Como deseada es la final de mañana protagonizada por tres de lo que atisbaron el toreo en novilladas anteriores. Jóvenes promesas con los ingredientes necesarios para actuar en un festejo con el detonante de gran triunfador. Ninguno se parecen, aunque en la mayoría de los dieciocho actuantes sus formas son exponente de la modernidad que mira al futuro. Sin embargo, hay quienes convirtieron el toreo en lo efímero de momentos mágicos. En la sospecha que algo es posible. En el deseo de una noche de esperanza en la que se dé la circunstancia de encontrar tres aspirantes en estado de gracia y las reses propicias para que con ideas comunes e inmutables puedan hacer y decir el toreo. Ese toreo, cosa de dos, que goza de esa virtud imprevisible y siempre sorprendente.
Tras la tercera de las novilladas celebradas, el jurado formado por los asesores del palco presidencial eligieron como finalistas a Francisco Mazo, Mariscal Ruiz y Javier Zulueta. Están todos los que son, pero posiblemente no todos los que fueron. De todas formas, son ellos y no otros los que se encontrarán en la puerta de cuadrillas, mañana 27 de julio a las 9 en punto de la tarde-noche, en busca de ese preciado vestido de torear que regala la Real Maestranza de Caballería al ganador de este XXXVI ciclo de promoción.
Mi querer es que los tres triunfen. Que Francisco Mazo vuelva a mostrar la virtudes de su concepto, que Mariscal Ruiz siga andando su camino con lo básico y necesario para llegar: su valor y el temple en la singularidad de sus formas. Que se vuelva a gozar y sentir el toreo de quien aún muestra cara de niño en patio de instituto, de quien tiene expresión a un tiempo inocente y experta y una sugerente pasión por el arte de torear, de quien busca incansablemente y descaradamente una tauromaquia basada en la naturalidad y lo diferencial. Se apellida Zulueta y tiene ilusionada a Sevilla.
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