público que se entusiasma con muchos banderilleros, que sólo cumplen, que regala saludos montera en mano a varios e incluso a uno que se le cayó un palo. Público que alguna tarde aplaudió a Florito más que a los toreros con la mayor ovación de ese día.
Público que estaba en la plaza pero no se enteraba, eso sí con muchos pañuelos orejeros. Público que aplaude lo bueno, lo regular y lo malo.
¿Volverán todos estos, los de los entradones con sorpresones, al próximo San Isidro o, lo que está más cerca, a la Feria de Otoño 2023?
Es cierto que sólo decide el presidente tras oír al pueblo igual que en el fútbol sólo decide el árbitro tras ignorar los gritos de los espectadores. Esta es la norma en uno u otro espectáculo, difícil de cambiar, pero con mucho margen para la justicia, aunque se ejerza poquísimo.
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