Pero tampoco hay que ocultar la verdad de su "triunfo" (las comillas han de significar que fue un sucedáneo, triunfo de escasa entidad).
Los sanfermines, fiesta de jolgorio y algarabía incontrolada, a veces tienen estas cosas. Dos orejas, una en cada toro, por sendas faenas de escaso o ningún valor. Y nadie ha de rasgarse las vestiduras por esta apreciación consecuencia de una fundamentada indignación por ver salir así a un torero en volandas por la Puerta Grande, que en esta plaza llaman "del Encierro".
Mal vamos si ésta va a ser en adelante la vara de medir triunfos. Aunque suele ser habitual que en Pamplona, metiendo la espada a la primera y doblando enseguida el toro, el trofeo es casi seguro al margen de los valores o lagunas que hubiera tenido la faena. Es lo que ha pasado en los toros tercero y sexto, el lote de Fonseca. Y eso con el agravante de que todavía en el último se permitió el torero evitar el descabello para no jugarse la posibilidad de fallar, condenando así al bravo toro a una larga y cruel agonía.
Algo exasperante, si no para el gran público jaranero, para los aficionados con criterio y sensibilidad, que también los hay en los tendidos de Pamplona.
Quizás sea suficiente con esto para explicar el "triunfo" (el entrecomillado será siempre inevitable) de un torero al que, no obstante, hay que respetar por el solo hecho de salir a jugarse la vida, aunque se hace absolutamente necesario contar las circunstancias de favor que ha tenido esta tarde por el capricho y la desorientación de una presidencia que no tenía ni idea de por dónde se andaba. Es al "palco", que en Pamplona ocupan ocasionalmente concejales disfrazados de magos grotescos con frac y chistera, a quien hay que exigir respeto a las normas y reglas de un espectáculo de tanta seriedad, riesgo y autenticidad como es el toreo.
Y pasamos a la película de una corrida en la que debieron ser considerados principales protagonistas los toros de Cebada Gago, bravos y con empuje en todos los tercios. Toros que, hay que precisar, no perdonaron errores; y sin duda que ha sido esta cualidad la piedra angular del festejo. Los toreros, los tres, no siempre acertaron a estar en la disposición y capacidad requeridas.
Unos inoportunos enganchones al comienzo de la primera faena de De Torres pusieron en guardia al primer "cebada", que ya supo siempre dónde estaba la muleta para intentar puntearla. De modo que se difuminaron la fijeza, prontitud y humillación, que tenía por el pitón derecho. Voluntad sin lucimiento, hay que resumir. Y todavía peor en el cuarto, trazando el toreo al revés, de abajo arriba, todo lo contrario de lo que pedía y necesitaba el buen "cebada".
Román no se aclaró con las largas y humilladas embestidas del segundo, Deslavazado trasteo, hasta que el animal se aburrió, obligando al torero a buscar los adentros para intentar un lucimiento que finalmente no llegó. Con el quinto, el único del envío que paseó marcando sin disimulo la querencia a la puerta por donde entró en el encierro matinal, Román multiplicó el esfuerzo, pero sin llegar a sujetarle.
El tercero fue toro poco claro. Difícil por el derecho, el planteamiento de Fonseca fue asustar en una faena picarona que al final dió sus frutos. La estocada a la primera, queda dicho, fue determinante para la primera oreja. Lo sorprendente, ya no hace falta insistir, es que el usía no valorara los méritos inexistentes del siguiente trasteo para regalarle el otro apéndice que le iba a suponer la salida a hombros.
Ver para creer. Pero ojalá que no se repitan estas cosas.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Cebada Gago, muy bien presentados, serios y de armónicas hechuras; bravos y de buen juego con las excepciones de tercero y quinto.
Adrián de Torres: estocada a capón y cinco descabellos (aviso y silencio); y dos pinchazos y estocada quedándose en la cara (aviso y silencio).
Román: estocada "que hace guardia" y descabello (silencio); y pinchazo y estocada caída (silencio).
Isaac Fonseca: estocada (oreja); y estocada (oreja).
Juan Carlos Rey y Jesús Robledo "Tito" saludaron tras banderillear al sexto.
La plaza registró el habitual lleno absoluto.
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