Conforme hemos visto a El Juli, con más de dos mil corridas sobre sus espaldas, con este tipo de toros puede matar tres mil más y se quedará más ancho que largo. En su primero ha estado vulgar, tanto como el animal que tenía enfrente. Aquello no tenía emoción alguna, el toro iba y venía pero nadie se ha cortado las venas de la pasión que les embargaba. Lo más doloroso de estos festejos es que, como la casta no aparece por lado alguno, la emoción no existe, por tanto, es el tedio el que se adueña de la situación. Tras muchas idas y venidas, El Juli ha matado de una gran estocada y los veinticinco mil santos no han dicho nada.
Su segundo que tenía un punto más de entrega y de casta, el diestro ha estado tan animoso como siempre para enjaretarle pases por ambos pitones sin ninguna convicción. Sin duda alguna, la situación, El Juli la domina a la perfección. Es como que le han escrito un guion al estilo Alfonso Paso y él lo interpreta a la perfección. Sin lugar a dudas, un profesional de su altura, sea el toro mejor o peor, lo que sí sabe es que el animal nunca hará nada por cogerle y eso produce muchas tranquilidad y, si para colmo, desde el púlpito de la televisión te lo aplauden todo y ponderan como si los toros fueran de José Escolar, miel sobre hojuelas. Ha matado de un pinchazo y una “jartá” de descabellos y, barrunto que el público de Madrid podrá descansar de El Juli hasta el año que viene.
Talavante ha vuelto a pasar por Madrid sin pena ni gloria. Su primero no tenía ni trapío de toro que, para colmo no tenía el menor atisbo de emoción. La faena ha sido insulsa, para olvidar como nos ha sucedido a todos. En su segundo el toro no tenía calado en su embestida. Tontorrón, estúpido y sin ninguna opción de triunfo. Me refiero al toro, claro.
Roca Rey ha tenido toda la suerte del mundo porque en su segundo ha sufrido una cogida que, pudo haberle costado un serio disgusto pero, para su fortuna, ha salido ileso, cosa que nos alegramos. Digamos que en su primero ha estado tan tesonero como siempre, tan valiente como es habitual en él. Su faena ha sido el calco de otras tres mil más que todos conocemos. No hace falta describir nada porque nos conocemos el guion de sobra. Sus pases por la espalda, sus arrimones innecesarios, sus trallazos con la muleta; todo el repertorio del peruano que tiene una virtud, todos los toros le sirven. Los logros son otra cosa. Ha matado de estocada y dos descabellos y le han dado una oreja verbenera.
Claro que, en su segundo, un bicorne con más casta que sus hermanos, el limeño ha estado a gran altura si de entrega hablamos; para su “suerte” hasta ha tenido esa cogida que ha conmovido a todo el mundo y, si llega a matar bien le piden las dos orejas. Tras un feo metisaca ha matado el diestro de otra media estocada de mala colocación. La gente le ha pedido la oreja con enorme fuerza pero, el presidente, sabedor del error que cometió en el toro anterior se ha hecho el loco, cosa que le aplaudimos.
Roca Rey no deja recuerdo alguno para nadie, ni en Madrid ni en ninguna parte pero, la electricidad que le imprime a su toreo tiene mucho calado en el acto. Luego, como digo, nadie se acordará de una faena de este diestro pero, mientras todo eso sucede, el hombre ya está rico.
Por momentos, los comentaristas parecía que le estaban dando el mismo trato a esta corrida que a la del domingo anterior, es decir, los de Victorino y, como sabemos, ha mediado un mundo entre aquellos toros y estos. Cierto y verdad que, mientras el domingo pasado, los elogios eran para los toros, hoy tocaba ensalzar a la figuras que para eso lo son. Eso sí, hay que felicitar a Delgado de la Cámara cuando ha justificado que no le dieran la oreja a Roca Rey, argumentando lo que todos sabemos y tantas veces hemos dicho, que hay que reformar el reglamento de Madrid de un puñetera vez para que eso de cortar una y una y salir por la puerta grande se acabe para siempre. Recordemos que, a nivel de afición, La Maestranza que es un pueblo si lo comparamos con Madrid, hay que cortar tres orejas para salir por la puerta del Príncipe y, en Madrid, que nos las damos de serios permitimos que, cualquiera salga por la puerta de la gloria sin apenas méritos o, si se me apura, no con los necesarios para dicho éxito.
Moviendo la lupa sobre El Juli, qué lástima que haya decaído su don y fama hasta --en resumidas cuentas-- los nefastos Julipiés. Contamina incluso sus propias faenas y no deja inocuos a los demás, infecta corridas y ocasiones, como ésta... in memorian.
ResponderEliminarLástima. // Atte., Torotino